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CERTEZA DE LA ESPERANZA

En el candidato electo a la presidencia de la República se vierten las expectativas más optimistas hacia la concreción de los objetivos superiores de prosperidad y bienestar de la nación, los cuales pasan necesariamente por la indispensable planeación, las reformas imprescindibles, la productividad y el empleo, todo ello apuntalado por la educación y, por encima de todo, la disposición de los mexicanos para hacerlos posibles. Más que asumir los resultados de la elección como triunfo propio y de su partido, Enrique Peña Nieto afirma que “Ganó México”; ello habla de que si ayer los priistas supieron mantener la dignidad en el fracaso, mantienen esa misma dignidad en el triunfo.   
   Es un insulto al pueblo de México y a los ciudadanos que dieron al candidato presidencial priista el porcentaje que lo puso lejos, por sufragios millonarios, de su adversario más cercano, decir que el triunfo de EPN es producto de los medios, la inequidad, los sobregastos de campaña, la compra y coacción de votos, los plásticos empresariales y las encuestas.
   Se trata, en todos los casos, de premisas insustentadas que conducen necesariamente a conclusiones erróneas, por lo cual ha llegado ya la hora de contener, con el argumento inobjetable de la ley, las arremetidas de la facción vencida en la contienda, porque  se ha dedicado demasiado tiempo útil al asunto poselectoral que han emprendido los perdedores, incapaces de sobreponerse a la derrota.
   Las marrullerías en los procesos electorales han sido práctica lamentable y perniciosa en nuestro país (y de otros, pero México es el que nos importa) desde los inicios de su vida independiente; las reelecciones juaristas y porfirianas son modelos de ello, y los usos y costumbres en tal sentido fueron práctica constante, desde entonces, de todos los participantes en todos los comicios, con algunas pocas excepciones.
   De tiempos recientes, Baja California Sur tiene experiencias de muy penosa recordación, en que a base de la manipulación electoral se han sucedido y corrompido los gobiernos de tal modo que ahora están en la cárcel algunos de sus prototipos más connotados.  
   Podemos coincidir en que todas las artimañas antidemocráticas deberán ser canceladas de la vida nacional desde ahora y para siempre, pero ninguno de los actores del enfrentamiento electivo actual puede alegar inocencia y manifestar sorpresa ante las triquiñuelas del otro, si partimos del principio de que en política no puede haber ingenuos. Hay candidatos, no cándidos.
   Ante la imposibilidad de que se satisfagan las tres causales para la búsqueda de nulidad de la elección, los inconformes optaron por la procuración de su invalidez. Confiamos en que el dictamen inapelable del Tribunal Federal Electoral dirimirá la controversia, artificial para muchos, de una vez por todas.    
   Una vez superado el contratiempo, todos los habitantes de este país habremos de dedicarnos a normalizar la marcha de la República con la coordinación de un gobierno encabezado por quien se ha comprometido a trabajar hacia el logro del mejor país que merecemos sus pobladores.