Sucedió, hacia los primeros años de este siglo [XVIII], y
de la conquista [jesuítica], que un niño de la misión de San Javier, habiendo
ido a Loreto, el padre que allí estaba envió con él dos panecillos al padre
Juan de Ugarte, misionero de San Javier, y juntamente cartas en que, además de
lo que ocurría, le avisaba de los dos panecillos que le enviaba (lo cual en
aquel tiempo era un especial regalo por no hacerse pan sino en Loreto, y esto
no de continuo sino cuando habían traído harina de la otra banda del mar). El
indio en el camino probó el pan y, como le supo bien, fue comiendo hasta que
acabó con todo, creyendo que, como iba solo, nadie lo sabría. Llegó a San
Javier y entregó su carta al padre Ugarte quien, viendo lo que en ella le
decían, dijo al indio que le entregase lo que en Loreto le dijeron que trajera
al padre. Respondió que nada le habían dado. Replicó el padre que le habían
entregado dos panecillos. Volvía a decir el indio que nada había recibido. Y
como el padre aún instase sobre lo mismo, preguntó el indio:
- ¿Pues quién
dice que me han entregado eso para ti?
- Éste lo dice –respondió
el padre, mostrándole el papel.
Admiróse el
pobre neófito de que una cosa tan pequeña y tan delgada pudiese hablar.
- No obstante –dijo—,
si el papel lo dice, miente.
Dejóle con esto
el padre, conociendo lo que había sucedido. Pasado algún tiempo volvió a
repetirse el caso porque, habiendo ido a Loreto el mismo indio, y encargándole
allí que llevase al padre Ugarte no sé qué comestible, con carta en que le
avisaban lo que le remitían, el portador en el camino quería comerlo pero tenía
miedo a la carta de quien ya tenía experiencia, le avisaba al padre lo que
pasaba. Mas, apretándole la ansia de
comerlo, se apartó un poco del camino, puso el papel detrás de un peñasco y,
escondiéndose él en otra parte comió todo lo que llevaba y, acabado, fue a
tomar su carta y con ella prosiguió el camino.
Llegado a San Javier,
el padre Ugarte, leída su carta, le reconvino para que entregara lo que en
Loreto le habían dado. Respondió que a él no le habían dado nada. Replicó el
padre que él sabía bien que le habían entregado tal cosa para que la trajera al
padre.
- ¿Quién lo
dice?, preguntó el indio.
- Éste lo dice– respondió
el padre Ugarte, mostrándole el papel.
- Pues éste
miente —repuso el otro--; la otra vez es verdad que yo comí el pan delante de
él, mas ahora yo le escondí y me puse en donde él no me viera, pues si ahora
dice que yo lo comí, miente; porque él no me ha visto comer ni sabe lo que yo
hice.
Por este caso se
conoce bastantemente cuán lejos estaban los californios de tener noticia del
artificio de las letras.
Historia natural y
crónica de la Antigua California, edición y estudio preliminar de Miguel
León-Portilla, UNAM, fragmento del cap. “De las diversas naciones y lenguas que
pueblan la California”.