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LOS CALIFORNIOS Y LA MUERTE

La noche de este viernes 28, la Universidad Intercontinental (Victoria y Héroes de Independencia, en La Paz) ofreció un ameno, bien organizado e impecablemente realizado programa de celebración previa al día de Muertos, mediante la construcción de un altar en forma de pirámide prehispánica, la proyección de un videograma alusivo a las actividades tradicionales de los pueblos indígenas mexicanos en recordación de sus antepasados, una interesante exhibición de vestuarios, y al final una degustación de platillos de la gastronomía nacional, todo ello dirigido por los maestros y preparado por los estudiantes, donde quedo manifiesto el notable empeño de la comunidad universitaria por hacer de la efeméride un grato acontecimiento, como ocurrió.
Fue de extrañarse, eso sí, alguna referencia a los ritos funerarios de los antiguos pueblos sudcalifornianos, que acusamos a falta de información disponible con facilidad, y quizás al pre-juicio de que el pasado de Baja California Sur nada tiene que ofrecer en este sentido.
He aquí, entonces, algo de lo mucho que puede saberse al respecto:
De una de las extensas relaciones que hizo el capitán Francisco de Ortega sobre sus exploraciones californianas, son estas noticias de la segunda estadía en La Paz durante diciembre de 1633:
“Trajeron al príncipe muerto y a su mujer e hijo a donde estaba su padre; y después de amortajados y puestos en sus andas, avisó el Bacarí [jefe guaycura de La Paz] a todas las poblaciones y rancherías más cercanas, y habiéndose juntado muy grande número de indios le estuvieron llorando de noche y de día, que se oía el llanto y gritería más de una legua; y habiendo estado tres días en las andas, llamó el Bacarí al capitán y a toda su gente y a los dos sacerdotes para que estuvieran presentes al enterrar a su hijo…
El Bacarí pidió al capitán les diera seis hachas de cortar madera; con ellas mandó a sus indios que cortaran los árboles a donde su hijo acostumbraba ponerse a la sombra, y taparon un camino por donde el Conichí (su hijo) acostumbraba a ir a una población…
Estos diez o doce días después del entierro se juntaron muchos indios de todas las islas y tierra firme; y estando todos estos indios juntos haciendo llantos y exclamación por el príncipe muerto, se cortaron todos los cabellos, que de uso y costumbre los traen largos hasta la cintura. Quedaron con el cabello corto, hicieron una lumbre y quemaron los dichos cabellos y todos se embijaron de negro…”
Por su parte, el jesuita Miguel del Barco (misionero de esta media península durante treinta años, la mayor parte en San Francisco Javier), en la Historia natural y crónica de la Antigua California, editada por Miguel León-Portilla, expresa que:
“Los californios reconocían la inmortalidad del alma. Los cochimíes decían que los buenos, cuando mueren, van hacia la parte del norte, y que los malos iban hacia la parte sur que, en su aprensión, era tierra más desdichada.”
De los pericúes se posee menos información al respecto, aunque es bien conocido el hecho de que practicaban el llamado segundo entierro, que consistía en exhumar los cadáveres después de cierto tiempo, descarnarlos totalmente, pintarlos de rojo (color con que ellos identificaban a la muerte) y sepultarlos de nuevo en forma definitiva.
   Son muy ilustrativos los restos óseos de un individuo de este grupo étnico sudpeninsular que se hallan en el Museo Regional de Antropología e Historia (5 de Mayo y Altamirano, en La Paz), y que conviene visitar por estos días.