BAJA CALIFORNIA SUR (II)


 2012: XL aniversario de la reinstauración del municipio en BCS, 
           y año del tránsito de Venus por el disco solar.

ACTUALIDAD


LA FEDERACIÓN Y SUS DELEGADOS

Lo expresó acertadamente Ricardo Barroso en estos días: “Que las delegaciones federales dejen de ser premios para los amigos de los secretarios de Estado en turno; que ya no manden a Baja California Sur como si fuera un castigo a personas ajenas a nuestra idiosincrasia…”        

   Cuando se habla de federalismo se hace referencia a un sistema de confederación (alianza, liga, unión, pacto) entre estados soberanos que ceden algo de su soberanía en favor de los objetivos nacionales. Sin embargo, en virtud de la estructuración histórica de la sociedad mexicana, regida por dos imperios fundamentalmente centralistas  -el azteca primero y el español después, especialmente en los últimos años de la vida colonial-, la federación de la nueva república mexicana se dio precisamente al revés: mediante un poder central que cedió algo de sus atribuciones y competencias a los estados que la constituían.

   De ahí se derivan muchos de los males endémicos del país, sobre todo de índole administrativa, económica y política, que por las mismas presiones de las entidades federativas se ha procurado aliviar al menos.

   El centralismo, que en diferentes formas ha inhibido el desarrollo de las regiones periféricas, ha afectado negativamente al mismo núcleo y propiciado en él un desordenado e indeseable crecimiento demográfico que de varias maneras es causa del cúmulo de problemas que ha de enfrentar, casi irremediablemente, hasta ahora, el Distrito Federal.

   Los estados aspiran a obtener la autonomía que les ha sido negada por la composición política de la nación, desde sus orígenes y en el transcurso de su existencia independiente.

     Por eso se debe convalidar el criterio que sustenta la necesidad de que todas las representaciones del gobierno federal sean ejercidas por los ciudadanos que conozcan mejor al estado y posean más competencia en las funciones que deben llevar a cabo.

   No se trata, creo, de reavivar conflictos regionalistas sino de desbrozar los caminos hacia un federalismo que de veras funcione y no quede sólo en buenos propósitos.

   Periódicamente nos enteramos de que determinado ciudadano tomó posesión del cargo de delegado en esta provincia, de alguna de las dependencias del gobierno federal. Y uno tiene que preguntarse si dicho señor, aparte de gozar de la amistad y la confianza de su remoto jefe, tiene algún mérito relevante (postgrado, estudios de especialización, contribuciones, experiencia sobresaliente y obra publicada, por lo menos, en el campo que va a atender,) que justifique la comisión de prestar servicios en una región de la República que desconoce, como ocurre en casi todos los casos.

   Ningún estado merece, y el nuestro menos que cualquiera  -por sus precarias condiciones de crecimiento económico-, quedar así sujeto a constantes pruebas de ensayo y error en las que, por supuesto, se pierden tiempo, recursos y empeños.

   En vías de evitarlo quizá conviniera que fuese tomado el acuerdo, entre los regímenes estatales y federal, de que, para designar al encargado de las acciones respectivas en cada lugar, todo organismo de gobierno del centro sometiese a la consideración del ejecutivo o congreso locales al menos tres candidatos entre los que, obviamente, habría de quedar incluido un residente de la propia entidad, con currículum vítae competente.

   Con muchas posibilidades se lograría, de tal modo, que puestos de tan alta responsabilidad fuesen ocupados por personas cabalmente capaces de entender, comprender y querer satisfacer las aspiraciones de la colectividad, a las que unan vínculos y compromisos de auténtica solidaridad más allá de amistades y ataduras de naturaleza puramente política.
   (Imagen: cristalinks.com/)

HISTORIA


EFEMÉRIDES

MAYO

29 (1915). El Gral. Félix Ortega Aguilar, jefe político y militar del distrito Sur nombrado por el presidente Eulalio Gutiérrez, fue objeto de un cuartelazo por algunos oficiales de su misma tropa, que obligó al jefe revolucionario a salir hacia Sonora.

JUNIO

1 (1974). Representaciones políticas de esta entidad, encabezadas por el gobernador Félix Agramont, entregaron en Cabo San Lucas al presidente Luis Echeverría un pergamino en que le solicitaron promover la reforma al artículo 43 y demás relativos de la Constitución General de la República para erigir en estado de la federación mexicana al territorio de Baja California Sur. La petición fue elevada a iniciativa de ley que el ejecutivo federal anunció en su cuarto informe de gobierno y envió al Congreso de la Unión el 2 de septiembre del mismo año.

2 (1875). Estalló en La Paz un movimiento armado que encabezaron Emiliano Ibarra y Eduardo Rivas, quienes secuestraron al jefe político, general Bibiano Dávalos, cuya liberación le costó tres mil pesos. Fuerzas federales provenientes de Sinaloa llegaron a sofocar la rebelión, lo cual ocurrió el día 25 siguiente.

LIBRERÍA


LA TIERRA MÁS ESTÉRIL DEL MUNDO

En evocación a Carlos Fuentes,
con el mayor respeto.

En uno de los relatos del libro de Carlos Fuentes El Naranjo, el escritor hace decir a Martín Cortés (hijo del Conquistador y de la primera de sus mujeres amerindias, doña Marina, la “Malinche”) que su padre:
   “…dejó atrás el mundo de intrigas y papeleos que siguió a la conquista para lanzarse a Honduras primero y  luego al descubrimiento de la tierra más estéril del mundo, esa larga costa del mar del Sur donde no encontró, como acaso lo soñaba, ni el reino de las Siete Ciudades de Oro ni los amores de la reina Calafia, sino arena y mar.”
   Y agrega: “¿Cómo no iba a sentirse humillado cuando, de regreso de las Californias, el torvo y cruel Nuño de Guzmán le prohibió el paso por las tierras de Xalisco?”
   A este respecto, Fuentes resultó, por una parte, injusto, y por la otra, inexacto: Es difícil creer que don Hernando, oriundo de Extremadura (región ibérica de pobres recursos naturales que forzaron a las grandes emigraciones de su territorio desde la Edad Media), pudiese haberse referido a nuestra California (la primera de todas, la del sur peninsular) como “la tierra más estéril del mundo”, donde halló “sólo arena y mar”.
   Más cierto es que, si bien no encontró las ciudades de Cíbola, Quivira y El Dorado ni a Calafia (en especial porque sabía a la perfección que ésta era personaje de una novela de su época), su intento de casi dos años por establecerse en ella se frustró no por infecundidad de la tierra sino por ausencia de agricultura y de asentamientos humanos, así como por la resistencia de los nativos a la dominación, a pesar de que éstos no sufrieron ningún tipo de violencia de Cortés y su gente.
   La imprecisión consistió, a mi juicio, en lo referente a la supuesta prohibición de Nuño Beltrán de Guzmán. Digamos que, más bien, éste (el cruel y torvo, eso sí, conquistador y fundador de todo lo que fue conocido entonces como Nueva Galicia, desde Jalisco hasta Sinaloa) anunció su intención de obstaculizar el paso del marqués a la nueva tierra, pero las autoridades del centro novohispano le aconsejaron que mejor evitara oponerle resistencia porque la cosa iba en serio. De manera que ni para ir a California (que aún no tenía este nombre) ni al regreso de ella tuvo que toparse el extremeño con impedimento alguno del gallego, quien optó por mantenerse prudentemente alejado de los tránsitos de aquél por sus dominios.
   Termina Martín Cortés, según el autor, recordando que su padre le expresó, con ironía extraña, que “acaso dos cosas valieron la pena de esa expedición.”
   La primera fue haber  conocido el mar que pronto tomaría su apellido, “un golfo hondo y misterioso de aguas tan cristalinas que a flor de playa se parecía nadar en el aire, si no fuera por la multitud de peces plateados, azules, verdes, negros y amarillos que jugueteaban veloces a la altura de las rodillas de los soldados y marinos, encantados de encontrar ese paraíso placentero.” Contradicción y paradoja de las que está llena la historia de la California mexicana.
   Se preguntaba si era isla, si península, si conducía en verdad a las regiones de riqueza enorme prometidas por las leyendas de su tiempo.
   Lo que al fin de cuentas tenía sentido, confesó, era su hallazgo “del desierto y el mar, los cactus inmensos y el mar transparente, el Sol redondo como una naranja…”
   ¿Era todo aquello “la tierra más estéril del mundo”? Otro asunto es que el cielo le niegue la lluvia, como dijo Fernando Jordán.
   Licencias son, pues, de la literatura histórica a que pertenece la presente hazaña imaginística de Carlos Fuentes que mucho celebramos mediante esta reseña publicada por primera vez en la revista Nexos, en mayo de 1993.