CRÓNICA

EL MEJOR DE LOS MUNDOS

Un mundo así es posible: aquél donde sólo hay noticias de las cosas felices que ocurren en el país, y de los sucesos feos en los otros que, por tanto, nada tienen de imitable.

Un lugar en que ninguna crítica pública adversa hay al gobierno y a los gobernantes; donde jamás se habla de corrupción, donde se habla de tú al presidente. En cuyos medios, todos, están ausentes la nota roja, los anuncios comerciales, las quejas que pudiere haber de los usuarios de la tv, la prensa y los tecnomedios, y todo aquello que pueda considerarse al margen de los intereses del dirigente, protector y custodio de la opinión pública.

Solamente informes de lo bueno que vendrá, de los éxitos del mañana, del futuro mejor. Es cierto que de los logros del presente nada hay que hablar y nadie se ocupa de recordar a los administradores públicos sus anuncios futuristas.

Donde se carece de encuestas y estadísticas, sólo cifras que algunas veces presenta el gobierno para dar a conocer sobrecumplimientos incuestionables e inverificables de metas y objetivos.

Donde la oposición es mínima, y cuya existencia y actuar jamás son conocidos por la sociedad. Sólo de vez en cuando la gente se entera de algún acto de repudio contra vecinos inconformes que disienten y se atreven a manifestar su rechazo al sistema y sus exigencias de cambio.

Un país donde se enseña la sabia virtud de vivir sujetos y dependientes del estado y de la ayuda extranjera (al mismo tiempo que se habla de soberanía irrenunciable), mientras se abate toda iniciativa de crecimiento personal que, de acuerdo a los criterios oficiales, es raíz de formas indeseables de existencia que harían impensable la consecución del hombre nuevo.

Una república que, sin serlo, carece de preocupaciones por el futuro, incluido el inmediato; donde nadie planea para mañana porque el régimen se encarga de eso, nadie más…

Un pueblo que canta, ríe, exporta talentos, calla y recibe a sus visitantes con el orgullo nacionalista que proporciona pensarse modelo y ejemplo.

Un mundo feliz que existe, aquí a la vuelta, a diferencia del de Huxley.