AIRADA RESEÑA
LAS CALIFORNIAS EN LA
NUEVA HISTORIA
MÍNIMA DE MÉXICO
La
Nueva historia mínima de México fue
editada por El Colegio de México la primera vez en 2004, y hasta 2015 llevaba
ya doce reimpresiones. Como siempre hago, de ésta busqué en el índice
onomástico y toponímico (de nombres y lugares), lo relativo a Baja California Sur:
resultó que el nombre de esta entidad federativa se halla ausente y sólo
aparece el de Baja California, estado de.
Hay ocho referencias. La primera está en la
página 11, donde el coautor Pablo Escalante Gonzalbo advierte: “Nuestra
predilección por la gran Tenochtitlan como sitio de referencia de la
nacionalidad, nuestra familiaridad con Moctezuma Ilhuicamina y con
Nezahualcóyotl no deben hacernos olvidar que otros antepasados nuestros vivían
en rancherías de las montañas de Chihuahua, cerca de lobos y osos, y otros
caminaban desnudos por las ásperas tierras de Baja California, mirando casi
siempre la línea del mar…” Es preciso subrayar que, por los tiempos a que se alude,
el concepto de Baja California era inexistente, y toda la península
noroccidental de Nueva España, así como su extensión continental, desde la
estada de Hernán Cortés en 1535 en lo que hoy es La Paz, hasta la llegada del
visitador Joseph de Gálvez y los franciscanos presididos por Junípero Serra en
1769, sólo fueron conocidos en mapas y manuscritos como “las Californias”. Por
supuesto, el estado actual de Baja California estaba en esos tiempos lejos aún de
tomar realidad en algún sentido.
La segunda se encuentra en la página 100,
donde don Bernardo García Martínez afirma, respecto a la posesión de la
Luisiana por Francia, que “España pudo compensar este golpe con la ocupación de
Baja California, promovida por los jesuitas a partir de 1697 con el exclusivo
fin de extender sus misiones, empresa en la que obtuvieron magros resultados…”
Habría que aclarar al señor García que a) los jesuitas jamás ocuparon Baja
California en 1697, sino California, cuyo primer asentamiento fue establecido
en Loreto, del actual estado de Baja California Sur; b) esa ocupación tenía varios
otros fines, a más de extender sus misiones; y c) fueron mucho más que “magros”
los resultados que produjo la colonización jesuítica en California durante 70
años, varios de los cuales perviven hasta nuestros días.
La tercera puede hallarse en la página 167,
donde Josefina Zoraida Vázquez, hablando de los tratados en que tuvimos la
pérdida de territorio nacional a consecuencia de la guerra de los EUA contra
nuestro país, dice que los comisionados mexicanos “lograron salvar Baja
California y Tehuantepec…” Debe aclararse que, en todo caso, lograron salvar
“la península de” Baja California. Aquí es insuficiente que se diga Baja California
con la idea de abarcar todo el territorio peninsular, en vista de que en el
índice toponímico sólo aparece el estado de Baja California, y ello se presta a
confusión.
La
cuarta aparece dos páginas más adelante, donde la misma eximia historiadora sostiene
que “Santa Anna tuvo que enfrentar de nuevo el expansionismo norteamericano,
insatisfecho a pesar de haberse engullido la mitad del territorio mexicano y
que presionaba para hacerse del istmo de Tehuantepec, la Baja California y, de
ser posible, los estados norteños…” Es el mismo caso anterior, ya que la
escritora parece olvidar que la península californiana está dividida en dos
entidades federativas.
Una
quinta se encuentra en la página 266: cuando Luis Aboites Aguilar habla del
gobierno de Lázaro Cárdenas, apunta que “El reparto de tierras se aceleró de
manera notable y alcanzó áreas de alta productividad como La Laguna, en Durango
y Coahuila; el valle del Yaqui, al sur de Sonora; el valle de Mexicali, en Baja
California…” El historiador debió decir “en el actual estado de Baja
California”, ya que, por entonces, esa entidad era el Territorio de Baja
California Norte.
La
sexta corresponde al mismo autor, que en la página 280 se ocupa del gobierno de
Miguel Alemán, y sostiene que “la intención federal de generalizar el impuesto
sobre ingresos mercantiles se encontró con la oposición de los estados más
ricos (Veracruz, Baja California…)", en lo cual acierta, pues para entonces ya
se había erigido el estado de Baja California que, poseyendo sólo la mitad
septentrional (de menor extensión territorial) de la península, asumió el nombre de toda ella.
Del
mismo Aboites Aguilar es la séptima, quien en la página 283 expresa: “En Baja
California, Chihuahua y San Luis Potosí tuvieron lugar movilizaciones…”, lo
cual es correcto en cuanto corresponde al nombre del actual estado
bajacaliforniano.
Y la última está en la página 295, también
de don Antonio; analiza el gobierno de Carlos Salinas, al que atribuye “el
reconocimiento en 1989 del primer triunfo de un candidato opositor (el panista
Ernesto Ruffo), a una gubernatura, en este caso la de Baja California.” Bien.
Entonces y en resumen resulta que, para
nuestros historiadores*, la porción sureña
de la península de California, la primera California de todas, origen de la
civilización en las Californias, carece de significación en la historia patria,
y todo lo que es digno de ser contado, enseñado y aprendido por los mexicanos,
es atribuible sólo al estado de Baja California, que lo es apenas desde 1952.
Por otra parte, en relación a los empeños expansionistas
norteamericanos para zamparse a la Alta California -su denominación oficial
antes de 1848 en que se produjo la pérdida-, la misma Josefina Zoraida Vázquez
alude en tres ocasiones (páginas 164 y 165)
a esa posesión mexicana simplemente como California, sin el adjetivo
como se la conoce a partir de su anexión a los EUA.
Todo lo cual deviene errónea e injusta
apreciación tal vez imputable más a la limitada información que a la mala fe,
parece…
*
Cuatro más integraron el elenco autoral: Luis Jáuregui, Elisa Speckman Guerra y
Javier Garciadiego.
CRÓNICA
CALIFORNIA
MEXICANA PARA CRIMINALES
Con fecha 25 de agosto de 1862,
el ministro de Justicia, Fomento e Instrucción Pública de México, envió una
circular a los gobernadores del país -el
del territorio de Baja California era Teodoro Riveroll- en la cual anexaba la ley que destinaba las
penínsulas de Yucatán y la Baja California a la colonización de “los vagos y
reos sentenciados a prisión y trabajos forzados por más de un año.”
La justificación de esa insólita
disposición era que procuraba el ahorro de los gastos de manutención y custodia
en las prisiones del país, quitar de las poblaciones esos focos de corrupción,
“colonizar con gente de nuestra propia raza distritos despoblados e importantes
y, sobre todo, sacar a los reos de la ociosidad y mala compañía que hace de
nuestras cárceles otras tantas escuelas de inmoralidad y de crimen.”
Por tanto se exhortaba a los
gobernadores a poner el mayor empeño en iniciar de inmediato la correspondiente
remisión de delincuentes al destino que les señalaba la ley.
Ignoramos si Riveroll enfrentó
el asunto en algún sentido.
El 2 de octubre del mismo 1862
tomó posesión del gobierno territorial Pedro Magaña Navarrete, y uno de sus
primeros actos administrativos fue enviar a los ayuntamientos la instrucción
del 25 de agosto.
El día 8 siguiente le dio
respuesta el presidente municipal de San José del Cabo, Gregorio Cruz y
Rodríguez, expresando que el cabildo, “vivamente interesado en que el referido
decreto no comprenda a este país para presidio de criminales, consultará
oportunamente la opinión general, y lo más pronto que sea posible remitirá a
usted esa interesante manifestación que no dudo irá apoyada en la razón y la
justicia.”
El 2 de diciembre ya estaba en
esta provincia el primer individuo del dispositivo: un reo condenado a diez
años.
A principios de enero de 1863,
el presidente municipal de Santiago, José María Araiza, en nombre de sus
representados pidió al jefe político solicitar que se revocase la orden.
Lo mismo hizo poco después
Valentín Ceseña, nuevo presidente del ayuntamiento de San José del Cabo, “por
considerar nociva esa providencia para este territorio.”
Aducía, entre diferentes razones,
“la sencillez de las costumbres de los hijos del Territorio por esa falta de
contacto en que ha vivido con la clase corrompida de la sociedad.” Por ello le
suplicaba que redoblara sus esfuerzos ante el gobierno federal a efecto de que
se derogase el citado decreto, por lo menos en la parte relativa a la Baja
California.
No obstante, sucesivamente
fueron llegando otros enviados principalmente por los gobiernos de Sinaloa y
Sonora, con sentencias que iban de dos a diez años, hasta completar la suma de
15 personas hacia julio de 1864.
Desconocemos hasta dónde llegó
este asunto, pero lo expuesto evidencia la equivocada idea que siempre se ha
tenido y se tiene, por parte de nuestros compatriotas del núcleo del país, de
que en estas regiones menos pobladas, que por tanto menos “pintan”, y donde
suponen que vivimos en la inopia civil, es posible aplicar determinaciones que las
afectan severamente.
Sobran en este sentido variedad
de casos que han ocurrido desde los tiempos en que fue impuesta otra identidad
a las etnias originarias, las disposiciones administrativas del visitador
Joseph de Gálvez, atropellos de toda laya como los cambios en la toponimia
regional (v. gr. el nombre de la isla Cerralvo), proyectos de “colonización” como
el del sinarquismo en el valle de Santo Domingo, de “descentralización” en el
sexenio de López Portillo, y la violación a la voluntad general para entronizar
“gobernadores” al arbitrio del poder central, como ha ocurrido en los tiempos
recientes en beneficio de la transición política para aparentar voluntad
democrática.
ANIVERSARIO
LA CARRETERA FEDERAL
1 DE MÉXICO
El 1 de diciembre de 1973 fue inaugurada la carretera
transpeninsular bajacaliforniana “Benito Juárez”, a la que fue asignado el
número 1 del país, de la cual 998 kilómetros corresponden a la Antigua
California, y 713 a la entidad norteña.
Gente de
ambas entidades, el territorio y el estado de Baja California, confluyeron
aquel día alrededor del monumento a esa vía, que es un águila estilizada cuyas
alas simbolizan a las dos Californias mexicanas.
En respuesta
a la convocatoria lanzada por la secretaría de Obras Públicas del gobierno
federal, se recibieron 56 proyectos que aspiraban a obtener el primer lugar y el
derecho de construcción de la primera etapa del monumento, una plaza ceremonial
y un albergue-parador.
El premio
principal de cien mil pesos y el contrato para la realización de los trabajos
fueron asignados a los arquitectos Edmundo Rodríguez Saldívar y Ángel Negrete
González, a la cabeza de otros varios profesionales quienes participaron en el
certamen con el seudónimo de “Atalaya”.
Auténtica
atalaya de 36 metros de altura que puede ser vista desde cinco kilómetros a la
redonda, la enorme ave de acero y concreto y los edificios anexos tuvieron un
costo global de casi 31 millones y medio de pesos.
Aquel sábado
decembrino, precisamente al pie de ese monumento ubicado a la altura del
paralelo 28 grados de latitud norte (línea imaginaria que desde 1891 divide a
ambas Californias peninsulares), hizo uso de la palabra el presidente Luis
Echeverría, quien cumplía así, exactamente a la mitad de su sexenio, un
compromiso de campaña electoral. También hablaron los gobernadores Félix
Agramont y Milton Castellanos, así como el secretario del ramo Luis Enrique
Bracamontes y un representante del congreso de la entidad norteña, el diputado
José López Gastélum, originario de Santa Rosalía, BCS, todos para ponderar
anticipadamente las bondades de la obra.
Días antes
había sido acondicionado ahí, a toda prisa, un museo al que fueron llevados
diversos bienes del patrimonio arqueológico, histórico y paleontológico
sudcaliforniano, que al poco tiempo desaparecieron; del Archivo Histórico impedimos
que extrajeran cosa alguna, pese a las amenazas.
Luego fue
establecida en esas instalaciones la escuela Normal del Desierto, que por
varias razones derivadas de la falta de planeación con que fue creada, hubo de reubicarse
poco después en Loreto con carácter de Centro Regional de Educación Normal
(CREN) que aún conserva.
Como de dicho
conjunto sólo funcionó el albergue-parador, que se concesionó primero a
Nacional Hotelera (como hotel Presidente) y en los últimos años a la cadena de
hoteles La Pinta, de los dos lados fueron hechas propuestas de utilización del
resto del área, sin logro tangible.
Como ninguno
de los proyectos tuvo claridad de objetivos, sustento técnico y voluntad
política suficientes para ser factible y rentable, la secretaría de la Defensa
Nacional terminó por ocuparla.
A pesar de su
utilidad para la región meridional, es razonable que a los bajacalifornianos
poco atractiva resulte la operación de una carretera que es ruta de salida de turistas
locales y norteamericanos hacia el sur. Por eso, para que sea cabalmente
cumplido el propósito de que se construya la carretera de cuatro carriles, debe
haber voluntad política previa y empeño decisivo de ambas partes.
RESEÑA
50
AÑOS DE GOBIERNOS CIVILES EN BAJA CALIFORNIA SUR*
Prólogo por
Vicente Cardoza López
La
conversión de Territorio a Entidad Federativa del Estado de Baja California Sur
vino a cristalizar arraigados anhelos de varias generaciones de
sudcalifornianos en torno al ejercicio de la autodeterminación pública.
En ese entonces, hace cuarenta años, este
importante evento se vio nutrido con el restablecimiento de los ayuntamientos,
la conclusión de la carretera Transpeninsular, la ampliación de la red de Transbordadores,
pero sobre todo por la fundación de las instituciones públicas de educación
superior y de investigación en funcionamiento desde entonces en esta media
península.
Esto último ha sido una circunstancia muy
afortunada porque ha posibilitado, a través de la profesionalización del
servicio público, la estructuración de las instituciones públicas y privadas
creadas a partir de entonces.
En este escenario, la Universidad Autónoma
de Baja California Sur, fundada en este contexto desarrollador de los años
setenta en este rincón lejano de la patria mexicana, ha sido un actor
importante que ha contribuido en estas últimas décadas a fortalecer estos
procesos de institucionalización a través de sus productos de investigación y
la formación de recursos humanos.
Estos profesionistas han participado
activamente en la formalización de los poderes públicos locales establecidos en
Baja California Sur, han sido testigos y promotores de su evolución y ajuste a
los nuevos tiempos y han desempeñado un relevante papel en la vida educativa,
social y cultural en Baja California Sur.
Sin embargo, la asignatura pendiente de
acreditar es la que corresponde a advertir atinadamente las fortalezas,
oportunidades y ventajas competitivas que posee Sudcalifornia para promover un
desarrollo económico sustentable más consistente que se concrete en la
reactivación de sus sectores productivos y la generación de más y mejores
empleos.
Por ello, este libro que tiene en sus manos,
formulado por distinguidos universitarios y coordinado por el Dr. Alfonso
Guillén Vicente, profesor-investigador adscrito al Departamento Académico de
Ciencias Sociales y Jurídicas, representa un esfuerzo de caracterización de la
vida pública institucional en Baja California Sur en este ya avanzado nuevo
milenio; ejercicio que reconoce el valor de la tarea de hacer memoria de lo que
ya sucedió para proyectar mejor los nuevos retos de los mexicanos de
Sudcalifornia.
* Presentado el martes 14 de noviembre de 2017 en la UABCS.
CONMEMORACIÓN
DE LA PAZ, BAJA CALIFORNIA SUR*
En los años
de 1940 del siglo pasado, la tuberculosis era una enfermedad mortal y un grave problema de salud en nuestro
país. Ello llevó al médico paceño Francisco Cardoza Carballo a gestionar ante
el gobernador Francisco J. Múgica, la construcción y operación de un hospital
antituberculoso, así como del correspondiente preventorio para hijos de las
personas con ese padecimiento.
El hospital quedó ubicado en la avenida
Nicolás Bravo entre Lic. Verdad y Josefa Ortiz de Domínguez, donde algunos años
después fue reubicado el hospital “Salvatierra”.
El preventorio era precisamente para
prevenir que los niños se contagiaran de la enfermedad de sus padres, y dentro
de él fue establecida una escuela primaria a fin de que ahí mismo recibieran
clases sin necesidad de salir a tomarlas en otras escuelas de La Paz. El
preventorio estaba donde ahora funciona el jardín de niños “Rosaura Zapata”, en
Ignacio Ramírez entre Independencia y 5 de Mayo, y el nuevo plantel recibió el
nombre del héroe sudamericano Simón Bolívar.
El descubrimiento de la causa de la
tuberculosis por el médico microbiólogo alemán Robert Koch y el posterior
descubrimiento de la vacuna hicieron innecesarios tanto el hospital como el
preventorio, que consecuentemente dejaron de funcionar. En 1967, durante el
gobierno de Hugo Cervantes del Río se dispuso la nueva edificación de la
escuela “Simón Bolívar” en la manzana que ocupa desde entonces (5 de Mayo,
Josefa Ortiz de Domínguez, Independencia y Héroes de Independencia).
Al año siguiente, el embajador de Venezuela
estuvo acompañado del gobernador, el comandante de la III Zona Militar, el
director de Educación Primaria, el dirigente sindical de los Trabajadores de la
Educación, el representante de la Suprema Corte de Justicia y el director de la
escuela Normal Urbana para develar el busto de Simón Bolívar en la propia
institución, que este día celebra su primer medio siglo mediante un programa
que se llevará a cabo durante diez días. Enhorabuena.
FERROCARRILES SALINEROS DE BAJA CALIFORNIA SUR
SALINA DE
PICHILINGUE*
En la salina de Pichilingue, ubicada en la
ex isla (ahora península) de San Juan Nepomuceno, 14.5 kilómetros al norte de
La Paz, las prácticas de transporte eran similares a las de la isla de San
José.
Situado casi en el centro de la tierra
ocupada por la salina, el ferrocarril de vía estrecha usaba tracción
de mula para el transporte de la sal para el embarcadero. Propiedad de los
intereses de Cornejo, de La Paz, y una de las operaciones más pequeñas de sal,
Pichilingue normalmente produjo 1,600 a 1,800 toneladas cada año, aunque Zárate
reclamó 2,000 toneladas para el año en curso, con un potencial de 5.000
toneladas.
Otras propiedades salineras en Baja
California Sur pueden haber tenido operaciones ferroviarias, en lugares como San
Evaristo, en La Paz, y La Salina, en San José del Cabo.
Como resultado de sus búsquedas en esta
materia, el investigador publicó 6 años más tarde, en 1988, una extensa obra de
350 páginas profusamente ilustradas, que editó Golden West Books, de San
Marino, Alta California, con el título de Baja California Railways.
*
Quinta y última de cinco partes de la exposición presentada en el II Congreso Internacional
de Antropología de la Sal efectuado en Cabo San Lucas, California del Sur, el
viernes 13 de octubre de 2017.
LOS FERROCARRILES SALINEROS DE BAJA CALIFORNIA SUR
ISLA
DE SAN JOSÉ*
Está
situada al sur del golfo de California, a unos 80 km al norte de La Paz. Está
separada de la península de Baja California por un canal de 6 a 10 km de ancho.
La isla tiene aproximadamente 31 km de largo y 10 km de ancho máximo, con
superficie que alcanza poco más de 182 km².
En la
esquina al sudoeste de la isla de San José, 81.5 kilómetros al noroeste de La
Paz, cerca de un punto llamado "El Amortajado", la empresa de un señor
Arce operaba un estanque de evaporación considerable. El control de la
propiedad fue objeto de una controversia permanente: el representante de Arce
informó de sólo 1,100 toneladas anuales de sal, mientras que el de Zárate había
estimado salida de casi seis veces esa cifra.
Para el transporte
de sal desde la mitad de las salinas al embarcadero, una distancia de 200
metros, un ferrocarril, “formado por estrechos pero fuertes listones de madera
puesto en acero (que duran más que los carriles ordinarios)..." estaba en
uso.
*Cuarta
de cinco partes de la exposición presentada en el II Congreso Internacional de
Antropología de la Sal efectuado en Cabo San Lucas, California del Sur, el
viernes 13 de octubre de 2017.
FERROCARRILES SALINEROS DE BCS
ISLA DEL CARMEN
Tiene superficie de 15,000 hectáreas, localizada en la costa oriental de la península californiana, y
pertenece al municipio de Loreto, Baja California Sur.
Afirma Kirchner que “De los ferrocarriles
salineros probablemente el más interesante es el de la isla del Carmen,
una salina que tiene sus orígenes comerciales en la época de los jesuitas. La
familia Viosca, de La Paz, construyó un ferrocarril y vía de 762 mm de ancho antes
del año 1875. En 1899 tenía una locomotora de vapor y unos 40 carros para
cargar la sal. En 1908, el control de la operación fue transferida a una empresa
inglesa, la Compañía Salinera del Pacífico, y después de unos años de operación
esporádica mejoró la recolección de sal con un equipo nuevo, incluyendo la
primera de dos locomotoras de tipo Plymouth en el año 1929”.
Subraya Kirchner que “Un detalle muy
interesante sobre la isla del Carmen apareció en una foto en el trabajo sobre
Baja California de Southworth en 1899”, o sea el libro El territorio de la B. C. ilustrada, impreso en San Francisco, y
que pudimos reeditar en 1989.
“El concepto de propulsar un tren o carro de
ferrocarril por el viento no fue tan raro” –dice, y agrega que ha visto dibujos
de carros de este tipo-, pero esa foto de un carro con una vela, en
la isla del Carmen, es el único ejemplar que vio en casi 20 años de investigación
sobre ferrocarriles.
Hace saber el conferenciante que hasta esa
fecha existían varios restos del ferrocarril que se podían apreciar,
“incluyendo una pequeña sección de vía utilizada para cargar el muelle con un
tractor que realizaba las maniobras. Las locomotoras Plymouth quedan como
chatarra y, si se busca un poco más, uno puede
encontrar la caldera de
la locomotora de vapor, una máquina de la fábrica Baldwin más o menos del año
1880, probablemente de segunda mano y del estado de Colorado, EUA.”
*Tercera
de cinco partes de la exposición presentada en el II Congreso Internacional de
Antropología de la Sal efectuado en Cabo San Lucas, California del Sur, el
viernes 13 de octubre de 2017.
FERROCARRILES SALINEROS DE BAJA CALIFORNIA SUR
LAGUNA
OJO DE LIEBRE
La
laguna Ojo de Liebre (anteriormente conocida como laguna Scammon, por el cazador ballenero que la registró en sus
publicaciones; luego el nombre fue cambiado por Hare's Eye Lagoon y finalmente traducido éste al español), es una
albufera o depósito natural de agua en la costa, de menor dimensión que un
lago, situada en el municipio de Mulegé, cerca de la ciudad de Guerrero Negro,
en la parte noroeste del estado mexicano de Baja California Sur. Se encuentra
frente al océano Pacífico y está inscrita como Patrimonio de la Humanidad de la
UNESCO, en la Reserva de la Biosfera del desierto de Sebastián Vizcaíno. Posee
una importante planta comercial de sal
y es un significativo hábitat
para la reproducción
e hibernación de
la ballena gris así como la foca de puerto y otros mamíferos, como el león
marino de California, el elefante marino del norte, la ballena azul y cuatro
especies de tortugas marinas en peligro de extinción. Asimismo es refugio de
aves acuáticas en invierno.
Este
Patrimonio de la Humanidad y la operación de la planta de sal en la laguna Ojo
de Liebre evidencian la delicada coexistencia de un hábitat natural con un
sistema industrial.
“La historia de Ojo de Liebre –explica
Kirchner- incluye la de una operación clandestina durante el siglo XIX,
construida en los 60s para llevar sal a la Alta California; con una vía de 6 km
y con tracción de obreros chinos llevaba sal a un muelle.” Muchos años después,
en los 20s del siglo pasado, otra empresa construyó un ferrocarril en Ojo de Liebre
para la explotación de sal. “Salía de las salinas sobre un muelle muy largo;
hoy se puede ver lo que queda de los postes de madera y rieles casi destruidos
por la oxidación de la sal.”
Segunda
de cinco partes de la exposición presentada en el II Congreso Internacional de
Antropología de la Sal efectuado en Cabo San Lucas, California del Sur, el
viernes 13 de octubre de 2017.
LOS FERROCARRILES SALINEROS DE BAJA CALIFORNIA SUR
POR ELIGIO MOISÉS CORONADO
El Dr.
John A. Kirchner, de la Universidad de California en Los Ángeles, ofreció su
conferencia acerca de los ferrocarriles en BCS, en la III Semana de
Información Histórica de Baja California Sur, en la capital del estado, en
noviembre de 1982.
Esa charla estuvo precedida por la
publicación del texto completo del investigador, cuya edición tuve oportunidad
de promover a principios del mismo año.
Comenzó su exposición advirtiendo que “Pocos
autores han reparado en los ferrocarriles construidos para servicio en las minas,
haciendas, industrias forestales y otras actividades comerciales. En el caso de
BCS –dijo-, todos los ferrocarriles construidos en la entidad eran de esa
categoría, es decir ferrocarriles o tranvías utilizados para usos particulares
y no para carga en general o transportación de pasajeros.”
“Tratando específicamente de BCS –informó-,
es interesante notar que fue la única entidad [del país] que nunca poseyó un
ferrocarril en operación bajo concesión federal mexicana.
“Sin embargo, el número de ferrocarriles
realmente construidos en BCS es notable.” Por supuesto, para los fines de esta
charla nos ocuparemos sólo de los ferrocarriles dedicados a transportar sal, de
los cuales hubo cuatro casos de ferrocarriles ligeros: en la zona de Ojo de
Liebre y las islas Del Carmen, San José y San Juan Nepomuceno.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)