En mis ratos de soledad. Pensamientos filosóficos, por Manuel Márquez de León, México, 1885, reimp. del Patronato del Estudiante Sudcaliforniano, Edit. Aristos, La Paz (BCS), 143 págs., 1977.
Personaje emblemático de la Sudcalifornidad principalmente por las circunstancias guerreras que emprendió, Márquez de León se ofrece en esta obra como un pensador: “Consagrado desde mis primeros años al servicio de la patria –expresa en el “discurso preliminar” del libro-, todos mis esfuerzos se han encaminado siempre a un fin preferido, a su felicidad; y como me ha tocado en suerte vivir en una época desgraciada, donde la virtud no es favorablemente acogida por la generalidad de mis compatriotas, he tenido que sufrir mucho.”
Continúa: “Frecuentemente me han tratado de visionario y loco todos aquellos que sólo saben rendir culto al interés privado. Nada he podido adelantar en la vida política, porque son muy pocos los que quieren seguir una bandera que lleve por lema desprendimiento...”
Y explica: “Persuadido de que el origen de los males que pesan sobre mi país es la corrupción, ese veneno que mata la dignidad y envilece a las naciones, me he propuesto combatirlo con la pluma, ya que contra un enemigo tan temible por su ruindad, poco sirve la espada.”
Dice que “Las virtudes cívicas son la base única sobre que los pueblos pueden levantar el edificio de su grandeza...”
Y como si tuviera visión anticipada de la Sudcalifornia de nuestros días, afirma que “es necesario tener en cuenta el poco escrúpulo con que hoy se oculta la verdad y se sacrifica el bien público al mezquino egoísmo.“
Sostiene, al final de este preámbulo, que “he dado en la manía de amar a mi patria con desinterés, de trabajar por ella de buena fe, y acepto el calificativo de loco; y de un loco bastante raro en estos tiempos, cuando es tan difícil que tal locura exista.”
La obra está fechada en San Francisco, Alta California, en septiembre de 1881, al término del exilio del movimiento revolucionario emprendido contra la embrionaria dictadura porfiriana, 31 años antes de la convocatoria maderista.
Consta de dos partes: la primera de siete capítulos, y la segunda de siete también, con un discurso final y cinco cartas, más tres adiciones sobre tratamientos de otras preocupaciones de la época (finales del siglo XIX).
Así, Manuel Márquez de León se nos entrega en este libro como hombre interesado en los problemas de su tiempo, con una queja fundamental: “Las desgracias de mi patria, a que nunca he podido ser indiferente, me han lacerado el corazón. Ella ha sido víctima de la poca virtud e ilustración de sus gobernantes...”
Podríamos decir que las cosas no han cambiado, según puede verse.
Personaje emblemático de la Sudcalifornidad principalmente por las circunstancias guerreras que emprendió, Márquez de León se ofrece en esta obra como un pensador: “Consagrado desde mis primeros años al servicio de la patria –expresa en el “discurso preliminar” del libro-, todos mis esfuerzos se han encaminado siempre a un fin preferido, a su felicidad; y como me ha tocado en suerte vivir en una época desgraciada, donde la virtud no es favorablemente acogida por la generalidad de mis compatriotas, he tenido que sufrir mucho.”
Continúa: “Frecuentemente me han tratado de visionario y loco todos aquellos que sólo saben rendir culto al interés privado. Nada he podido adelantar en la vida política, porque son muy pocos los que quieren seguir una bandera que lleve por lema desprendimiento...”
Y explica: “Persuadido de que el origen de los males que pesan sobre mi país es la corrupción, ese veneno que mata la dignidad y envilece a las naciones, me he propuesto combatirlo con la pluma, ya que contra un enemigo tan temible por su ruindad, poco sirve la espada.”
Dice que “Las virtudes cívicas son la base única sobre que los pueblos pueden levantar el edificio de su grandeza...”
Y como si tuviera visión anticipada de la Sudcalifornia de nuestros días, afirma que “es necesario tener en cuenta el poco escrúpulo con que hoy se oculta la verdad y se sacrifica el bien público al mezquino egoísmo.“
Sostiene, al final de este preámbulo, que “he dado en la manía de amar a mi patria con desinterés, de trabajar por ella de buena fe, y acepto el calificativo de loco; y de un loco bastante raro en estos tiempos, cuando es tan difícil que tal locura exista.”
La obra está fechada en San Francisco, Alta California, en septiembre de 1881, al término del exilio del movimiento revolucionario emprendido contra la embrionaria dictadura porfiriana, 31 años antes de la convocatoria maderista.
Consta de dos partes: la primera de siete capítulos, y la segunda de siete también, con un discurso final y cinco cartas, más tres adiciones sobre tratamientos de otras preocupaciones de la época (finales del siglo XIX).
Así, Manuel Márquez de León se nos entrega en este libro como hombre interesado en los problemas de su tiempo, con una queja fundamental: “Las desgracias de mi patria, a que nunca he podido ser indiferente, me han lacerado el corazón. Ella ha sido víctima de la poca virtud e ilustración de sus gobernantes...”
Podríamos decir que las cosas no han cambiado, según puede verse.