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LA JUSTICIA EN BCS: 2016

Invitado por la legislatura local, este cronista dijo en la elevada tribuna sudcaliforniana el 8 de octubre de 2014, en una parte relativa al ámbito judicial de Baja California Sur, que urgía “efectuar una reforma integral del sistema estatal de justicia, abusivamente deteriorado y llegado a cotas inimaginables.”

Agregaba que “la administración de justicia se encuentra inmersa en un laberinto de complejidades, complicidades y compromisos de grupo, que hacen inalcanzable el anhelo de justicia para el ciudadano medio.”

El sistema de administración de justicia sudcaliforniano -decía- “es el único en toda Latinoamérica que carece de un Consejo de la Judicatura o equivalente; es decir que a la administración de justicia le falta un órgano autónomo de evaluación, supervisión, capacitación y, en su caso, sanción en el seno de la institución misma, lo que deviene sistema anárquico donde los magistrados, siete en total, resuelven de manera discrecional aspectos administrativos, disciplinarios, escalafonarios y de control interno. Son, al interior, jueces y partes.”

Hasta donde se sabe, nadie opuso objeción pública alguna al respecto.

Bueno, pues ahora se ha anunciado que el Congreso estatal aprobó por unanimidad de sus miembros la iniciativa del ejecutivo para crear el Consejo de la Judicatura “para” BCS, y con ese propósito hubo de modificar varios artículos de la Constitución Estatal, básicamente el número 100.

Como suele ocurrir, la propuesta presentada en sesión pública, esta vez por la comisión de Puntos Constitucionales y de Justicia, obtuvo la aprobación unísona de los diputados sin analizarla en asamblea y sin tomar en consideración las opiniones de la sociedad civil organizada. Si ésta debió esperar treinta años para ello, tenía derecho incuestionable a opinar y debatir en foros públicos, antes de su presentación parlamentaria, el contenido de un documento de importancia y significación para la convivencia de los sudcalifornianos.

Contrariamente a ello, el dictamen comisional fue dado a conocer en primera lectura durante la sesión del jueves 23 de junio de este 2016, y aprobado sin mayor trámite en la del martes 28 siguiente.

En el decreto se hallan premisas opuestas a todo sentido de transparencia; en el siglo en que el avance democrático exige luz para todas las acciones de gobierno, resulta inaudito que nuestros empleados los legisladores, cuyas acciones tienen consecuencias para cada uno de nosotros, se arroguen la facultad de establecer mecanismos de operación inaceptablemente secretos.

Otro absurdo es que, de acuerdo con el artículo 87 de la Constitución ahora nuevamente reformada, estarán a cargo del Consejo de la Judicatura “La administración, vigilancia y disciplina del Poder Judicial del Estado, con excepción del Tribunal Superior de Justicia y del Tribunal Estatal Electoral (sic), lo cual evidencia la clara intención de desvincular al nuevo organismo de las acciones de inconformidad de carácter comicial que se originen; da, pues, en qué pensar sobre lo que se previene para las elecciones por venir.

Si bien “Los Consejeros no representan a quien los designa, por lo que en ejercicio de su función deberán proceder con independencia e imparcialidad”, nótese que el Consejo estará integrado por el presidente del TSJ, dos jueces de primera instancia, un ciudadano electo por el Congreso estatal y otro designado por el gobernador. O sea...

En fin, se trató de un nuevo y sorpresivo golpe legislativo, con el beneplácito inclusive de la oposición, antes de irse los diputados a vacaciones, en cuyo procedimiento estuvo ausente el análisis sustancial de la comisión legislativa (que sólo hizo adecuaciones accesorias) y el debate por parte de los congresistas, donde se descartó absolutamente el escrutinio público así como la voz de la colectividad y la opinión del colegio y los profesionales del derecho que obviamente habrían puesto severos reparos a la opacidad contenida en la propuesta gubernamental.

De tal manera se pretende hacer creer a la gente que cuenta ya con un órgano jurisdiccional de control administrativo autónomo, cuando en realidad se trata de otro encaje más al de por sí voluminoso aparato burocrático, apéndice del TSJ y por tanto sometido desde sus orígenes a las directrices del poder ejecutivo estatal.

Jueces y partes de nuevo, lo cual ningún avance significa en esta materia, y sí un indeseable crecimiento de la nómina oficial, lamentablemente.