HISTORIA


EFEMÉRIDES

DICIEMBRE

17 (1736). Las fuerzas coloniales sofocaron en definitiva la rebelión de los pericúes, que se había iniciado el 1 de octubre de 1734.

”El domingo 16 [de 1736] empezaron a venir los de Todos Santos, a quienes dije de boca lo que ya les había enviado a decir. Todos se mostraron obedientes, prontos y contentos en todo lo que se les decía. Mas cuando podía esto causar alguna alegría, la apagaba totalmente la falta de víveres, el no tener qué dar, y el ver, así a los indios auxiliares como a los que iban viniendo, todos hambrientos, pues aunque éstos, mientras están en los montes no les falta, en viniendo a la misión nada tienen si el padre no se lo suministra. Fuera de esta congoja se atravesaban, o iba el demonio atravesando otras no pequeñas y no de menor monta que paso en silencio por justas causas, puede sí suceder que se atraviesen de suerte las circunstancias en que pueda apuntarlas. El común enemigo [Satanás] se veía ya casi del todo vencido y echaba por todas partes el resto por no perder tanta presa que ya juzgaba y contaba por suya, tenía ya abiertas brechas por todos lados y ponía en todos montes de dificultades fantásticas con qué atajar al que no las conociese, y por otra parte no dejaba piedra por mover para que se tuviesen por verdaderas. Siempre había yo juzgado que el plantar la cruz era empresa que costaba congojas y muchas, pero jamás pensé que tantas, tan grandes y tan continuas.

El día 17 por la tarde volvió el teniente con las escuadras que habían salido en solicitud de los apóstatas de la misión de San Joseph. Habíanse recogido muchos a la sierra pero no les valió el asilo, porque habiendo enviado el teniente espías, descubrieron las lumbradas y luego el teniente con todos dirigió para ellos el rumbo. Antes de llegar mandó que todos quitasen a los caballos sus sillas para que no hiciesen ruido en lo espeso del bosque; así anduvieron en pelo más de una legua y por camino tal que después de vuelta no pudieron andar. Acercados ya ellos mandó que todos desmontaran, dejaran los caballos y fuesen a pie rodeando a los apóstatas. Dispúsose todo y al romper el nombre dieron en ellos; aunque dispararon los contrarios algunas flechas no pudieron lograr el que no se cerrasen todos los nuestros; consiguieron con todo el huir algunos, y los otros quedaron en el campo. Fue la facción en sábado y día de la octava de la Concepción Purísima y a vista de la misión de San Joseph en donde habían cometido tantos insultos y sacrilegios.

Este lance, en que consistió no sólo el logro y la victoria, mas también la restauración, fue por todos lados maravilloso. Lo primero por encontrar con el mayor número. Lo segundo, por conseguirse en la sierra. Lo tercero, porque habiéndose antes malogrado otro, no fueron avisados -como suelen-, y más estando tan cerca. Lo cuarto, porque se hizo lumbre en donde podían descubrir a los nuestros. Lo quinto, el no dispararse ya estando cerca una escopeta, encendiéndose casualmente el cebo, que con el disparo todos se hubieran huido, perdido la victoria, el trabajo y se hubiera detenido y hecho más difícil la restauración.

Quedaron de los nuestros heridos cuatro indios auxiliares, aunque ninguno de muerte, ni aun de riesgo, si no es uno que luego lo sacó la señora [virgen María] de él -a quien devotamente invocó-, quedando por manos de otros el agresor en el tiro. La herida fue en la parte peligrosa, pues fue en el lado del corazón, y la flecha tanto prodigio fue el que no llegara al corazón como el que de la herida que hizo quedara sin riesgo. Con esta facción fue más confirmado en lo que había prometido el capitán de Anicá, y los otros temiendo más se mostraron y vieron cada día más humildes y obedientes...”

Tomado de La rebelión de los californios, 1734-1736, por Sigismundo Taraval, edición de Emc, Editorial Doce Calles, Aranjuez (Madrid), 1996.