CRÓNICA HUÉSPED

ROBINSON CRUSOE: EL PRESTIGIO DE LA LEYENDA

Por Ulises Irigoyen*

La Baja California es una tierra verdaderamente paradójica; en su historia se encuentran cosas asombrosas si se trata de los conquistadores que llegaban a sus playas creyendo estar en las tierras del Japón.
   Los relatos de las misiones tienen aspectos arrebatadores si se ven desde el punto de vista de lo que es el espíritu humano capaz de realizar inspirado por el afán constructivo y una férrea creencia; aquellos jesuitas levantaron un mundo nuevo y una fe en donde no existían sino desiertos crudos, única cosa que vio el padre Baegert; y hasta su misma morfología geográfica y geológica brindan sorpresas grandiosas como en la enorme bahía de la Magdalena y toda esa serie de bahías naturales que parecen ser, desde la distancia, las pupilas azules del continente que miran hacia el Pacífico.
   Y como si fuera poco todo ese cúmulo de maravillas, la leyenda también se asienta en sus playas largas y ásperas, pues la interesante historia que fue nuestro encanto de la niñez, impulso de nuestros sueños en los albores de la juventud y que persiste en las imaginaciones y en las memorias de los niños y de los hombres de todo el mundo: las aventuras de Robinson Crusoe, se realizaron cerca de las arenosas costas de la Baja California, precisamente en una llamada isla [de Juan] Fernández, la cual bien puede ser que, por descuido de los historiadores y geógrafos, que no han visto en esto mayor importancia, colocan otra isla [de Juan] Fernández arbitrariamente en la república de Chile, misma equivocación que presenta en sus páginas la enciclopedia Espasa. ¡En aquel remoto tiempo todas eran islas [de Juan] Fernández.
   Fue el capitán Woodes Rogers, por el año de 1709, quien halló a Alexander Selkirk al aparecer en el cabo de San Lucas, a quien empleó como contramaestre en su propia embarcación. Después, al ser conocido el náufrago por el escritor Daniel Defoe, procuró su amistad y de los relatos que Selkirk le hizo escribió su famosa novela convirtiéndolo en el personaje central a quien puso el nombre de Robinson Crusoe.
   En la primera edición hecha en 1719 de Robinson Crusoe, aparece todavía la Baja California como una isla.
   Rogers penetró con sus bergantines hasta la bahía de San Bernabé y capturó, después de una lucha ruda y desesperada, el velero Nuestra Señora de la Encarnación de Singano con un cargamento valuado en más de dos millones de dólares. Rogers escribió una amplia narración sobre las tribus, ornamentos y collares de perlas de la Baja California, y en algunos pasajes se apoya el padre Baegert para difamar a la maravillosa península.
   La península de la Baja California, además de las muchas cosas que le dan prestigio y valor inestimables entre todas las regiones del mundo, tiene ya ganado un lugar en la leyenda y en la historia.


* En Carretera transpeninsular de la Baja California, editorial América, 1943, México, págs. 397-398.