ACTUALIDAD
Poca gente reconoce la existencia de un segmento de
políticos que actúan siempre en función de los criterios que les han dado
formación, y sustentan su conducta en líneas definidas frente a las demás
corrientes de pensamiento; lo hacen por convicción y lealtad a sí mismos, y
simultánea fidelidad a la institución que les ha dado oportunidad de participar
y sobresalir, en su caso, dentro de las luchas por el poder público en búsqueda
del bien colectivo, que debe ser su impulso primordial.
Del actuar de
Esthela Ponce Beltrán al frente de la administración municipal de La Paz, por
ejemplo, se ha señalado como especie de abandono a principios y convicciones el
hecho de que lleve adecuada relación con las demás instancias de los gobiernos
federal y locales, cuyos orígenes partidarios son distintos al suyo.
Y es que la
actual presidenta del ayuntamiento paceño ha asumido a la política (de tiempo
completo, según es evidente) como actividad ineludible e irrenunciable, nunca
como labor accesoria, en la certeza de que es en ese ámbito de afirmación
existencial donde puede servir mejor al interés colectivo (que es, por su
parte, el quid del quehacer
político), y la política es negociación, diálogo, convenio, entendimiento,
tolerancia...
El oportunismo y
la connivencia son otra cosa.
Por eso bien se
dice que donde termina la política comienza la guerra, de modo que el concertar
acuerdos debe ser visto como estrategia de trabajo, jamás como claudicación
doctrinaria.
A nadie se le debe
ocurrir pensar, entonces, que Esthela pudiera descuidar la afiliación que la ha
definido, en materia partidista, en su actuar como coordinadora de la gestión
municipal ahora a su cargo, procurando logros y satisfactores donde los
encuentra para el logro del mejoramiento social que se ha propuesto y cuya pesquisa
se fundamenta en principios y programas que están más allá de improvisaciones
caprichosas e inspiraciones espontáneas.
Ingrediente que
sustenta esencialmente la acción de EPB es un claro sentido de Sudcalifornidad
que evidencia una sana formación en valores reales y fortalezas familiares
incuestionables.
La certeza
ideológica tiene basamento válido y finalidades claras. La complicidad
convenenciera, por su parte, nada tiene qué ver con actitudes inherentes al servicio
público coherente con una sana práctica política.
HISTORIA
EFEMÉRIDES
OCTUBRE
8 (1974). Fue
publicado en el Diario oficial de la
República el decreto que reformó los artículos 43 y demás relativos de la
Constitución y convirtió a los territorios federales de Baja California Sur y
Quintana Roo en estados de la Federación Mexicana.
9 (1982). Murió en la
ciudad de México el general Bonifacio Salinas Leal, neoleonés quien fue
gobernador del Territorio de Baja California Sur de 1959 a 1965.
11 (1887). Nació en La
Paz Agustín Arriola Martínez, primer sudcaliforniano nativo que gobernó a su
tierra mediante plebiscito.
11 (1970). Tuvo lugar
en Loreto la magna concentración cívica en que se proclamó la demanda popular
de “Gobernador nativo o con arraigo”, junto a otras varias exigencias de
reivindicación social, política y económica de los sudcalifornianos.
12. Día de la virgen
del Pilar, patrona de Todos Santos, que en esa fecha lleva a cabo su fiesta
tradicional.
12 (1960). Inició
labores en La Paz la escuela preparatoria por cooperación “José María Morelos y
Pavón”, primera institución de ese nivel de enseñanza en Baja California Sur.

LIBRERÍA
Alma California,
por Abel Camacho Guerrero, México, 1950, 294 págs.

En La Literatura en Baja California Sur,
Armando Trasviña Taylor dice que el autor “Atendió la situación educativa con
bastón de jerarca, y su enérgica actitud extremista y su militancia rigorista
le causaron profundas enemistades y conflictaron con el gremio magisterial bajo
el efecto de disposiciones arbitrarias.”
Del libro,
expresa: “Lo dejó caer como una puñalada trapera a la distancia de la ausencia,
con la intención panegirista de exaltar al régimen constitucional del Gral.
Francisco J. Múgica y devorar en las entrañas de un rencor profundo los
sinsabores de su actuación política. La obra contiene un estilo apurado, de
cumplimiento personal, sin aparente revisión, en el que maneja con méritos
maquiavélicos la ironía, el ridículo y la intriga. Sus páginas están plagadas
de velados insultos y reprimida serenidad al abordar cuestiones trascendentales
en las que, invariablemente, resulta escarnecida la tierra, la sociedad y la
cultura territorial...”
Es, dice
Trasviña Taylor, “el segundo Libro Negro de la Baja California.” El primero,
según Pablo L. Martínez, es el de Juan Jacobo Baegert.
Independientemente de que “nadie podrá juzgar a Alma California sin reconocer las circunstancias en que la obra se
produjo” --como sostiene el crítico--, resulta pertinente recomendarla al
lector que, una vez advertido y habiendo ubicado debidamente al escritor en su
humana y explicable parcialidad, estará en condiciones de conocer aspectos del
paisaje físico y humano del solar sudcaliforniano en una época realmente
interesante de su devenir.
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