ACTUALIDAD
“Y ojalá estemos a
tiempo de evitar la mexicanización” constituye la frase
que expresó en un correo electrónico particular el argentino Jorge Mario
Bergoglio, jefe del Estado Vaticano: el papa Francisco, pues.
Es la declaración que indignó a buena parte
de los mexicanos y, por supuesto, constriñó a su gobierno a solicitar las
consecuentes explicaciones (diplomáticamente comedidas, desde luego).
“Mexicanización” es la acción y el efecto de
mexicanizar. ¿Y que sería, en esta circunstancia, “mexicanizar”? Una vez en modo
infinitivo será, sin duda, asignar un sentido “mexicano” u otorgar una significación
mexicanística (relativa a lo mexicano) a algo, a algún hecho. En el presente asunto
quedó clara la insinuación peyorativa, que es decir despectiva o insultante,
porque se refirió a los problemas narcodelincuenciales que enfrenta el mundo,
particularmente el latinoamericano.
Es como si cualquier personaje, por
importante que fuere, usara el término “vaticanización” para designar el abuso
sexual de menores, basado en la ocurrencia de algunos casos de pedofilia por
parte de sacerdotes de esa religión, en una connotación genérica que resultaría
obviamente injusta.
Resulta penoso que una figura de tanta
jerarquía se manifieste de tal manera, incluso en el ámbito privado, ya que es
inaceptable que diga una cosa “aquí entre nos” (como dijo quien lo dijo), y exponga
otra distinta en público.
Hasta el papa está obligado, por lo menos en
cuanto jefe de Estado, a ser políticamente correcto.
Por lo pronto el daño quedó hecho, y bien
sabe el pontífice que “palo dado ni Dios lo quita”, así que pronto veremos que el
sustantivo verbal “mexicanización” pasará a ser un aporte del señor Bergoglio
al lexicón de la Academia de la
Lengua con la intención denostativa en que fue originalmente enunciado.
El padre espiritual de los católicos ha
guardado prudente silencio sobre el hecho, fue su vocero Federico Lombardini
(igual que Rubén Aguilar como agente de Fox) quien ha intentado explicar lo que
el supremo jerarca eclesiástico realmente dijo y lo que no quiso decir.
Habrá que acogerse, entonces, a la llamada
infalibilidad papal, dogma de fe impuesto por el concilio Vaticano I en 1870,
para aceptar que, en adelante, “mexicanización” sea acción y efecto de todo lo
malo que cualquiera pueda imaginarse.
Así, nadie en el resto del mundo estará
obligado a pensar (por esa humana tendencia a generalizar, especialmente cuando
se hace referencia a lo negativo) que en nuestro país son más los buenos que
los malos, que la inmensa mayoría nada tiene que ver con la narcodelincuencia,
y que estamos lejos de merecer la calificación que nos ha endilgado el jefe de
la iglesia de Roma y con que involuntariamente ha contribuido al crecimiento de
la lengua española.
CRÓNICA
XXXIX
ANIVERSARIO
Así, en aquel decreto número 35
quedaron definidos como objetivos esenciales de la UABCS, entre otros, “que todo
ser humano, preferentemente sudcaliforniano, con capacidad intelectual y
física, sin distinción…, reciba los beneficios de la educación superior.”
Asimismo “organizar y realizar trabajos
de investigación científica sobre las condiciones y el desenvolvimiento
integral y racional de los problemas y recursos humanos y socioeconómicos del
estado y de la nación…”
También “desarrollar en el individuo
cualidades físicas, intelectuales, éticas, estéticas, sociales y de solidaridad
para que tomen parte activa y consciente de las corrientes del pensamiento y de
la problemática actual del estado, la nación y el ámbito internacional.”
Y “contribuir a mejorar el nivel
físico, moral y cultural, humanístico, científico y técnico de la población del
estado y de la nación…”
En su artículo 49, al referirse a los
derechos y obligaciones de los estudiantes que en ella se forman, estableció
los principios de procurar su desarrollo armónico, mantener en su beneficio un
alto nivel académico y proyectar sus actividades en el medio social.
El artículo 52 determinó que, en
igualdad de circunstancias, los graduados en la UABCS tendrían preferencia en
la designación de todo el personal universitario.
Es decir que en las partes sustanciales
del documento quedó subrayado el sentido de Sudcalifornidad (fortalecida por la
búsqueda de la eminencia en la investigación, la docencia y el extensionismo
cultural) de la institución universitaria
--como resulta congruente--, sin que ello deba significar desatención a
sus compromisos implícitos, como son los de todos los centros de enseñanza
superior, con el país a que pertenece y con el resto del mundo.
Ésa fue la naturaleza primigenia de
nuestra universidad.
39 años después, convendría reflexionar
cuánto de la carne y el espíritu sudcalifornianos prevalecen aún en la
universidad de los sudcalifornianos.
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