FOLCLOR DE BCS POR BALLET POBLANO EN CHIAPAS


                                          EL CHAVERÁN

ACTUALIDAD

MUCHO QUÉ RECORDAR, POCO QUÉ CELEBRAR

Bajo el mismo título de la presente nota se desarrolló el discurso del maestro Francisco Careaga Domínguez, director de la Benemérita Escuela Normal Urbana (BENU), que fue lo único digno de escucharse en la tribuna conmemorativa del aniversario 60 de esa institución.
Porque el texto relativo a los diecinueve lustros de la Constitución Mexicana que leyó el secretario estatal de Educación Pública resultó un aburrido recuento de las maravillas que en su ramo ha realizado el actual régimen.
Recordó Careaga que el plantel, ahora a su cargo, mereció desde su fundación en 1944 el trato de máxima casa de estudios, y citó a varios de sus docentes que lo prestigiaron y le dieron identidad apoyados por un personal administrativo “responsable y comprometido” con su centro de trabajo.
Para todos los ahí reunidos fue una grata sorpresa que en un acto de tal naturaleza se dijeran verdades incontrovertibles pero hasta ahora convenientemente ocultas, como la de que, con el establecimiento del nivel de licenciatura para las carreras normalistas, hubo cambios significativos, y no para mejorar, mediante el cual se fue creando “un espacio de confort y privilegios con descargas académicas y el disfrute de nuevas prestaciones; se redujo la matrícula, las relaciones maestro-alumno cambiaron, los estudiantes empezaron a ingresar con bachillerato, todos mayores de edad y algunos casados; el estilo de enseñanza –impositivo y paternal- pasó a ser casi de auto aprendizaje, investigar-exponer y asignar calificación…”
Expresó que el proceso de federalización (1992) y el Acuerdo Nacional para la Modernización Educativa (1993) dejó a la educación normal en una “zona de indefinición entre los propósitos y contenidos de la educación básica y los esquemas de formación inicial de los futuros maestros de educación primaria.” Es decir una inconveniente disconformidad entre los planes de estudio de primaria y los normalistas.
Rememoró –quizá con algo de nostalgia- la antigua pertenencia al sistema federal “que era proveedor y paternalista, pero sobre todo atento a las necesidades de las escuelas”, y se pasó, bajo la tutela local, “a ser una parte más del aparato burocrático estatal, indiferente y administrador…”
Aseveró que las nuevas circunstancias produjeron efectos adversos para la escuela: “cero inversión en infraestructura y, desde hace doce años, reducción del ochenta por ciento en el presupuesto operativo.”
Lamentó que, al mismo tiempo que se robustecieron los derechos laborales se vieron debilitadas las obligaciones académicas.
Dijo enseguida que quince años después de la última reforma del modelo educativo normalista (1997) pueden advertirse “pocos productos que den constancia de nuestro trabajo institucional”, y sostuvo que los que hay son obra de empeños personales de mentores que, pese a todo, se dan tiempo para realizar tareas que van más allá de la sola impartición de clases.
Invitó a repensar la situación actual y la que se debe avizorar para los ciclos por venir con la idea de construir los propios logros y sumarlos a “la historia y el prestigio que hicieron otros.”
Y apuntó algunas líneas de lo que podría ser un vasto proyecto de trabajo en beneficio real de la BENU: construcción de espacios nuevos y adquisición de equipamiento necesario, promover de mejor manera el extensionismo cultural y deportivo, la capacitación tecnológica y el espíritu original de los servicios del internado anexo, que ofrece desde su fundación.
Igualmente importante: “mejorar los tiempos reales de enseñanza y su calidad, reconstruir el compromiso con la sociedad y las relaciones con las autoridades educativas y de gobierno”, así como abrirse a la rendición de cuentas y a la transparencia.
Ése fue el esbozo de los requerimientos urgentes y las soluciones adecuadas para que ese núcleo formador de docentes recupere el prestigio que le viene desde la raíz, en un ámbito irrenunciable de prerrogativas y deberes, de ascenso y fortalecimiento de la calidad académica, como corresponde a una institución de educación superior.
Ése fue el mensaje; que se escuche y atienda es otra cosa…
(Imagen: de una Ilustración en benu.edu.mx)

HISTORIA

EFEMÉRIDES

FEBRERO

12 (1860). La Diputación de Baja California promulgó el Estatuto Orgánico del Territorio.

14 (1996). Murió en México, D. F., Alberto Andrés Alvarado, pocos años después de haber culminado un gobierno (1981-1987) de positivas realizaciones en Baja California Sur.

15 (1847). Mauricio Castro, primer vocal de la Diputación Territorial, tomó a su cargo del gobierno político de la península, y se dio de inmediato a organizar la defensa contra la intervención norteamericana.

15 (1848). Se llevó a cabo el combate de San Vicente, en las proximidades de San José del Cabo, contra los intervencionistas norteamericanos, dos semanas después de que habían sido firmados los tratados que pusieron fin a la guerra en todo el país. En Sudcalifornia el rechazo a la agresión duró hasta abril siguiente.

PERSONAJES

ALBERTO ANDRÉS ALVARADO ARÁMBURO

Nació en La Paz, Baja California Sur, el 4 de febrero de 1925.
Inició estudios de medicina, fue locutor de radio en la ciudad de México y desde muy joven se incorporó a la función administrativa: gerente de la estación de energía eléctrica y de la empresa harinera paceñas, delegado de gobierno, diputado, delegado político en Tláhuac, D. F., funcionario del Partido Revolucionario Institucional (del que fue miembro toda su vida), senador de la República y gobernador de su tierra.
Bastarían el Plan Hidráulico Estatal y la Unidad Cultural de los Cuatro Molinos para convertir a su sexenio en paradigma de avance en la crisis que enfrentó y superó con valor, optimismo y visión; pero también están ahí están las reformas que impulsó para compactar y dinamizar la administración pública estatal, y sus arengas en el discurso encendido convocando al trabajo, a la productividad, a la unidad social, al amor a Baja California Sur, a la Sudcalifornidad.
Murió en la capital del país el 14 de febrero de 1996 como consecuencia de un asalto armado.
Una población de su estado natal y una escuela secundaria de La Paz llevan su nombre.
(Imagen: VI Informe del gobernador Alvarado; al lado su secretario particular Óscar Rodríguez de la Vega, 1987.)