GOLFO DE CALIFORNIA

ALGO MÁS SOBRE MINERÍA

El arquitecto Jaime Martínez Veloz, titular de la Comisión para el Diálogo con los Pueblos Indígenas de México, recientemente hizo declaraciones (La Jornada, 12 de junio anterior) relativas a la minería en México, que esta crónica transcribe aquí en sus partes esenciales por cuanto tienen de interés particular para Baja California Sur.
    Puede adelantarse que Martínez Veloz ha construido un curriculum vitae como profesional, político, maestro universitario y escritor que avala sus asertos desde la posición en que lo invitó a colaborar el presidente Peña Nieto.
   Expresa que en los regímenes de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón fueron entregadas 96 millones de hectáreas del país en concesiones mineras, asegura que la mitad del país está concesionada a empresas de este ramo y que ello ha ocasionado conflictos e intranquilidad social en todo el país, pues se quieren imponer proyectos sin consultar previamente a las comunidades que se están viendo o se verían afectadas por ellos.
   El comisionado subrayó el hecho de que “el 70% de la minería que se hace en México es llevado a cabo por empresas canadienses.”
   Dice que para obtener una tonelada de un metal tienen que ser removidas más de 119 millones de toneladas de tierra, equivalentes al destrozo de unas 400 hectáreas, a lo que hay que agregar las miles de toneladas de cianuro que van a parar a mantos del subsuelo, con su consecuente resultado de contaminación.
   En su exposición agregó que “entre 2005 y 2010, según cifras de la Auditoría Superior de la Federación, los ingresos de las empresas mineras canadienses en México fueron de aproximadamente 552 mil millones de pesos; sin embargo, las compañías “sólo pagaron al Estado mexicano unos  6,500 millones de pesos, apenas el 1.18% de sus ganancias. Esto se debe a que, en el gobierno Felipe Calderón, las firmas trasnacionales obtuvieron beneficios fiscales”, dado que nuestras autoridades les devuelven el Impuesto Sobre la Renta (ISR) que pagan en México.
   Dijo que “los únicos patrones de negociación en este momento con los pueblos, en lugares donde hay proyectos, son la cooptación, el engaño, la exclusión, la represión, según sea el caso.”
   Por eso aseveró que es preciso legislar convenientemente para resolver los conflictos que puedan originarse en este rubro, y sostuvo que la forma mejor es que las sociedades puedan, en forma igualitaria, dialogar con empresas y gobiernos, en sus lenguas, y discutir cada una de las acciones en sus tierras y sus territorios.”

   He aquí una opinión calificada y útil para establecer criterios adecuados hacia las decisiones que se habrán de tomar al respecto en el ámbito sudcaliforniano, porque van en éstas el presente y los tiempos por venir de nuestra entidad.

VALOR SUDCALIFORNIANO TANGIBLE

Jesús Leonor Isáis Verdugo, la maestra Quichu, es con mucho un valor real que ha sembrado con profesionalidad, empeño y vocación en la parcela musical de la cultura sudcaliforniana.
   Parte de su cosecha pudo ser disfrutada la noche de un día reciente en la Sala de Conciertos de la Escuela de Música del Estado, cuando presentó la clausura de cursos del Centro de Formación Musical “Profr. Luis Peláez Manríquez” que ella dirige con apoyo docente muy eficaz.
    En un programa de impecable estructura en que se mostraron los resultados de la enseñanza pianística en esa institución, desde los pequeños iniciados, los del ciclo elemental y el avanzado, los estudiantes fueron dando cada quien lo suyo, hasta llegar a talentos verdaderamente apreciables.
   Como es fácilmente advertible, anteceden a estos logros un enorme empeño, gran dedicación y generoso afán de fertilizar la sensibilidad infantil y juvenil para hacer gente con facultades y sentimientos superiores, sudcalifornianos buenos, ciudadanos positivos, mexicanos mejores.
   ¿No es esto acaso lo que se quiere para abatir todo aquello que duele a la colectividad social, que daña, entristece y nos pone escépticos y pesimistas...?
   La maestra Quichu está poniendo la parte que cree que le corresponde en ese afán, con aptitud y desprendimiento pero también con modestia, lo que la convierte en un valor sudcaliforniano tangible, medible por sus consecuencias y de frutos objetivos.
   Es seguro que a la maestra Quichu le es prescindible cualquier reconocimiento a la tarea que realiza y a su propia contribución como ejecutante de excelencia.
   Pero fuera sugerible que, entre tanto homenaje cuestionable, alguien pensara en las personas que de verdad han hecho aportaciones de calidad real a esto nuestro que llamamos Sudcalifornia.