ESPACIOS: 3A PARTE

ACTUALIDAD

A TOQUE DE CAMPANAS*

Durante el viaje sudamericano que hice hace ya quince años, llevé conmigo, para disfrutar su relectura, la novela A toque de campanas, de Raúl Antonio Cota, para ambientar en el ánimo el recorrido por las misiones jesuíticas de los cinco países que visité con la instructiva compañía del Dr. Miguel Mathes, de tan grata recordación por muchos sudcalifornianos.

   En el prólogo de aquella primera edición de 1994 patrocinada por CONACULTA –y aprecio que se haya conservado en la presente decorosa reimpresión--, digo que “La lectura de esta primera novela de Raúl Antonio Cota proporcionará, seguramente, variados elementos de apoyo para comprender mejor nuestra historia regional y, en algunos sentidos, para explicar el pensamiento y el actuar humanos en términos más amplios.” Confirmo lo dicho entonces cuatro lustros después.

   En general, los centros jesuíticos californianos tuvieron como denominador la lucha contra la adversidad del ámbito geográfico, la escasez de agua, la dependencia casi por entero del auxilio exterior y por ello las constantes hambres y penurias, el olvido de algunos que habían prometido ayudar y el desdén de otros que podían hacerlo, exploración de los territorios para la creación de nuevos núcleos de concentración humana imprescindibles a la tarea evangelizadora y el desarrollo de cultivos y ganados, las agotadoras idas y venidas de algunos religiosos al continente –en ocasiones acompañados de aborígenes- para conseguir socorros  y gestionar el cumplimiento de los ofrecidos; el encuentro frecuentemente infortunado entre el programa misionero y los hábitos seculares de una etnia indígena que había podido alcanzar verdadera y delicada armonía con su morada natural y una identidad cultural antes de la radicación europea permanente; las frecuentes epidemias, la soledad, el sacerdote, una siempre corta cantidad de soldados, el reglamento y algunos nativos para cumplirlo.

   En panorama, la vida en cada cabecera misional era como sigue: En la mañana se tocaba la campana y todos acudían a rezar al templo, luego a desayunar y enseguida cada uno a su trabajo. Toque de campaña otra vez entrada la mañana para la doctrina, primeras letras y canto con los niños.

   Al mediodía nuevos toques de campana; todos hincados oraban y cantaban el Alabado; se repartía pozole a los trabajadores, agregando algo de atole para ancianos y niños. Un descanso hasta más o menos las dos de la tarde y cada quien continuaba su fajina.

   Campana a las cinco y pasan los niños a repetir la rutina: rezo, doctrina y Alabado.

   Al anochecer, repique de campana y oración, distribución de la cena y asistencia a la iglesia para el Rosario, las letanías y el Alabado. A la salida se dirigían los hombres y las mujeres con su respectivo instructor a la doctrina.

   “Para quienes, como casi todos los indios norteños, estaban habituados a una vida de libertad, sin preocupación para realizar esto o aquello –se pregunta al respecto Miguel León-Portilla-, ¿qué debió significar verse así sometidos, siempre a toque de campana, a consagrarse a actividades específicas, rezos y devociones, horas fijas para comer, trabajos determinados y más rezos y devociones, siempre a toque de campana? Admitiendo, como admitimos, la mejor de las intenciones por parte de los misioneros, ¿no cabe suponer fundadamente que el nuevo ritmo de vida impuesto a los indios debió provocar en ellos más de un trauma cultural?”

   Reitero que la novela de Raúl Antonio se constituye en acercamiento preciso, minucioso a la vida cotidiana de los aborígenes en la misión y en el vasto campo californiano, a través de un observador-participante sensible y lúcido.

   Al final del prólogo digo que si con Milan Kundera reflexionamos en que el novelista, lejos del historiador o del profeta es un explorador de la existencia, el autor de la novela que hoy comentamos, integrada con especial merecimiento a la bibliografía californiana, estuvo guiado, sin duda, por un empeñoso afán de indagación al que enriquecen su amenidad narrativa, videncia poética y ejercicio imaginístico que con certeza apreciarán ustedes cuando adquieran, primero, y posteriormente gocen a solas este texto abundante de historia y literatura.

   Así sea. 


* Comentario en la presentación del libro, el 23 de junio de 2015 en el Archivo Histórico de BCS. (Emc)

CRÓNICA

LE ENCONTRAMOS DROGA A PABLO

Lo vimos en un anuncio de televisión hace algunos pocos años: el jefe de la casa llega al hogar y su esposa le dice que el director del colegio quiere ver a ambos. Se preguntan a qué se deberá, pero ninguno de los dos puede anticiparse la noticia terrible:

  - “Lamento hacerlos venir; le encontramos droga a Pablo; lo tenemos que expulsar.”

   Era un mensaje bien intencionado, sin duda, pero el productor expresaba en él algunas características preocupantes de la realidad.

   Uno podía imaginarse lo que seguía: El señor director, luego de estas palabras fatales, se lavó las manos tranquilamente y despidió a los padres de Pablo que confiaron en que éste había ingresado a una institución educativa donde podría continuar sus estudios hacia un futuro promisorio.

   Detengámonos a ver el cinismo irresponsable del directivo escolar cuando, con una lamentación a todas luces insincera, informa que al chico le fue hallada droga y sentencia: “Lo tenemos que expulsar.” 

   Es decir que, si no le hubiese sido hallada, Pablo hubiera estado exento de problema. Evidentemente lo tenía en cuanto consumidor o vendedor de droga, mas eso carecía de interés para el funcionario, que se limitó a trasladar el drama del joven y su familia a otra parte, afuera de los muros escolares, con aterradora displicencia.

   Fácil, ¿no? Se supone que, a continuación, nadie iba a cuestionar al director acerca de las causas del descubrimiento del que aparentemente se hallaba tan ajeno: Sencillamente “Le encontramos droga a Pablo; lo tenemos que expulsar”, y ya.

   ¡Cuál fue la advertencia subliminal de esta microhistoria televisiva? La de que el centro educativo de que se trate (primaria, secundaria, preparatoria o de estudios superiores) quedaba libre de asumir compromiso alguno respecto a sus alumnos en lo que atañe a uno de los altos riesgos de la conducta juvenil como es la adicción a las drogas. ¿Qué le parece?

   Entonces los señores directivos y profesores de tales centros educativos se limitarán a lavarse las manos y desafanarse de la preocupación primordial que debería ser la actuación de sus alumnos.

   El problema de la drogadicción alcanza ya índices alarmantes en Baja California Sur. ¿La respuesta del director de la escuela de Pablo podrá dejar tranquilos a los padres de familia que han confiado a determinadas instituciones la formación de sus hijos?

   En términos educativos, nada de lo que ocurre a nuestros alumnos nos es completamente ajeno, de tal manera que es una aberración pretender que la escuela (la universidad, el colegio o lo que sea) quede liberada de su compromiso ético, académico y social con decir “lo tenemos que expulsar”. Y santo remedio.

   ¿Qué se sigue de ahí, trátese de escuelas particulares o públicas? Una demanda formal en la Procuraduría Federal del Consumidor o en la agencia correspondiente del ministerio público, que determinará la situación de cada uno de los involucrados ante la ley.

   Porque la tragedia de Pablo atañe a todos, a más del muchacho: a sus padres, a los profesores y al director de ese centro educativo, a las autoridades gubernamentales, a la sociedad toda. Nadie puede pretender que está fuera del problema, decir olímpicamente “lo tenemos que expulsar” y quedar tan campante.

   Los problemas derivados de la drogadicción y el consecuente narcotráfico (porque sin demanda decrece la oferta), son efectos de causas más remotas y profundas. Y esas causas tienen orígenes en factores fundamentales como la familia, el barrio, el estrato social, las oportunidades y muchos más.

   Encontrarle droga a Pablo es, entonces, asunto menos sencillo de lo que parece.


   Quizá al final salgamos expulsados todos. (Emc)  

¿POR QUÉ IR A BAJA CALIFORNIA SUR?

ACTUALIDAD

CIEN AÑOS EN EL AIRE

LA FUERZA AÉREA MEXICANA


         En abril de 1913 la aviación militar en nuestro país fue organizada como “Escuadrilla Aérea de la Milicia Auxiliar del Ejército”.

         El 14 de abril del año siguiente, el teniente piloto aviador Gustavo Adolfo Salinas Camiña y el mecánico naval Teodoro Madariaga, en el biplano “Sonora” efectuaron el primer bombardeo aeronaval en el mundo con el ataque al buque de guerra “Morelos”, que se enfrentaba al cañonero “Tampico” frente al puerto de Topolobampo, Sinaloa, cuya tripulación se había rebelado contra el usurpador Victoriano Huerta.

         El jefe del ejército constitucionalista Venustiano Carranza, al confirmar las enormes posibilidades de la aviación, expidio el 5 de febrero de 1915 el acuerdo mediante el cual se creó el arma de aviación militar, y designó como jefe de ésta al mayor piloto aviador Alberto Salinas Carranza.

         Personajes ilustres de la aviación militar mexicana han sido, entre los primeros, los pilotos Emilio Carranza Rodríguez, Pablo L. Sidar, Carlos Rovirosa, Antonio Cárdenas Rodríguez, Roberto Fierro Villalobos y Arnulfo Cortés, éste último  fundador de la primera Compañía Mexicana de Aviación y creador del “Colegio del Aire”.

En mayo de 1942, un submarino alemán hundió al petrolero mexicano “Potrero del Llano” y nueve días después al “Faja de Oro”; por ello el presidente Manuel Ávila Camacho declaró el estado de guerra en contra de las potencias del Eje. La fuerza aérea expedicionaria mexicana, al mando de Antonio Cárdenas Rodríguez, partió enseguida hacia el teatro de operaciones del Pacífico. Del 4 de junio al 4 de julio de 1945, el escuadrón “201” condujo 53 misiones de combate apoyando a las fuerzas terrestres aliadas.

En 1961 dio inicio la era del jet en México, y con este tipo de aviones fueron creados dos escuadrones de pelea. Actualmente la FAM está integrada por 19 bases, 8 estaciones y 23 escuadrones aéreos, encuadrados en cinco grupos, de forma que la totalidad del territorio nacional se encuentra cubierto por esta fuerza armada, mediante la llamada “ala fija” (aeroplanos) y “ala rotativa” (helicópteros), asignados a operaciones del Ejército Mexicano contra el narcotráfico, reconocimiento y transporte ligero, transporte de personal y pertrechos, búsqueda y rescate de personal y material, transporte de carga, personal, vehículos ligeros y como ambulancia durante la aplicación del plan DN-II-E (en casos de desastres y auxilio a la población civil). Mención aparte merecen las acciones de combate y extinción de incendios forestales, así como de alerta temprana y control e intercepción de aeronaves ilícitas que se encuentren realizando actividades de narcotráfico.

Como reconocimiento a esta arma de defensa nacional, por decreto presidencial se dispuso que el día 10 de febrero de cada año sea celebrado como el de la Fuerza Aérea Mexicana.

LA BASE AÉREA MILITAR DE LA PAZ, BCS

Desde 1941 la FAM destaco unidades operativas en el aeródromo de la capital sudcaliforniana, aunque luego sus terrenos fueron vendidos por el gobierno del distrito Sur a la compañía algodonera y despepitadora para construir con esos fondos un aeropuerto de mayor capacidad, lo que dificultó las actividades de la fuerza aérea para establecerse en dicha plaza.

El 14 de noviembre de 1950, representantes de la secretaría de la Defensa Nacional y de la Fuerza Aérea Mexicana tomaron posesión del campo militar de aviación de esta plaza, a partir de cuya fecha se le conoció como Aeródromo Militar, y fue su primer comandante el general Francisco Carrillo Torres.

En  mayo de 1970, la secretaría de Comunicaciones y Transportes entregó a la dirección de Aeropuertos y Servicios Auxiliares (ASA) el nuevo aeropuerto internacional “General Márquez de León”; quedó a cargo de su conservación y vigilancia la comandancia militar del aeródromo.

          El 5 noviembre de 1977, el antiguo aeródromo militar fue convertido en Base Aérea Militar número 9 “General Gustavo A. Salinas Camiña”, donde opera en la actualidad.

El miércoles 10 de junio de 2015 fue fijado en el muro principal del Congreso sudcaliforniano el texto “Centenario de la Fuerza Aérea Mexicana” mediante una ceremonia acordada en reconocimiento a los servicios de los soldados del aire en México y Baja California Sur.

(Imagen: Ataque del biplano Sonora, por Cecilia Lazzeri)


DOCUMENTO HUÉSPED

MANIFIESTO A LOS HABITANTES DEL DISTRITO SUR DE LA BAJA CALIFORNIA
o
PLAN DE LAS PLAYITAS

Californianos: La República Mexicana, con profundo disgusto ha visto que ni dos años completos pudo el pueblo ejercitar sus sagrados derechos restaurados por el Mártir de la Democracia, don Francisco I Madero, al derrocar la dictadura porfiriana, de más de treinta años, porque un golpe de estado, una traición vil del ejército que hacía alarde de lealtad, asesinó ignominiosamente a los jefes de la nación ungidos por la voluntad del pueblo, hundiéndolo de nuevo en una dictadura militar.
   Ésta, hija de la deshonra engendrada por el militarismo, ha venido a colocar a nuestra patria en el punto más vergonzoso que pudiera atribuirse a una república ante las demás naciones civilizadas, sacrificando infamemente, después del buen nombre de aquélla, millares de víctimas hermanas.
   Tal es nuestra situación, por manera que de esa traición incalificable han surgido los pretendidos gobernantes que actualmente imponen a su arbitrio sus despóticos mandatos, usurpando las instituciones y derechos de toda una nación. Así es que los buenos mexicanos, en quienes radique incólume el amor a la patria y el respeto a las leyes que nos legaron los Constituyentes, no debemos permanecer como simples espectadores de aquella acción atentatoria.
   La Baja California, y especialmente el distrito Sur en que habitamos, jamás ha sido indiferente a la por mil títulos censurable conducta del ejército, corrompido traidoramente por el sobrino del dictador, por Félix Díaz; pero las circunstancias especiales a que ha estado sujeta por la carencia casi absoluta de elementos para aprestarse a rechazar la imposición del mal gobierno y hacerse escuchar de los jefes del ejército, no permitía organizar medianamente siquiera, el movimiento a que hoy nos lanzamos con fe inquebrantable en Dios y en la justicia de nuestra causa, esperando su triunfo.
   Así pues, llevando por norma el cumplimiento del deber bajo todos conceptos y propuestos a cooperar a la restauración de nuestros principios democráticos, hoy atentatoriamente mancillados por los usurpadores, convocamos a todos los habitantes del distrito a quienes no tenga fascinados con su aliento el áspid del cientificismo porfiriano, a unirse a nosotros con sus elementos para reforzar cada día más al Ejército Restaurador Constitucionalista, y así unidos contribuir a la obra de restauración constitucional encabezada por los dignos y pundonorosos gobernadores de los estados libres y soberanos de Sonora y Coahuila, así como a las demás entidades que han secundado sus patrióticos procedimientos.
   Al efecto, interpretando el sentimiento general de los habitantes de este girón apartado de la República, declaramos a nombre de los mismos: que nos adherimos, adoptamos y sostendremos por medio de las armas el plan expedido en la hacienda de Guadalupe, estado de Coahuila, el 26 de marzo del corriente año, suscrito por todos los jefes y oficiales que militan bajo las órdenes del ciudadano Venustiano Carranza, jefe del Movimiento Restaurador del Orden constitucional en la República.
   Dicho plan dice en lo conducente: 1o. Se desconoce al general Victoriano Huerta como presidente de la República. 2o. Se desconocen también los poderes legislativo y judicial de la Federación. 3o. Se desconoce a los gobiernos de los estados que aún reconozcan a la actual administración treinta días después de la publicación de este plan. 4o. Para la organización del ejército encargado de hacer cumplir nuestros propósitos nombramos como primer jefe del ejército, que se denominará “Constitucionalista”, al ciudadano Venustiano Carranza, gobernador del estado de Coahuila. 5o. Al ocupar el Ejército Constitucionalista la ciudad de México, se encargará interinamente del poder ejecutivo el ciudadano Venustiano Carranza, primer jefe del ejército, o quien lo hubiere sustituido en el mando. 6o. El presidente interino de la República convocará a elecciones generales tan luego como se haya consolidado la paz, entregando el poder al ciudadano que hubiere sido electo. 7o. El ciudadano que funja como primer jefe del Ejército Constitucionalista, en los estados cuyos gobiernos hubieren reconocido al de Huerta, asumirá el cargo de gobernador provisional y convocará a elecciones locales después de que hayan tomado posesión de sus cargos los ciudadanos que hubieren sido electos para desempeñar los altos poderes de la Federación, como lo previene la base anterior.
   Firmado en Playitas de la Concepción, municipalidad de La Paz, distrito Sur de la Baja California, el 20 de junio de 1913.
   Por la Junta Revolucionaria de la Baja California:

   El presidente, Félix Ortega. El secretario, Simón E. Cota.

ESPACIOS: 2a. PARTE

ACTUALIDAD

APLICAR ESTAÑO DE NUEVO

Una vez conocidos los resultados de los comicios recientes, y en tanto son dirimidas por las instancias respectivas las controversias que originó una cuestionada unanimidad que aderezaron presuntas violaciones a la ley correspondiente, es necesario que todos los sudcalifornianos entremos en un proceso de sosiego merecido al final de la etapa de inquietudes que experimentamos ante la inminencia de elegir los relevos en las responsabilidades gubernativas estatales y municipales, así como en las representaciones federales, que llevaron a la crispación y el enfrentamiento, en algunos casos con expresiones francamente inadecuadas.
   Luego del recuento de daños deberemos concentrarnos en aliviar las heridas infligidas y procurar su cicatrización en el periodo más breve posible, porque es preciso volver a la normalidad y retomar las acciones del desarrollo común que suspendió la lucha por el poder, desprovistos de sentimientos negativos y actitudes revanchistas que sólo crearían un entorno de perseguidores y perseguidos que ya sufrió lamentablemente la comunidad estatal en los primeros años de este siglo.
   En el nuevo clima social tendrá que concurrir preponderantemente la política de verdad, a secas y sin adjetivos, que es acuerdo, convenio, tolerancia, que establece, por su propia naturaleza, las condiciones para el entendimiento que de ningún modo obliga a la coincidencia, pero sí al arreglo en la diversidad y en el orden.
   En los mismos términos de política, los ganadores deben entender que si en su elección hubo mayoría, en ningún caso se dio la totalidad de voluntades; es decir que frente a las acciones de gobierno estará un segmento de la población interesado en opinar, señalar desviaciones, omisiones y errores.
   Desde sus posiciones, las oposiciones deberán estar tomando desde hoy las providencias que les corresponden en el concierto comunitario y que el derecho les concede para sumarse o rechazar todo aquello derivado de las determinaciones que tome la gente instalada en el mando.
   Cuando los trastos de peltre reciben golpes se producen en ellos abolladuras y oxidaciones donde se pierden partes de la cubierta hecha con aleación principalmente de estaño. En el transcurso de su ya larga historia, la colectividad de BCS ha sido dañada severamente algunas veces y ha debido aplicarse, como a los trastos de peltre, el estaño necesario.

   Es indispensable ahora, pues, y de inmediato, restañar las nuevas heridas.     

CRÓNICA HUÉSPED

BREVE HISTORIA DEL BIROTE

Por Rosa Chávez Cárdenas

(Nota del administrador) El birote es un producto elaborado con harina de trigo, horneado del tipo denominado “blanco” (sin dulce), y con ese nombre se le conoce en la panadería de Baja California Sur desde tiempo inmemorial. Es de origen tapatío y fue adoptado con gran placer por el gusto de los sudcalifornianos, aunque la inmigración desde otras partes de México ha ido imponiendo la designación de “bolillo”. Sin embargo, ese fruto de los hornos regionales sigue siendo birote para muchas personas. El texto que transcribimos a continuación fue tomado de informador.com.mx, sección Opinión, del 18 de agosto de 2013.


Camille Pirotte, de origen belga, era el panadero de uno de los batallones franceses que arribaron a Guadalajara (el 6 de enero 1864), en el Estado de Jalisco, en México. Se incorporó como voluntario al Ejército de ocupación de los franceses, cuando las tropas imperiales ocuparon la ciudad de Guadalajara.
   No se puede decir que la ciudadanía recibió a los franceses con alegría, pero sí con tranquilidad, porque en los meses anteriores la ciudad había cambiado de mando varias veces y cuando la ocupaban los liberales mataban a muchos tapatíos conservadores y posteriormente, cuando la ocupaban los conservadores, hacían lo mismo con los liberales.
   El general francés aprovechó la tranquilidad de la población para ganarse su confianza, siguiendo instrucciones del emperador que le pidió enseñarles a los tapatíos los oficios que ellos sabían, de acuerdo con los conocimientos de la tropa, como la fabricación de muebles, clases de música y la elaboración de pan.
   El sargento cocinero de apellido Pirotte, fue el encargado de enseñarles la manera de elaborar el pan. Sin embargo, como las clases se llevaban a cabo en los cuarteles del invasor,  no acudían muchos alumnos con el temor de que sus conocidos los consideraran traidores.
   Para atraer más alumnado rentaron un local en la Avenida Vallarta, cerca del Parque Revolución que en aquella época quedaba en la periferia de la ciudad.
   En este lugar se incrementó el alumnado, pero el inconveniente era que no encontraban la “levadura” para elaborar el pan; entonces Pirotte hizo varias pruebas con la misma masa con la que elaboraba el pan, la dejaba podrir, sin saber que al echarse a perder se fermentaba, de esta manera encontró la fórmula de la levadura que se utiliza para leudar [fermentar] el pan.
   Aparte de las clases, tenían a la venta el pan. Pirotte se hizo muy popular, ya que —por órdenes del comandante— el pan que no se vendía después de 48 horas lo regalaban a la población. En esa época había tanta pobreza que al enterarse que regalaban el pan las filas eran enormes.
   No se tiene la fecha de cuándo al pan se le llamó “birote”; sin embargo, se menciona que entre ellos (la gente) se preguntaban: “¿A dónde vas?”. Respondían: “Al pan con Pirote” (se pronuncia Pirot); al no poder pronunciarlo terminó en “Birote”.
   Cuando terminó la guerra, después del fusilamiento de Maximiliano, por la labor que había realizado el sargento Pirotte —al igual que otros prisioneros a los que dejaron libres—, le ofrecieron quedarse en México o irse a Veracruz para regresar a su patria, una especie de indulto.
   Pirotte optó por otra posibilidad, irse al puerto de San Gerónimo en el Pacífico, ya que tenía información de que un barco belga hacía el recorrido Amberes San Francisco y pasaría por el puerto (lo que hoy es Lázaro Cárdenas), para que abordaran los ex soldados imperiales.
   Sin embargo, el barco nunca llegó y Pirotte desalentado regresó a Guadalajara para casarse con su antigua novia, una tapatía de apellido García [...]”

ROSTROS DE CALIFORNIA MEXICANA

                                                                        1964-1992

ACTUALIDAD

COMICIOS Y DESERTORES

        
 Abstenerse de emitir el sufragio es, seguramente, actitud de un desertor, de un prófugo del deber cívico, de quien se rehúsa a expresar su opinión política (fuera del círculo de amigos o compañeros de café); del tránsfuga de la obligación ciudadana más elemental en un sistema –que nos hemos dado, que ningún gobierno ha concedido gratuitamente- donde estamos en posibilidad de participar en las decisiones que atañen a la vida colectiva.

        
Dejar de votar es conducta de alguien que abandona casi impunemente la realización de una tarea sencilla pero importante que le demanda su grupo social; del que huye, sin más, dejando íntegramente al resto de sus semejantes el encargo de determinar asuntos en los que tiene el compromiso de dar su parecer.
        
La inhibición de votar constituye una flagrante defección, renuncia irresponsable al ejercicio de una conquista que ha costado grande y prolongado esfuerzo obtener, mantener e incrementar.
        
El ausentismo comicial es indiferencia, apatía, pereza, negligencia, importapoquismo y falta de conciencia civil.         
        
Porque falto de conciencia civil es, sin duda, quien asume todo ello frente a las normas de observancia obligatoria, como es la de emitir la voluntad personal mediante el voto, a que obligan la Constitución mexicana y la ley electoral de Sudcalifornia.
        
Importante también es saber que una votación abundante limita de modo considerable las intenciones del fraude electoral.

Los sudcalifornianos oriundos que no votan cometen un acto indudable de traición a su tierra.

En igual caso, los avecindados hacen un gesto de reprochable deslealtad a su suelo adoptivo.


Es de esperarse, entonces, que nadie dé muestra de infidelidad ciudadana en tal sentido. Y vote.

CRÓNICA HUÉSPED

ACTUALIDAD DE ORTEGA EN LA SUDCALIFORNIDAD*


Por Francisco Javier  Carballo.

Félix Ortega Aguilar, jefe triunfante dentro de la revolución constitucionalista y víctima política de la guerra civil entablada entre convencionistas y carrancistas, continúa siendo un baluarte –con su ejemplo- en la defensa de las aspiraciones y derechos de los sudcalifornianos.
   No lo decimos porque sí. El Ortega histórico, que en realidad presenta numerosas facetas significativas, se distinguió –y eso es lo que interesa en las horas de confusión que vivimos- por demostrar que el hombre de esta tierra es capaz de llevar a cabo su tarea sin ninguna ayuda foránea y en medio de las más variadas dificultades; a diferencia de lo que sucediera después, en los años del “gran aislamiento” (de 1920 a 1965), que son los de una constante actitud plañidera que desemboca en aquello de : “dame una mano, hermano, hombre de México”; dicho esto por boca extraña y sin levantar la más leve protesta de inconformidad.
   Contrastando con el gobierno de sus antecesores, reaccionarios y revolucionarios, que se dedicaron casi exclusivamente a combatir a sus enemigos, el de Ortega surge como una novedad sólo equiparable, entonces, al del general Salvador Alvarado en Yucatán, que también se inclina por una política de reformas prácticas que merecieron la atención de sus contemporáneos.
   La administración convencionista de Ortega en 1915, no obstante que se ve obligada a combatir a sus enemigos de adentro y de afuera, enfrentando conspiraciones y rebeliones, se entrega desde sus comienzos a la realización de obras materiales y a dictar medidas que procuran sanear e impulsar la economía de la zona en previsión de que la guerra se prolongue y contemplando la posibilidad de que el Distrito Sur de la Baja California se baste a sí mismo y pueda ser erigido en estado libre y soberano.
   “¡Cuán orgullosos nos sentiríamos los sudcalifornianos –dice Ortega en esas fechas, hablando de sus planes en ejecución- de haber llegado a tal altura con nuestros propios esfuerzos y tras una dura prueba!”
   Mejoramiento de la agricultura, protección de la ganadería, orden en el sistema monetario, control de productos básicos y de consumo popular, exportaciones al extranjero, educación democrática en las escuelas, seguridad y eficacia en el transporte marítimo, combate a la carestía, etc., son renglones sobresalientes, entre otros, de su acción gubernativa, verdaderamente singular, al grado de que se adelanta más de setenta años, en estos propósitos, a los gobernantes actuales.
   Por demás está decir que un cuartelazo truncó en su raíz tal política y que poco después, alrededor de 1920, se inicia ese “aislamiento” y descenso económico que se alarga por decenios hasta 1965, y aun en esa coyuntura Ortega prevé lo que también habría de ocurrir y que sería reiterado en el discurso de la posteridad: “El movimiento revolucionario  no ha terminado, ni terminará hasta que se purifiquen los ideales, y las aspiraciones se cristalicen en un solo deseo: el triunfo de la causa del pueblo.”
   ¿No se repite todavía lo mismo, al cabo de catorce lustros?
   Su lenguaje y la intención de su obra revolucionaria siguen vigentes, y de ahí que, a pesar de sus descalabros y de los hechos que pretenden minimizar a su figura, se le vea presente y actuante dentro de la Sudcalifornidad, que tanto preocupa a propios y extraños, sobre todo ahora que empieza a ser batida en todos los frentes sin ninguna contemplación.
   Por ello, quien fuera jefe constitucionalista decidido a realizar la revolución con gente de su pueblo, puesto que sólo pidió a los correligionarios de Sonora que lo ayudaran con armas y municiones (que nunca le llegaron); quien fue general brigadier convencionista del Distrito Sur, con un programa de avanzada, continúa siendo válido por su visión y sus arrestos, en el contexto amenazado de Baja California Sur.


* Publicado en 1986.