RAZONES PARA
CAMBIAR
VERSUS
NO CAMBIO
Desde el primer día autorizado
por la ley para el inicio de las campañas políticas que desembocarán en los
comicios del 7 de junio próximo, la de Ricardo Barroso Agramont, candidato a
gobernador, quedó abierta con la frase “Razones para cambiar”, en franca
oposición a la de “no cambio” que aparece en anuncios espectaculares subrepticiamente
integrados al paisaje de las principales poblaciones sudcalifornianas, sin
patrocinador visible aunque evidente, y que fue denunciada por esta columna en
los primeros días de marzo anterior.
Barroso, que además abrió un sitio con el
mismo lema (www.razonesparacambiar.mx), y en clara intención de
interrelacionarse con sus conciudadanos, sostiene que hay muchas razones para
cambiar y pregunta cuál es la de cada quien, con la certeza de que su opinión
será atendida debidamente.
Cuando este blog advirtió la pésima impresión
que provocan frases como las de los carteles referidos (si estoy bien no cambio
- si voy bien no cambio - si me va bien no cambio), dijo que contienen convocatorias a la inmovilidad, a
la pasividad y el conformismo, a la autocomplacencia y el apoltronamiento.
Que, por donde se las mire, se hallan
contrapuestas “al afán renovador del espíritu humano,
al empeño transformador del vigor ciudadano, a la imprescindible promoción del
cambio, porque la renovación, el cambio y la transformación son consustanciales
a la convivencia y el devenir del hombre.”
De manera que, en un
proceso político como el que está viviendo BCS, sostener que hay razones para
cambiar se convierte en exhorto para poner a trabajar la inteligencia, para
ejercer la inconformidad, para pensar que “aun en la infundamentable
consideración de que en las actuales circunstancias fuéramos o estuviéramos
bien, habría que buscar las formas de estar mejor y así hasta el infinito, que
de tal manera ha consistido en esencia la historia de la humanidad.”
Pero –valga repetirlo— nos hallamos
muy lejos de estar, ir o sentirnos bien porque son palmarios los
rezagos, las deficiencias, incompetencias y retrasos en las búsquedas y
consecución de los satisfactores por los que se han empeñado todas las
generaciones de sudcalifornianos, con su trabajo y creatividad, con la espada y
la pluma, con sus proyectos y esperanzas.
Todos, pues, tienen un
plan en esta campaña; unos lo dan a conocer desde la anonimidad, y otros lo
muestran con la luz en la cara.
He ahí las diferencias.
Que de ellas, entonces, se colijan las razones para quedarnos como estamos o cambiar.