Desde hace ya varios años habíamos oído hablar de que ocurría en lugares como Japón y otras latitudes, pero ignorábamos que también aquí había alcanzado niveles de tragedia.
Hasta creímos que era un problema de importancia menor, pero ahora nos enteramos de que, en nuestro país, uno de cada seis escolares que sufren ese modo de agresión acaba suicidándose. En México hubo registro de que 190 adolescentes se quitaron la vida por ese motivo en 2009.
El llamado “bullying” es la violencia física y psicológica que se ejerce a estudiantes por otros de mayor fuerza en cualquier sentido.
El terminajo proviene del inglés “bully” que significa valentón, rufián, fanfarrón, que seguido de “ing” da la idea de acción. Así, “bullying” tiene la connotación de acto abusivo, hecho rufianesco contra alguien; en este caso, contra chicos de naturaleza débil o temperamento pacífico.
En esta misma semana fue solicitado a diputados federales, por parte de especialistas de la Procuraduría General de la República, tipificar como delito esa forma de arbitrariedad que ejercen contra sus compañeros los más grandes, de mejor constitución física u originarios de hogares donde es habitual la violencia.
Por tratarse de que generalmente los atacantes son menores de edad, quizá la falta no alcance rango de delito, pero sí pudiera serlo al menos de infracción grave.
La información añade que tal tipo de terror lo ejercen “8.8 por ciento de los niños en escuelas primarias, y 5.6 por ciento en secundarias.”
No sólo eso, se habla también de “ciberbullying”, el que se practica mediante la Internet (chat, redes sociales), el “sexting” (de sexo y texto, en inglés), que se relaciona con tomas de fotos y videos por teléfonos móviles o celulares, hasta el “bullying” sexual como resultado de peleas entre adolescentes donde alguna o algunas de ellas quedan sin parte de su vestido.
Como siempre, los agentes preventivos de estas anomalías que tienen registro dentro y fuera de los espacios escolares y domésticos, son el propio hogar y la misma escuela.
Procede ahora preguntarse cuáles son los índices del problema en Baja California Sur, y si la secretaría estatal de Educación Pública tiene alguna idea o al menos noticia sobre este asunto que sin duda merece y requiere la correspondiente atención, y qué promociones se propone llevar a cabo sobre asunto de tan particular significación.
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