PERTENENCIA DE
CALIFORNIA *
Las preocupaciones por la proliferación del uso del término
“baja” para designar a nuestra península, y consecuentemente a cada una de sus
dos entidades federativas, ha llevado a la realización de múltiples esfuerzos tendientes
a abolir esa viciosa práctica que cada vez más parece haber tomado carta de
naturaleza en la vida estatal, incluso con el comodino conformismo, la
silenciosa complicidad y la irresponsable indiferencia de muchos de sus propios
habitantes, oriundos y avecindados.
Las acciones
reivindicatorias del nombre California para esta media península tuvieron
culminación legislativa el 31 de diciembre de 1982, hace más de treinta años,
en que el gobernador Alberto Alvarado publicó el decreto número 374 mediante el
cual fue promulgada la “ley para que se utilice el nombre completo de Baja
California Sur, y al mismo tiempo se suprima el calificativo baja”.
A pesar de ello,
la citada disposición no ha tenido vigencia real y se ha propiciado su
infracción mediante la ignorancia o el contubernio con los intereses que
pretenden negar a esta tierra la propiedad original del nombre de California y
adjudicarlo con exclusividad al estado norteamericano que, al fin de cuentas,
fue el que recibió tal denominación en segundo término. Las intenciones son,
pues, obvias.
Se argumenta que
cualquier empresario puede dar a su negocio la razón social que le venga en
gana. Esto es falso porque nadie tiene derecho, por supuesto, a ostentar un
nombre público que atente contra la moral y la dignidad de una comunidad, y que
atropelle los valores sociales. A todas luces, dígase lo que se dijere, el
vocablo baja es denigratorio,
infamante, desprestigioso, injurioso, ofensivo.
Los anglosajones
trasladan baja como lower, eso todo el mundo lo sabe. ¿Y ya
sabe todo el mundo que lower tiene
para ellos el sentido de “más bajo”, “bajar”, “disminuir”, “rebajar”,
“disminuirse”? Así que lejos están de dar esta denominación a nuestra tierra y
a sus pobladores como expresión “de cariño” –como alguien decía tan ingenua
como convencida o convenencieramente--.
Piénsese, digamos,
en la probabilidad de que en uno de estos años tengamos representándonos en
algún certamen nacional a una “Señorita Baja”, o que de pronto nuestro
gentilicio sea “bajeño”.
El nombre de
California data del siglo XI, y sirvió para designar a un sitio literario que
no tuvo realidad geográfica concreta hasta que fue aplicado a un lugar
definitivo, por primera vez, y que resultó ser esta parte sur de la península luego
de la llegada y permanencia de Hernán Cortés en ella por cerca de dos años (de
1535 a 1537), y lo recibieron por extensión todos los territorios que se
hallaban al norte, de modo que nuestra California comprendía desde el cabo de
San Lucas hasta los confines norteños del Continente Americano.
La colonización de
la California continental se efectuó con hombres, bienes y productos de la
California peninsular a partir de 1769. Para diferenciar a una de otra se les
impusieron los respectivos nombres de Antigua o Baja California y Nueva o Alta
California; sólo que al pasar ésta a posesión de los norteamericanos se le
empezó a llamar únicamente California, y a la otra Baja California.
Para que aquélla
quede en propiedad exclusiva de ese nombre literario y mágico, desde hace largo
tiempo se promueve de modo insistente el empleo del adjetivo baja para designar a la primera
California, tanto por parte de los estadounidenses como de muchas instancias
nacionales conectadas con el comercio y el turismo, principalmente, entre las
que se incluyen varias dependencias del gobierno, federales y estatales.
Urge, por tanto,
que no sólo se haga imperar localmente la vigencia del decreto a que se alude,
sino que se efectúen trámites ante la federación mexicana, primordialmente las
secretarías de Relaciones Exteriores, de
Turismo y de Gobernación para lograr que sea negado o cancelado el registro a
asociaciones, empresas y otros organismos que pretendan utilizar en su razón o
sinrazón social el pernicioso calificativo baja
en sustitución de la designación histórica y constitucional de Baja California
Sur, que intereses serviles buscan mutilar agrediendo a uno de los valores más
elevados y respetables de su cultura e identidad: el nombre de California que, como ha quedado dicho, le pertenece en primer
término.
* V y última parte de la ponencia presentada al XL
Congreso Nacional de Cronistas Mexicanos y I Internacional de la Crónica, del 2
al 8 de septiembre de 2017 en Cancún, Q
Roo. El texto in extenso aparecerá en el vol. II de la memoria respectiva.