CRÓNICA HUÉSPED



Por Miguel del Barco, S. J.

Sucedió, hacia los primeros años de este siglo [XVIII], y de la conquista [jesuítica], que un niño de la misión de San Javier, habiendo ido a Loreto, el padre que allí estaba envió con él dos panecillos al padre Juan de Ugarte, misionero de San Javier, y juntamente cartas en que, además de lo que ocurría, le avisaba de los dos panecillos que le enviaba (lo cual en aquel tiempo era un especial regalo por no hacerse pan sino en Loreto, y esto no de continuo sino cuando habían traído harina de la otra banda del mar). El indio en el camino probó el pan y, como le supo bien, fue comiendo hasta que acabó con todo, creyendo que, como iba solo, nadie lo sabría. Llegó a San Javier y entregó su carta al padre Ugarte quien, viendo lo que en ella le decían, dijo al indio que le entregase lo que en Loreto le dijeron que trajera al padre. Respondió que nada le habían dado. Replicó el padre que le habían entregado dos panecillos. Volvía a decir el indio que nada había recibido. Y como el padre aún instase sobre lo mismo, preguntó el indio:
   - ¿Pues quién dice que me han entregado eso para ti?
   - Éste lo dice –respondió el padre, mostrándole el papel.
   Admiróse el pobre neófito de que una cosa tan pequeña y tan delgada pudiese hablar.
   - No obstante –dijo—, si el papel lo dice, miente.
   Dejóle con esto el padre, conociendo lo que había sucedido. Pasado algún tiempo volvió a repetirse el caso porque, habiendo ido a Loreto el mismo indio, y encargándole allí que llevase al padre Ugarte no sé qué comestible, con carta en que le avisaban lo que le remitían, el portador en el camino quería comerlo pero tenía miedo a la carta de quien ya tenía experiencia, le avisaba al padre lo que pasaba. Mas, apretándole  la ansia de comerlo, se apartó un poco del camino, puso el papel detrás de un peñasco y, escondiéndose él en otra parte comió todo lo que llevaba y, acabado, fue a tomar su carta y con ella prosiguió el camino.
   Llegado a San Javier, el padre Ugarte, leída su carta, le reconvino para que entregara lo que en Loreto le habían dado. Respondió que a él no le habían dado nada. Replicó el padre que él sabía bien que le habían entregado tal cosa para que la trajera al padre.
   - ¿Quién lo dice?, preguntó el indio.
   - Éste lo dice– respondió el padre Ugarte, mostrándole el papel.
   - Pues éste miente —repuso el otro--; la otra vez es verdad que yo comí el pan delante de él, mas ahora yo le escondí y me puse en donde él no me viera, pues si ahora dice que yo lo comí, miente; porque él no me ha visto comer ni sabe lo que yo hice.
   Por este caso se conoce bastantemente cuán lejos estaban los californios de tener noticia del artificio de las letras.   


Historia natural y crónica de la Antigua California, edición y estudio preliminar de Miguel León-Portilla, UNAM, fragmento del cap. “De las diversas naciones y lenguas que pueblan la California”.