ACTUALIDAD
DON PABLO VOLVERÁ A LAS AULAS*
Hace 45 años que murió el josefino Pablo Leocadio
Martínez Márquez. Y la primera pregunta que tendríamos derecho a hacer quienes
asistimos a este acto, es por qué don Pablo mereció que sus restos mortales
fueran trasladados de su solar nativo hasta aquí para ser reinhumados, y por
qué estamos cada año en esta Rotonda revalorando su significación en la
existencia de Baja California Sur.
Bueno, pues
resulta que el joven Pablo, al término de su educación primaria en San José del
Cabo, donde nació en 1898 (dos años antes de que terminara el siglo XIX), ingresó
a la Academia para Maestros que funcionaba en ese mismo lugar. Como resultado
de esa capacitación ejerció el magisterio en su región natal; llevado por sus
inquietudes, más tarde dirigió en La Paz, capital del Territorio, el periódico Sudcalifornia, y una vez que por
diversas circunstancias fue a vivir en la ciudad de México fundó allá la
revista Baja California.
Durante su
estadía en la capital de la República, que duró el resto de su vida, las
preocupaciones de Martínez Márquez por el pasado de su tierra lo llevaron a
hurgar en archivos y bibliotecas, y de ello nacieron sus Efemérides californianas, publicadas en 1950. En esta obra, que hace
poco reeditó el Archivo Histórico de BCS que lleva su nombre, el autor explica
que dicha recopilación constituyó el conjunto de las notas que produjeron tan
afanosas búsquedas.
Luego nació la Historia de Baja California, en 1956, fruto
de veinte años de trabajo, que abarca a las dos entidades peninsulares, la
California Mexicana, desde sus orígenes hasta mediados del siglo pasado. Enseguida,
llevado por su empeño magisterial, produjo en 1958 las Lecciones de historia de Baja California, en que los niños y
jóvenes de la península pudimos emprender un incipiente conocimiento del pasado
de esta tierra, nutricio de nuestra identidad
En 1960, el
prolífico historiador dio a la luz su Guía
familiar de Baja California, también reeditada recientemente por el archivo
histórico del estado, donde cada uno de nosotros puede indagar los orígenes más
remotos de familias y apellidos fundadores de la población peninsular.
En 1969, el
candidato Luis Echeverría a la presidencia de la República, invitó a don Pablo
a su gira por BCS, y accedió a acompañarlo en algunas etapas, puesto que la
salud del benemérito investigador (Miguel León-Portilla dixit) era ya muy precaria, tanto que murió al año siguiente, un 9
de enero como hoy, de 1970. Sus restos mortales recibieron homenaje en esta
ciudad, luego fueron conducidos a San José del Cabo y de ahí, como se sabe, se
les reubicó en este recinto cívico de los sudcalifornianos.
¿Por qué? Porque
Pablo L. Martínez realizó, sin patrocinio oficial y por puro amor a su tierra,
sin canonjías de sabio ni empleo oficial, una obra primigenia para el saber
histórico de esta parte de México, punto necesario de partida para cualquier
indagación en esta materia, que sigue siendo texto de consulta incluso para sus
detractores, quienes critican, desde onerosas torres de marfil, el empirismo, falta
de títulos y rigor académico del eminente sudcaliforniano, como si fueran impedimentos
para valorar una producción intelectual de excepción, señera y, pese a todo y
todos, vigente.
Ahí está, pues,
su obra, que no se resiente, ni se resiste. Perdura, y se revisa, y se aquilata,
y se aprecia y se reedita.
La Historia... de don Pablo tendrá que ser
pronto, cuando podamos retomar los cauces propicios de la identidad
sudcaliforniana, un libro presente en las aulas de los maestros, niños y jóvenes sudcalifornianos para fortalecer su
pertenencia mediante el conocimiento y el orgullo de un pasado aleccionador,
tanto como de un presente que, en base a aquel transcurrir histórico, nos
ofrece amplias y alentadoras perspectivas si sabemos, queremos y podemos
aprovechar nuestras potencialidades en provecho de nosotros mismos y de las
generaciones que están en formación aquí.
Todo eso
significa la figura de Pablo L. Martínez, y por eso estamos aquí en el 45o
aniversario de su fallecimiento.
Sigue vivo en su
obra y en nuestra conciencia histórica, y por eso estamos aquí.
* Discurso en la Rotonda de los Sudcalifornianos
Ilustres, el 9 de enero de 2015.
CRÓNICA HUÉSPED
UNAS PALABRAS SOBRE ESTE LIBRO
Por Jesús Castro Agúndez.*
México, D. F., a 31 de
julio de 1956.
Señor profesor Pablo L.
Martínez,
Av. Escuela Industrial No. 46, ciudad.
Estoy seguro de que su
labor llenará un vacío de siglos, que en los últimos años se había convertido
en una angustiosa espera, particularmente entre el magisterio del país. Así lo
creo después de haberme deleitado con la lectura de cada una de las páginas de
su interesante libro, y extasiado con el paisaje de la vida peninsular que
usted pinta con mano maestra.
Ya era tiempo de que el
velo piadoso del misterio y la leyenda con que se ha cubierto a la Baja
California, fuera substituido por un estudio sereno y metódico de nuestros
hechos históricos, para que se nos juzgue con serena imparcialidad, con
conocimiento de lo que hemos sido, de lo que somos y de lo que nos proponemos
ser, como parte integrante de la patria mexicana, y se deje de pensar en nosotros
según el leal saber y entender de quienes, sin conocernos, piensan que somos un
pueblo de pescadores que entretiene sus ocios jugando a las canicas con las
perlas que el mar Bermejo arroja mansamente a las arenas de las playas, o
constituimos un apéndice ayankado de la Alta California.
Muy pocos, en cambio,
conocen la realidad que confrontamos o que hemos confrontado a través de muchos
años de constante lucha contra el infortunio, la hondura de nuestro patriotismo
demostrado a través de mil hechos gloriosos, la dura lucha que hemos sostenido
con el propio medio para poder subsistir, y la valiosa contribución aportada en
hombres e ideales a los movimientos redentores que han conmovido a nuestra
patria.
La obra de usted cumplirá,
sin duda, una doble misión muy importante: dar a conocer lo que ha sido a
través del tiempo ese hermoso girón de tierra mexicana que usted y yo tanto
amamos, y estrechar los vínculos espirituales entre todos los bajacalifornianos
y los mexicanos del resto del país.
Reconozco que su trabajo
es el resultado de una ardua tarea, pero veo con profunda satisfacción que sus
esfuerzos se han visto coronados por el más lisonjero y merecido éxito.
La riqueza del material de
información que tiene, la forma sencilla como está expuesto y la intención que
orientó sus pasos al emprender esta tarea, dan a su obra la fuerza espiritual
necesaria para ser constante fuente de inspiración y guía en la enseñanza de la
historia peninsular.
Atentamente, profesor
Jesús Castro Agúndez, director general de Internados de Enseñanza Primaria de
la secretaría de Educación Pública.
* En Historia de Baja California, Libros Mexicanos, 1956 (1a. edición),
México, págs. 5-6.
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