EL OTRO MEXICANO



Será tal vez por razones de índole geográfica, histórico-cultural u otras, el caso es que los pobladores de la mitad meridional de la península de Baja California han ido conformando, en el transcurso de los tiempos, una singular fisonomía colectiva que muchos visitantes a la región han identificado y testimoniado en escritos de los que se pueden hacer algunas citas.
   Quizá valga subrayar antes el hecho de que en esta zona de la Nueva España jamás tomaron asiento instituciones tan lamentables de la época colonial como la esclavitud, la encomienda y el repartimiento; ello probablemente tenga también que ver en la conformación del ser de los californios.
   Extinguidas las etnias aborígenes en esta región ya desde los principios del siglo XIX, la formación social de los sudcalifornianos ha tenido como ingrediente primordial la sangre inmigrante proveniente de muchas y diversas partes del planeta, y que por diversas circunstancias ha debido adaptarse a las peculiares condiciones de este suelo y este cielo, y en tal proceso de ajustamiento a las circunstancias es que se ha constituido su carácter.
   Con tales consideraciones revisemos algunos textos de viajeros que en ocasiones diferentes han intentado definir el perfil de los sudcalifornianos. Buena parte de ellos pueden hallarse en el capítulo “Retrato de los californios” del libro Los últimos californios, de Harry Crosby, que tradujo Enrique Hambleton. Previamente explica que “Para cuando México se había liberado de España, gran parte de los californios ocupaban lo que llamaríamos la ‘clase media-baja’; eran pobres pero independientes, una combinación poco común entre otras partes de su nueva nación. Los bajacalifornianos estaban desarrollando un estilo sencillo de orgullo y dignidad que los distinguiría durante el próximo siglo.”
   Cyprien Combier, capitán francés de una goleta mercante opinó que no pudo dejar de reconocer “en su apariencia física, como en su disposición moral, una enorme diferencia de los mexicanos del continente. No parecen pertenecer a los mismos orígenes, y en sus rostros, bronceados tanto por el extremo calor del clima como por la mezcla de su sangre, se percibe una notable variedad de facciones y expresiones. Los hombres, preservando el aspecto de su estirpe, son generalmente más altos que lo común, fuertes y vigorosos y se inclinan a la corpulencia.”
   Luego de pormenorizar las actividades de la gente del campo, concluye en que “sin lugar a duda que debemos atribuir tanto a este modo de vida como a su origen, su carácter independiente y noble orgullo que se hacen patentes a primera vista. Son generalmente buenos, serviciales y enérgicos, pero su imperturbable dignidad jamás condescenderá a prestar algún servicio de apariencia doméstica o servil.”
   De las mujeres dice, entre otras cosas, que “se visten correctamente y hasta con cierta coquetería. Preservan el aspecto de su estirpe y son generalmente más blancas que los hombres; sus facciones son más delicadas, su comportamiento es más dulce y simpático [...] Su incomparable fecundidad se debe, sin duda, a un físico fuerte que se mantiene por comida sencilla y ordinaria pero abundante.”

   En entrega posterior de este blog nos referiremos al mismo tema, con testimonios de otras personas que permanecieron en esta provincia lo suficiente para dejarnos su propio retrato de los californios.
   (Imagen: californax.com/)