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ALGO MÁS SOBRE MINERÍA

El arquitecto Jaime Martínez Veloz es, desde enero de 2013, titular de la Comisión para el Diálogo con los Pueblos Indígenas de México, y recientemente hizo declaraciones (La Jornada, 12 de junio anterior) relativas a la minería en México, que este blog transcribe aquí en sus partes esenciales por cuanto tienen de interés particular para Baja California Sur.
    Puede adelantarse que Martínez Veloz ha construido un curriculum vitae como profesional, político, maestro universitario y escritor que avala sus asertos desde la posición en que lo invitó a colaborar el presidente Peña Nieto.
   Expresa que en los regímenes de Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón fueron entregadas 96 millones de hectáreas del país en concesiones mineras, asegura que la mitad de México está concesionada a empresas de este ramo y que ello ha ocasionado conflictos e intranquilidad social en todo el país, pues se quieren imponer proyectos sin consultar previamente a las comunidades que se están viendo o se verían afectadas por ellos.
   El comisionado subrayó el hecho de que “el 70% de la minería que se hace en México es llevado a cabo por empresas canadienses.”
   Dice que para obtener una tonelada de un metal tienen que ser removidas más de 119 millones de toneladas de tierra, equivalentes al destrozo de unas 400 hectáreas, a lo que hay que agregar las miles de toneladas de cianuro que van a parar a mantos del subsuelo, con su consecuente resultado de contaminación.
   En su exposición agregó que “entre 2005 y 2010, según cifras de la Auditoría Superior de la Federación, los ingresos de las empresas mineras canadienses en México fueron de aproximadamente 552 mil millones de pesos; sin embargo, las compañías “sólo pagaron al Estado mexicano unos  6,500 millones de pesos, apenas el 1.18% de sus ganancias. Esto se debe a que, en el gobierno Felipe Calderón, las firmas trasnacionales obtuvieron beneficios fiscales”, dado que nuestras autoridades les devuelven el Impuesto Sobre la Renta (ISR) que pagan en México.
   Dijo que “los únicos patrones de negociación en este momento con los pueblos, en lugares donde hay proyectos, son la cooptación, el engaño, la exclusión, la represión, según sea el caso.”
   Por eso aseveró que es preciso legislar convenientemente para resolver los conflictos que puedan originarse en este rubro, y sostuvo que la forma mejor es que las sociedades puedan, en forma igualitaria, dialogar con empresas y gobiernos, en sus lenguas, y discutir cada una de las acciones en sus tierras y sus territorios.”
   He aquí una opinión calificada y útil para establecer criterios adecuados hacia las decisiones que se habrán de tomar al respecto en el ámbito sudcaliforniano, porque van en éstas el presente y los tiempos por venir de nuestra entidad.

NOTA: Las frases en negritas son del texto original.

CRÓNICA HUÉSPED

CALIFORNIA, ¿PARAÍSO O INFIERNO?

Por Salvador Bernabéu Albert

   A los deseos jesuitas de controlar el poder religioso y militar de la península y de poner bajo su tutela los futuros proyectos de colonización, le acompañaron el monopolio del discurso literario y propagandístico. Su visión de la misión en California se extendió por el orbe gracias a sus colegios, casas y agentes en las cortes europeas. En contraposición, se difundieron en secreto, oralmente, los rumores y las murmuraciones. Ambos se esparcieron y se confundieron continuamente, alimentando  un incesante debate crítico sobre las realizaciones jesuitas y los fines ocultos de su presencia en tan desolados parajes. Los rumores se convirtieron, para el vulgo, en los desveladores del secreto de los jesuitas. En los primeros años, las críticas fueron dirigidas a la ilicitud y exageración de los controles jesuitas sobre los militares, los barcos y las riquezas de la península. Sus autores fueron los soldados y los marineros puestos bajo el mando jesuita, además de los pobladores de la contracosta (Sonora y Sinaloa), acostumbrados a ir con o sin licencia a los placeres perleros. Por último, también los armadores de Guadalajara y México, que vieron cerrada una de sus fronteras de inversión y expansión, se sintieron decepcionados y perjudicados por los controles jesuitas del golfo de California, también conocido como mar Bermejo o mar de Cortés.
   En las primeras obras impresas sobre la California jesuita [cartas de los padres Salvatierra y Píccolo], la llegada de la Compañía fue presentada como el inicio de una nueva época. En las cartas de gratitud a los bienhechores –editadas en 1698 y 1699--, Salvatierra ensalzó el triunfo de la fe y anunció una feroz batalla entre María, la gran conquistadora, y el demonio, para la que eran necesarias nuevas aportaciones. Al presbítero Juan Caballero y Ocio le escribió: << ¡Dichoso del escogido para poblar de tantas naciones el reino perdido por Luzbel! >>; y a sus compañeros ignacianos –especialmente al procurador de México Juan de Ugarte—les describió con más detalles los retos de la incipiente comunidad californiana: los problemas de abastecimiento, las primeras impresiones del país y los encuentros con los indios. Esta diversidad de matices será una constante en los años siguientes, conviviendo varias visiones e interpretaciones en los mismos escritos jesuitas. No hay un único discurso ignaciano, lo que provocó que los mismos misioneros se desmintieran y se contradijeran antes y después de su salida de California.
   Esta idea de una conquista de lo inconquistable se repitió en la mayoría de los cronistas jesuitas de la California. La idea central de Salvatierra era que la Virgen había posibilitado la ocupación porque los jesuitas no codiciaban las perlas. La California era conquistable ahora por la falta de ambición económica. En carta a Ugarte (9 de junio de 1699) fue más explícito: <>.
   En sus cartas e informes, los jesuitas –en busca de apoyos oficiales y de donaciones particulares— se presentaron como elegidos por María para sacar al territorio de las garras del demonio, que utilizará todas sus armas para echar a los padres. Esta batalla sin tregua justificaba el poder de los religiosos y los frenos a la colonización civil.

En Expulsados del infierno. El exilio de los misioneros jesuitas de la península californiana (1767-1768), Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2008, págs. 46-47.    

(Imagen: ciberjob.org/)