APOSTAR A LA
EDUCACIÓN

El estado de Chihuahua es modelo que plantea con
resultados objetivos la relación directamente proporcional entre crecimiento
educativo y rezago criminalístico.
El gobernador
chihuahuense César Duarte, quien acompañó en un momento de su campaña al
candidato Ricardo Barroso, ha expresado que, en su entidad, la apuesta al
desenvolvimiento educativo y la consecuente baja criminal ya registrada permitirán
hacer de su estado “una potencia mundial, y eso se debe a la gran inversión en
la educación”.
Es de creerse
que dicho empleo creciente de recursos al sistema educativo estatal comprende
un espectro muy amplio de factores, en vez de constreñirse, digamos, a la
construcción de aulas y techumbres, regalar uniformes escolares o a empastar
campos deportivos y contratar profesores compensados.
Esto
último soluciona de inmediato una necesidad pero se convierte a la larga en
polvorín que tarde o temprano requiere sólo el detonador de la impaciencia para
estallar, pues los temporales trabajadores del aula se contratan bajo la
expectativa de lograr la correspondiente plaza de base en un periodo razonable,
lo que suele ocurrir en parte, como acaba de serlo aquí, cuando la precariedad salarial
es ya insostenible.
La inversión
educativa ha de ser destinada, además de satisfacer necesidades
infraestructurales, a ampliar el horizonte de oportunidades a los niños y
jóvenes, más los adultos que pretendan crecimiento profesional y laboral;
mediante el apoyo a la investigación científica y académica, la concurrencia de
estudiantes a universidades de países desarrollados y la invitación, con
otorgamiento de facilidades, a instituciones de nombradía inobjetable para
radicarse localmente, la operación eficaz y suficiente de polos estratégicos de
enseñanza-aprendizaje a distancia, multiplicación de centros de capacitación
para el trabajo, acreditación de capacidades prácticas para el desempeño de
oficios, diseño de programas permanentes de residencias de académicos, científicos,
escritores, artistas, gente sobresaliente del ámbito universal, de prestigios
que nos prestigien, y tantas cosas que se pueden hacer con más imaginación y
espíritu creativo que los que han sido puestos hasta ahora al servicio de la
educación sudcaliforniana, carentes de objetivos inscritos en el sentido de
pertenencia e identidad regional.
Todo ello, como
hemos dicho, con definido propósito innovador y voluntad de transitar como
triunfadores el siglo XXI, y finalidades claras que nos incorporen al primer
mundo lo más pronto posible.
Lo cual habrá de
restituirse, claro está, con el mejoramiento de las condiciones generales de
vida de los habitantes de Baja California Sur, el incremento de la
productividad, el empleo y las percepciones de la población económicamente
activa, el bienestar colectivo y, ¿por qué no?, la felicidad que es el fin
último de la política y de las políticas.
¿Que estamos
hartos de enfrentar infructuosamente a la delincuencia? Apostémosle a la
educación, y en vez de aplicar los exiguos recursos a aumentar la nómina y el equipo
policiacos y penitenciarios, hagámoslo para una causa más elevada y de
resultados mayormente positivos, como se ha demostrado.
(Imagen: Foto de niña sudcaliforniana, por Pedro R. González Hirales.)