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SUDCALIFORNIDAD DEL NOMBRE DE TIJUANA 

La “Expedición Sagrada” que desde la Antigua hacia la Alta California emprendieron por mar y tierra a principios de 1769 el franciscano Junípero Serra, el gobernador Gaspar de Portolá y el capitán Francisco de Rivera y Moncada, estuvo sostenida con ganados, granos, objetos del culto y todo lo demás aprovechable de las misiones de la Antigua California, con lo cual éstas quedaron en peores condiciones de lo que se hallaban luego de la salida de los jesuitas un año antes. Inclúyese a la lista una embarcación decomisada al minero Manuel de Osio. Existen recibos que comprometían al pago de tales adeudos, pero que nunca ocurrió.
   La marcha culminó el 1 de julio de aquel año, y el día 16 siguiente quedó fundada la misión de San Diego Alcalá, primera de la California continental.
   En aquel alevoso saqueo también hubo indios, cuya sangre ayudó a fertilizar las incipientes poblaciones altacalifornianas.
   Ese contingente de origen sudcaliforniano debió haber querido, sin duda, llevar hasta aquellas latitudes las reminiscencias toponímicas de sus antiguos parajes: ¿Acaso no ha ocurrido así con las denominaciones de “nueva” York, y “nueva” España, o “Guadalajara”, en el caso del gallego Nuño Beltrán de Guzmán que decidió imponer el nombre de su ciudad natal española a la por él fundada capital de la “nueva” Galicia, o la colonia “nueva” Guelatao de nuestros compatriotas oaxaqueños en La Paz, por citar sólo algunos de los que podrían ser muchos ejemplos mediante los cuales el recién llegado pretende implantar en el suelo adoptivo algo de lo que tuvo antes, como es algún nombre del terruño añorado? 
   Casi medio siglo antes, y como parte de su penosa caminata desde Loreto a La Paz en 1720 para alcanzar a sus hermanos de religión Juan de Ugarte y Jaime Bravo en el establecimiento de la misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz (que ocurrió el 4 de noviembre), el jesuita Clemente Guillén comentó en su diario haber tocado, entre otros muchos, un lugar denominado San Andrés Tiguana (al que había dado nombre él mismo en una marcha previa hacia la bahía magdalena), que algunos interesados en el asunto sostenemos como origen auténtico del nombre de la ciudad de Tijuana. Veamos por qué.
   En la “Expedición Sagrada” debieron haber ido algunos aborígenes sudcalifornianos provenientes de San Andrés Tiguana, que dieron a alguna ranchería ubicada en la zona donde actualmente se asienta la próspera ciudad bajacaliforniana, el nombre evocador de sus orígenes, y le llamaron así, de tal modo que ello invalidaría, en caso de aceptarse, supuestas oriundeces como la del rancho de la tía Juana y otras producto más de la confusión y la especulación que de la certeza documental.  
   En abonos a la cuenta, W. Michael Mathes, David Piñera, Dean T. Conklin y el también muy acreditado estudioso Harry S. Crosby suponen que el nombre “probablemente proceda de un sitio ubicado en Baja California Sur llamado San Andrés Tiguana y que [...] sea muy probable que proviene de una voz indígena que designaba una ranchería con toponimia indígena situada en el sur de la península en el siglo XVIII.”
   Agregan que es “probable que el nombre Tijuana haya sido traído a la región por indígenas catequizados del sur de la península que acompañaban a los soldados o frailes en sus recorridos por el Camino Real misionero, siendo así una corrupción de la voz original Tiguana.”
   El historiador bajacaliforniano Jorge Martínez Zepeda comprueba con documentos “que el primer registro de las variantes del nombre de Tijuana tanto en lengua aborigen como ya españolizado se localiza en documentos de 1806, 1808 y 1809, en el libro de registros bautismales de la misión de San Diego de Alcalá.”
   Encontró que “primero el padre José Sánchez bautizó en 1806 a Ignacio Chischis de la ranchería Llantijuan, y en 1808 a Ayul de la ranchería Lla Tijuan, y luego el padre José Sánchez bautizó a un nativo llamado Antonio Maltas, procedente de la ranchería de “Tía Juana”
   La información expresa que desde estos primeros registros “los topónimos se repetirán constantemente en varias ocasiones en los siguientes años, y que
la variante toponímica entre Tijuana y Tía Juana se puede explicar por una equivocación cometida por el padre, quien al escuchar la palabra ‘Tiguana’ en boca de algún acompañante del indígena recién bautizado, y al no tener familiaridad con el nombre lo escribió como mejor lo entendió, Tía Juana, registrándola de esta manera en el libro de bautizos.”
   Martínez Zepeda, “tras una acuciosa revisión del libro de bautizos de la misión de San Diego", coincide con los autores antes mencionados en considerar que "hay bases bastante razonables para pensar que el vocablo Tijuana es de origen indígena, y que hubo un traslado del topónimo, de sur a norte de la península, lo que es usual en los procesos de migración.”