LIBRERÍA



Mis recuerdos. Sinarquismo y colonia María Auxiliadora, por Salvador Abascal, Ed. Tradición, 1980, México, 790 págs,.

Con prólogo de Salvador Borrego, esta crónica abarca de 1935 a 1944, desde las “Primeras andanzas” del autor, pasando por su militancia en el sinarquismo, las gestiones y el reclutamiento para la empresa en Baja California Sur (BCS), la fundación, las vicisitudes y prosperidad de la colonia María Auxiliadora, hasta el abandono del proyecto y su rompimiento con la Unión Nacional Sinarquista (UNS).
La idea de la colonización en BCS fue lanzada por Abascal al presidente Manuel Ávila Camacho en un telegrama donde le expresó, en la última parte: “Propóngole plan de colonización inmediata obligándome colonizar breve plazo terrenos actuales desérticos de Baja California, con miles familias sinarquistas que cultivarán la tierra, construirán carreteras y crearán nuevas industrias. Sin que nada de esto signifique gastos para el gobierno federal, excepto los caminos.”
Y explica: “Cuenta el sinarquismo con la mística exaltada y limpia del amor a México y con la generosidad del pueblo entero. Dicha colonización facilitará la instalación de fuertes guarniciones de soldados federales en los lugares que la defensa del país lo requiera.”
Eran tiempos de guerra y existía el riesgo de que las potencias del Eje (Japón, Alemania e Italia) pretendieran avanzar en suelo americano a través de la península californiana, particularmente de bahía Magdalena.
El proyecto subsecuente fue recibido en la presidencia con la promesa de apoyarlo, lo cual fue cumplido a través del gobernador de BCS, el general Francisco J. Múgica.
Caso curioso el del encuentro y colaboración, en tales circunstancias, entre el revolucionario de izquierda incuestionable y el dirigente de acendradas convicciones religiosas. Esto sólo podía darse en un ámbito difícil como el de Baja California Sur, ajeno para ambos, pero en el que se encontraron y entendieron.
Termina Abascal con este párrafo: “Como quiera que sea, se ha poblado el desierto más agrio, desolado y apartado de México; pero gracias a que [la colonia] María Auxiliadora puso la muestra de que se le podía domar y hacer florecer.”
De Isidro Rivera es este fragmento de su corrido “Madre, me voy a California”:
“Estas tus tierras, hoy tristes y desiertas,
convertiremos en un hermoso edén;
por nuestro esfuerzo serás, ¡oh, California!,
de nuestra patria riquísimo vergel.”
La historia sudcaliforniana quedó así enriquecida, sin duda, con el empeño de las familias de mexicanos que, encabezadas por un proyecto sinceramente providencialista, hizo de esta tierra, como tantas veces, laboratorio idóneo para la procuración de una utopía.