DESCENTRALIZACIÓN EDUCATIVA
Aquella quincena, engrapado al cheque de la Sep y fechado el 19 de mayo de ese 1992, recibí un ejemplar de la carta del gobernador Víctor Manuel Liceaga dirigida a los trabajadores de la Educación en el estado, en la cual expresaba que “Como resultado de la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (Anmeb) por el gobierno de Baja California Sur con la secretaría de Educación Pública y el SNTE, contamos desde ahora con el nuevo Sistema Educativo Estatal.”
Ese primer párrafo del documento contenía la síntesis de un largo cúmulo de afanes de las entidades del país en su búsqueda de asumir, con todas las responsabilidades implícitas, la conducción autónoma de la educación.
El segundo párrafo era manifestación clara del entusiasmo que a la administración pública sudcaliforniana le producía ese hecho: “Pueblo y gobierno sudcalifornianos -decía- reciben con agrado este acercamiento con nuestro magisterio, porque propicia el trabajo solidario entre alumnos, padres de familia, comunidad y autoridades para alcanzar una educación de mayor calidad.”
Por fin estaba en nuestras manos el diseño del destino común mediante la educación, en la cual las sociedades han confiado la solución de todos sus problemas y el cumplimiento de sus metas de toda índole.
“Ésta es una estrategia más del Anmeb –continuaba la circular- con el propósito de mejorar las condiciones de vida y revalorar la función de nuestros maestros, quienes a lo largo de nuestra historia han sido el soporte fundamental del desarrollo social, político, cultural y económico de los sudcalifornianos.”
Nótese el tono de aprecio al quehacer docente regional. La declaración tácita de la intención de correspondencia del poder público viene enseguida:
“A ustedes, los maestros de nuestra patria chica, a quienes se debe el ondear de la Bandera Blanca de la Alfabetización en la entidad,* gracias a este acuerdo podremos ofrrecerles formación, actualización, salario profesional, carrera magisterial y vivienda, que constituyen, en sí, mayor aprecio social a su trabajo.”
El ejecutivo estatal se regocijaba así con la oportunidad que ahora se presentaba a todos de tomar, no únicamente la administración y los recursos dinerarios de la educación básica, sino fundamentalmente la conducción propia de las estrategias que harían de la enseñanza-aprendizaje un sólido instrumento para alcanzar mayores niveles de bienestar social.
Era como decir una educación de nosotros, con nosotros y para nosotros. Se podría aseverar que había en aquello un signo inequívoco de Sudcalifornidad.
Terminaba aquella comunicación del nuevo jefe del sistema educativo regional con la reiteración de su “compromiso de seguir avanzando en la búsqueda de mejores oportunidades para beneficio del gremio magisterial, y de apoyo para la educación, garantizando así la prosperidad y el desarrollo de la entidad.”
Estábamos lejos entonces de presentir que un gobierno local propondría rescindir ese acuerdo sólo por razones de pesos y centavos.
Bueno, de todos modos la oportunidad de poseer autonomía orgánica en el campo educacional terminó por perderse en el último decenio.
La desalentadora determinación del poder político, hoy, no es más que la culminación de ese lamentable proceso.
Correo e.: em_coronado@yahoo.com
* La Bandera Blanca de la Afabetización fue izada por el secretario de Educación Pública (federal), el escritor Agustín Yáñez, el 25 de enero de 1969 en el estadio “Arturo C. Nahl”, y durante varios años colocada en un mástil junto a la Bandera Nacional, al principio de todos los actos cívicos de la entidad.
Aquella quincena, engrapado al cheque de la Sep y fechado el 19 de mayo de ese 1992, recibí un ejemplar de la carta del gobernador Víctor Manuel Liceaga dirigida a los trabajadores de la Educación en el estado, en la cual expresaba que “Como resultado de la firma del Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica (Anmeb) por el gobierno de Baja California Sur con la secretaría de Educación Pública y el SNTE, contamos desde ahora con el nuevo Sistema Educativo Estatal.”
Ese primer párrafo del documento contenía la síntesis de un largo cúmulo de afanes de las entidades del país en su búsqueda de asumir, con todas las responsabilidades implícitas, la conducción autónoma de la educación.
El segundo párrafo era manifestación clara del entusiasmo que a la administración pública sudcaliforniana le producía ese hecho: “Pueblo y gobierno sudcalifornianos -decía- reciben con agrado este acercamiento con nuestro magisterio, porque propicia el trabajo solidario entre alumnos, padres de familia, comunidad y autoridades para alcanzar una educación de mayor calidad.”
Por fin estaba en nuestras manos el diseño del destino común mediante la educación, en la cual las sociedades han confiado la solución de todos sus problemas y el cumplimiento de sus metas de toda índole.
“Ésta es una estrategia más del Anmeb –continuaba la circular- con el propósito de mejorar las condiciones de vida y revalorar la función de nuestros maestros, quienes a lo largo de nuestra historia han sido el soporte fundamental del desarrollo social, político, cultural y económico de los sudcalifornianos.”
Nótese el tono de aprecio al quehacer docente regional. La declaración tácita de la intención de correspondencia del poder público viene enseguida:
“A ustedes, los maestros de nuestra patria chica, a quienes se debe el ondear de la Bandera Blanca de la Alfabetización en la entidad,* gracias a este acuerdo podremos ofrrecerles formación, actualización, salario profesional, carrera magisterial y vivienda, que constituyen, en sí, mayor aprecio social a su trabajo.”
El ejecutivo estatal se regocijaba así con la oportunidad que ahora se presentaba a todos de tomar, no únicamente la administración y los recursos dinerarios de la educación básica, sino fundamentalmente la conducción propia de las estrategias que harían de la enseñanza-aprendizaje un sólido instrumento para alcanzar mayores niveles de bienestar social.
Era como decir una educación de nosotros, con nosotros y para nosotros. Se podría aseverar que había en aquello un signo inequívoco de Sudcalifornidad.
Terminaba aquella comunicación del nuevo jefe del sistema educativo regional con la reiteración de su “compromiso de seguir avanzando en la búsqueda de mejores oportunidades para beneficio del gremio magisterial, y de apoyo para la educación, garantizando así la prosperidad y el desarrollo de la entidad.”
Estábamos lejos entonces de presentir que un gobierno local propondría rescindir ese acuerdo sólo por razones de pesos y centavos.
Bueno, de todos modos la oportunidad de poseer autonomía orgánica en el campo educacional terminó por perderse en el último decenio.
La desalentadora determinación del poder político, hoy, no es más que la culminación de ese lamentable proceso.
Correo e.: em_coronado@yahoo.com
* La Bandera Blanca de la Afabetización fue izada por el secretario de Educación Pública (federal), el escritor Agustín Yáñez, el 25 de enero de 1969 en el estadio “Arturo C. Nahl”, y durante varios años colocada en un mástil junto a la Bandera Nacional, al principio de todos los actos cívicos de la entidad.
NOTA: El domingo 25 próximo será publicada la "Página del cronista", del autor de este blog, en el diario El Sudcaliforniano de La Paz, BCS.