Los apuntes históricos de Manuel Clemente rojo sobre Baja California, Gobierno de BCS y otros copatrocinadores, 109 págs., La Paz, 1996.
El señor Rojo era originario de Perú, en cuya capital nació en 1823. Con estudios de jurisprudencia e ideas liberales, llegó exiliado a nuestro país en 1849. Luego vivió en Los Ángeles, Alta California, donde colaboró en un bufete jurídico y en un periódico local.
Participó luego, en la ciudad de México, dentro del movimiento que derrocó a López de Santa Anna, y en 1855 el presidente Ignacio Comonfort lo nombró juez constitucional de La Paz. Enseguida fue juez de Segunda Instancia en Todos Santos, y en este periodo empezó a escribir y consultar a varios personajes de la sociedad sudcaliforniana que tenían algo qué decir en relación a hechos significativos de la entidad.
Fue después secretario de gobierno, jefe político interino y comisionado para elaborar el programa en favor de la educación en este sur peninsular. Desempeñó algunos otros cargos en lo que hoy es el estado de Baja California, y ahí fundó la primera institución de la historia educativa norcaliforniana.
Murió en Ensenada en 1900, dejándonos sus crónicas y las de sus informantes, en cuyos textos “se paladea el estupendo sabor de la charla coloquial en que se halla contenida una rica información de primera mano sobre hechos, fenómenos, usos, costumbres e identidad de nuestra California misional y decimonónica. Transitan por ellos relatos en torno a la estricta represión moral, las limitaciones materiales, descripciones de gran valor etnográfico y aspectos de la vida cotidiana de las misiones; el caso lamentable de los archivos incendidados, la condición del indígena, los negocios con balleneros y contrabandistas, la experiencia con caníbales, las noticias sobre el poder afrodisiaco de la damiana, las tragedias de los alcaldes de Loreto, la costumbre de los californios que ´se dejaban crecer el pelo y usaban trenzas´, las referencias a que en pleno siglo XIX (en 1838), los jueces aún se guiaban por las Ordenanzas de Colón, y a que las actas judiciales se hacían en papel para cigarros, etc., en todo lo cual se advierte una abundante veta de novedosas aportaciones sobre la época...” [Fragmento de la introducción.]