CRÓNICA HUÉSPED

SOY UN AMERICANO QUE AMA Y RESPETA A MÉXICO

Por Miguel Mathes*

Me conmueve sobremanera ser objeto del inmenso honor de ser condecorado por el gobierno de México, que muy dignamente preside el señor licenciado Miguel de la Madrid, y en un lugar como Tlatelolco, donde se conjugan elementos expresivos, tanto del glorioso pasado como de la magnífica nación presente, y de una manera también muy especial al hecho de estar en este edificio que albergó al Colegio de la Santa Cruz, fundado precisamente hace 450 años, el cual ha sido objeto de mi interés y estudio.
   Soy el menos indicado para opinar si merezco tal distinción. Si se me impone por las investigaciones históricas y los libros que he escrito, todos ellos sobre este gran país, seguramente podría decirse que se debe más a la bondad y gentileza de los queridos amigos mexicanos que a mis verdaderos méritos. Pero si esta condecoración se me otorga por mi amor a México, por la manera en que me he arraigado en esta tierra, por el gozo que me causa conocerla; si se debe a los fuertes lazos que me unen con ella, me permito decir que pocas veces ha sido tan justamente concedido este galardón.
   Mis estrechos vínculos con México se remontan a mi infancia, cuando hice mis primeros viajes a este país. Eran largas travesías desde la Alta a la Baja California, en medio de paisajes transitados otrora por los personajes que después habría de estudiar con tanto gusto y pasión.
   Entré a México por la puerta de la península californiana, cuya gente, serranías, costas y valles fueron un espléndido inicio de lo que me toparía con posterioridad en el resto del país.
   Desde que tuve edad para viajar sin la tutela paterna o la de mi madrina, aquella querida dama nacida en San José del Cabo, mis correrías traspusieron la península, adentrándose en el “macizo” continental, pudiendo comprobar y reafirmar lo que ya me anunciaba: la esencia maravillosa y cálida de esta tierra y sus habitantes.
   Ha sido la mía una permanente trashumancia por la República. Desde Tijuana hasta Chetumal y del Bravo al Suchiate he estado en casi todas partes. He conocido y entablado amistad con mexicanos de todo tipo. Por ello me indigna que a este México nuestro no se le califique ahora con toda su grandeza. Quien incurre en ello demuestra su ignorancia crasa.
   Lo hago ahora y lo he hecho siempre: exhortar a quien vitupera a México y a los mexicanos, a que conozca este país, seguro como estoy de que si lo hace con buena disposición es imposible que no se enamore de sus más altos valores y se comprometa con ellos.
   Lo afirma un nativo de la Alta California, un historiador que, con todo rigor, no hace afirmaciones en falso. Me baso en cuarenta años de recorrer la República en todo tipo de locomoción, inclusive a pie, de los cuales no guardo sino felices recuerdos de lugares y personas: estrechas, estrechísimas amistades y una riqueza afectiva inconmensurable.
   Lo mismo ha ocurrido con el mundo académico mexicano donde no he encontrado más que atenciones y la mayor camaradería. Muestra evidente de que, cuando los hombres tienen buena voluntad y poseen buenos sentimientos, las fronteras pierden importancia y se convierten más en puentes que en barrancos.
   Con orgullo puedo decir que mis amigos verdaderos, los que son realmente entrañables, son precisamente algunos colegas mexicanos [...]
    Pertenezco a esa clase de estadounidenses que respetan a México y lo quieren por lo que ha sido y por todo lo que es, con la seguridad de que los actuales contratiempos no lograrán impedirle alcanzar el destino que merece.
   Con todo mi corazón, al gobierno de México, a su presidente y a su pueblo, mi mayor agradecimiento por este momento tan emocionante. No olvidaré su significado ni la alta responsabilidad que implica.
   Hoy, que me siento más mexicano que nunca, asumo el compromiso de no defraudar a quienes me han considerado merecedor de esta muestra de confianza y distinción.


* En el acto en que le fue impuesta la condecoración del Águila Azteca -que se otorga a extranjeros que han prestado servicios excepcionales a México-, el 17 de marzo de 1986.