CRÓNICA HUÉSPED

VINO CALIFORNIANO

Por Miguel del Barco*

“Ya que en este lugar hemos referido el modo de recibir y abastecer en la California al galeón de Filipinas, advertiremos también a los lectores que no extrañen el que no se haya hecho mención alguna de vino entre las provisiones que se les entregaban, no obstante saberse que en la California se hace bastante de este género.

   Es verdad que se hace algún vino, mas no en todas las misiones, y particularmente en el sur no se hace vino porque, aunque se ha intentado, sale tan malo que con dificultad se puede beber.

   Tampoco hay vino en las misiones que se siguen caminando hacia el norte, que son las de la nación guaycura, porque no tienen agua para el riego que necesita una viña o un parral, como todo cuanto se planta o se siembra en toda esta península.

   Solamente en las misiones de la nación cochimí, desde Loreto para el norte, en las más de las misiones que son San Javier, San José de Comondú, La Purísima Concepción, San Ignacio y Santa Gertrudis han probado bien las parras y suele salir el vino bueno, aunque mucho se pierde y avinagra.

   Los padres de estas últimas naciones envían algún vino de regalo o de limosna a los otros padres que no lo tienen; mas como las distancias son tan grandes, especialmente respecto de los del sur, y pocas veces se logra embarcación que haya de llegar allí y con que se pueda proveer a los padres de este licor, sucede frecuentemente que hay temporadas en que apenas tienen vino para decir misa.

   Y por esta razón está tan lejos el misionero de San José del Cabo, o de Santiago, de entregar vino a los navegantes que, algunos años, del vino que traen en el galeón para misa recibe de ellos por favor algunas botellas para poder el mismo padre celebrar, ínterin le viene nuevo socorro de las misiones del norte […]”


* Historia natural y crónica de la Antigua California, edición de Miguel León-Portilla, UNAM, 1973, pág. 250.