REFLEXIÓN

BAJAR LA HISTORIA

La producción historiográfica que se convierte en libros, aplausos (y pequeños celos, a veces) de los colegas, así como incrementos del currículum (incluidas las percepciones pecuniarias, como resulta justo), es del todo necesario que llegue a quienes desde su modestia la hacen posible: los contribuyentes, y de la manera más clara.

   Mas no sólo porque es modo de corresponder a quienes con su trabajo en otros campos sustentan las tareas de los historiadores, sino porque es la gente el elemento fundamental (lo que está en el fondo) de los hechos y fenómenos que nutren al recuento del pasado y constituyen la base del acontecer colectivo (de la humanidad, del país, de la aldea).

   Existen otras formas de animar la vida comunitaria, sin duda, pero la información histórica tiene significación privilegiada, porque obtenerla  permite un ejercicio inmejorable de autoconocimiento, aporta asideros para los emprendimientos presentes y otorga fortalezas para lo que viene.

   Los otros reinos de la naturaleza sólo tienen la historia que les ha creado el hombre; únicamente éste tiene la historia que ha construido por y para sí mismo y la afirmación propia en su tiempo y espacio.


   Por tanto habrá que creer que el empeño del indagador debiera descender, como la luz, de los parnasos a la tierra llana en prácticas constantes que conduzcan a compartir el saber histórico con los jóvenes, agrupaciones gremiales, organismos de toda índole, con el propósito claro de comunicar lo que se sabe para enriquecer el espíritu público y alentar el orgullo cívico, más que para promover el saber por el saber mismo, que la sabiduría es semilla fértil cuando se esparce adecuada y generosamente.