ACTUALIDAD
ANIVERSARIO DE LA MISIÓN DE LA PAZ
A este acontecimiento se hallan relacionados por lo menos tres hechos
también significativos para nuestra historia regional: el de que la embarcación
que llamaron el Triunfo de la Cruz, en
que los dos primeros hicieron la travesía desde la capital loretana, fue la
primera construida enteramente en lo que hasta entonces era conocido como las
Californias (desde el cabo de San Lucas hasta San Francisco, al norte
continental), en la sierra de la misión de Guadalupe Guasinapí, con maderas de güéribo (Populus brandegeei),
mediante mano de obra indígena y bajo la dirección del mismo padre Ugarte.
El establecimiento paceño, noveno en la lista de fundaciones jesuíticas,
había sido financiado por don José de la Puente y Peña, marqués de Villapuente,
y se extendió luego a las visitas de San Blas, Ángel de la Guarda y San
Hilario. Sirvieron como ministros en ella el mismo sacerdote Bravo (de origen
español), William Gordon (escocés) y Sigismundo Taraval (italiano), hasta que
debió ser abandonada debido a la hostilidad indígena que tuvo su momento más
dramático en la rebelión de 1734-1736 que se inició en el sur peninsular y se
extendió hasta los confines norteños.
Un segundo hecho notable es el de que, como parte de su penosa caminata
desde Loreto a La Paz, Guillén comentó en su diario haber tocado, entre otros
muchos, un lugar denominado San Andrés Tiguana
(al que había dado nombre él mismo en una marcha previa hacia la bahía
magdalena), que algunos sostenemos como origen auténtico del nombre de la
ciudad de Tijuana, lo que descarta supuestas oriundeces como la del rancho de
la tía Juana y otras, que son producto más de la confusión y la especulación
que de la certeza documental.
Una tercera derivación notable de la fundación a que ahora nos
referimos, es la circunstancia de que, a partir del desarrollo minero de la
región de San Antonio (al sur de La Paz) por Manuel de Osio, cerca del poblado
de Las Casitas tuvieron lugar los trabajos en la mina a la cual fue dado el
título de “El Triunfo”, y que con el tiempo recibió la población que hoy
conocemos con ese nombre, en evocación a la pequeña balandra de Ugarte que
condujo a la creación misional de la actual capital de Baja California Sur.
CRÓNICA HUÉSPED
FUNDACIÓN DE LA MISIÓN DE
LA PAZ
Por
Miguel Venegas, S. J.

Desde la entrada del almirante Atondo, cuarenta años antes, estaban
estos indios recelosos de los españoles, como dijimos, y en continua guerrilla con
los buzos que iban a sus costas. Había de ordinario recíprocos daños, prisiones
y muertes, y era de temer que tal vez los guaycuros
fomentasen alzamientos y rebeliones aun en las naciones ya cristianas [...]
Era forzoso hacer a un mismo tiempo dos entradas, una por mar y otra por
tierra. La de tierra para abrir camino y comunicaciones desde Loreto para las
ordinarias provisiones y amistar las naciones de la medianía; y la de mar para
que pudiese ir cómodamente toda la gente, vituallas y prevenciones que para una
empresa tan arriesgada era menester. La entrada por tierra se encomendó al
padre Clemente Guillén, desde su misión de San Juan Bautista Ligüí. De la de mar se encargó el padre
Juan de Ugarte, que quiso estrenar su balandra califórnica El Triunfo de la Cruz, con este viaje tan correspondiente a su
nombre, y de tan feliz agüero.
Embarcóse, pues, en ella el padre Jaime Bravo, que estaba ansiosísimo de
dar principio a su misión y tareas el día de Todos Santos, primero de noviembre
de dicho año 1720, y llegando felizmente a La Paz saltó en tierra la gente con
buen orden, como en tierra enemiga. Mas presto se vio que no había tanto que
recelar, como se pensaba, porque aunque algunos guaycuros de lejos se pusieron sobre las armas, luego que vieron a los
padres que con sólo un indio intérprete se adelantaron hacia ellos, se sentaron
en señal de sosiego.
Hiciéronles los padres muchas caricias, diéronles cuchillos, belduques,
navajas y otros utensilios y dijes que estiman mucho y recibieron bien. Y por
medio del indio les dijeron que venían a ser sus amigos y a hacer también sus
paces con los isleños de San Joseph, de Espíritu Santo y otros cercanos,
antiguos enemigos y destruidores de los guaycuros.
Mostraron mucho contento y alegría, pero en los primeros días no quisieron
acercarse a los soldados. Finalmente vinieron poco a poco muchos, aun de
rancherías lejanas, traídos principalmente de aquellos tres prisioneros que
dejó el padre Salvatierra, los cuales los habían ya informado largamente de su
buen acogimiento en Loreto, y que los padres no eran como los buzos, ni hacían
mal sino bien a todos.
Con esto y mucho más con la gracia singular del padre Ugarte para
hacerse respetar y amar de los bárbaros, se levantaron chozas de enramada y
casas pajizas para toda la gente: se limpió el sitio para la iglesia y pueblo,
se sacaron de la balandra las provisiones y animales, y se empezó a poner en
orden, con gran gusto de los guaycuros,
la nueva mision.”
Tomado de Noticia de la California, Editorial Layac, Madrid, 1943, tomo II,
págs. 205, 207.
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