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Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, por Bernal Díaz del Castillo, Edit. Porrúa (colección “Sepan cuantos...”, 5), México, 1974.
(Última de cuatro partes)

Como resultado de su quinta expedición al noroeste novohispano, Hernán Cortés logró llegar al punto que él designó como “puerto y bahía de la Santa Cruz”, precisamente el 3 de mayo de 1535.
“... y luego despachó los navíos para que volviesen por los demás soldados y mujeres casadas y caballos que quedaban aguardando [en Chiametla, Sinaloa] con el capitán Andrés de Tapia. Y luego se embarcaron y, alzadas velas, yendo por su derrota dioles un temporal que les echó sobre un gran río que le pusieron por nombre San Pedro y San Pablo.
“Y, asegurado el tiempo, volvieron a seguir su viaje, y dioles otra tormenta que les departió a todos tres navíos, y el uno de ellos fue al puerto de Santa Cruz, adonde Cortés estaba, y el otro fue a encallar y dar al través en tierra de Jalisco, y los soldados que en él iban estaban muy descontentos del viaje y de muchos trabajos, se volvieron a la Nueva España y otros se quedaron en Jalisco. Y El otro navío aportó a una bahía que llamaron el Guayabal...”
Continúan las quejas de los colonos por las pérdidas de los barcos, pues en ellos viajaban los bastimentos, “porque no tenían qué comer –relata Bernal Díaz-, y en aquella tierra no cogen los naturales de ella maíz, y son gente salvaje y sin policía [orden, buen cuidado]... Y lo que comen son frutas de las que hay entre ellos, y pesquerías y mariscos. Y de los soldados que estaban con Cortés, de hambre y de dolencias se murieron veintitrés, y muchos más estaban dolientes y maldecían a Cortés y a su isla y bahía y descubrimiento.”
“Y [Cortés] acordó ir en persona con el navío que allí aportó, y con cincuenta soldados y dos herreros y carpinteros y tres calafates en busca de los otros dos navíos.”
Dio con ellos “con grandes trabajos, y con tornarlos a aderezar y calafatear volvió a la isla de Santa Cruz... y comieron tanta carne sus soldados que lo aguardaban que, como estaban tan debilitados de no comer cosa de substancia de muchos días atrás, les dio cámaras [deposiciones] y tanta dolencia que se murieron la mitad de los que quedaban.”
Don Hernando persistió en obtener alguna utilidad de la nueva tierra, más por orgullo que por perspectivas, hasta que su esposa Juana de Zúñiga envió por él a dos embarcaciones, una de ellas capitaneada por Francisco de Ulloa, a quien Cortés dejó encargado de la pequeña colonia.
“...luego se vinieron todos los soldados y capitanes que había dejado en aquellas islas o bahía que llamaban la California...”
“Y de allí a pocos meses, como Cortés estaba algo más reposado, envió otros dos navíos bien abastecidos, así de pan y carne como de buenos marineros y sesenta soldados y buenos pilotos, y fue en ellos por capitán Francisco de Ulloa...”
“Y en esto que he dicho paró los viajes y descubrimientos que el marqués hizo, y aun le oí decir muchas veces que había gastado en las armadas sobre trescientos mil pesos de oro...”
El cronista concluye afirmando que, después de su expedición a California, el controvertido extremeño “en cosa alguna tuvo ventura después que ganamos la Nueva España.”