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VENDIMIA*

Ha habido pensador que asegure que la humanidad pasó de la barbarie a la civilización cuando descubrió el vino. Los antiguos creían que la existencia del néctar de la vitis vinífera fue obra de Dionisus y Baco, a los que por ello se veneró y testimonió en fiestas pletóricas su abundante reconocimiento.

   Poeta de los siglos XI y XII, el persa Omar Kayyam aconsejaba: “Los sabios no podrán enseñarte nunca nada, mas la caricia de unas
negras pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tus
días sobre la tierra están contados, y que bien pronto volverás al 
polvo. Trae vino, busca un lugar al abrigo de importunos, y deja que 
la vid te consuele.”

   Es cosa cierta y sabida que los primeros viñedos de las Californias fueron cultivados por el jesuita hondureño Juan de Ugarte en San Francisco Javier Viggé-Biaundó, la segunda de las misiones que durante setenta años sembrarían la evangelización en esta península, hasta las cuales llegó el vino, elemento imprescindible del culto religioso porque, de acuerdo con el texto bíblico, este elíxir es la “sangre de Cristo”.
  
   En algunos de los establecimientos misionales se logró extender los cultivos, como en Comondú donde ha persistido la tradición hasta nuestros días, de elaborar, consumir y hasta comercializar en pequeño nivel un vino ingenuo y dulce, como para consagrar. Y de aquí se extendió la sana y grata práctica de sembrar vides hasta las misiones dominicas de Baja California norte, cuyas bodegas recreó el dibujante mexicano Jesús Helguera con escenas de monjes y monaguillos de la misión de Santo Tomás.

   También es verdad que la producción de las viñas californianas fue limitada siempre por las restricciones que en este y otros sentidos impuso la Corona para evitar la competencia a los productos españoles.

   Se sabe también que los nativos californios nunca tuvieron acceso al deleite del vino, lo mismo que les estaba prohibido montar caballos y manejar armas de fuego. Lamentable condición a que era sujeto el aborigen, porque cualquiera puede dejar de montar a caballo o manejar armas de fuego…

   De MD Vinos San Juan de los Planes (lo de MD se refiere a don Manuel Delgado, su propietario) La primera cepa fue sembrada por la licenciada Esthela Ponce Beltrán el 24 de marzo pasado, de la variedad Sauvignon Blanc. De entonces acá han sido plantadas 14 variedades, de las cuales siete son tintos, dos blancos y cinco de mesa. Diré sus nombres porque es otro placer mencionarlos: Tempranillo, Syrah (o Shiraz), Nebbiolo, Merlot, Malbec, el Sauvignon Blanc ya mencionado, Cabernet Sauvignon, Chardonay, Cabernet Franc, Superior, Red Globe, Princess, Crimson y Autumn Royal.

   Evito extender más esta participación porque no estamos aquí para escuchar discursos largos sino para celebrar la primera vendimia (o, más modestamente, festival de plantación) de Baja California Sur (y anotamos la fecha entre las efemérides sudcalifornianas), y para congratularnos de que alguna de estas variedades han retornado ahora a sus orígenes peninsulares.

   Termino con otros dos pensamientos de Omar Kayyam, que vienen muy a propósito de esta fiesta vendimial:

    “De la felicidad no conocemos sino el nombre. Nuestro más viejo
amigo es el vino nuevo. Acaricia con tus ojos y tus manos el único
bien verdadero: el ánfora llena del jugo de la vid. Trae vino, coge un laúd, 
y deja que sus modulaciones nos recuerden las de la brisa que pasa…, 
como nosotros.” 
   (Imagen: Buena vendimia. Jesús Helguera.)

* Texto elaborado y leído por el cronista de La Paz
en la inauguración de la I Vendimia de BCS
en San Juan de Los Planes, el 19 de mayo de 2012.