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DON DOMINGO

Cada 17 de agosto se recuerda en Sudcalifornia la fecha del fallecimiento de don Domingo Carballo Félix, ocurrido en 1972.
Si cupiera preguntarse el porqué de la conmemoración, cabría responder que obedece a la íntima vinculación de su existencia con el normalismo sudcaliforniano, del que fue docente y promotor por muchos años.
Pero no sólo por eso.
Tendríamos que agregar que fue un buen hombre, de los que cada colectividad da un ejemplar de vez en cuando.
Que fue un ciudadano extraordinario, cuya vida puede presentarse como paradigma de valores socialmente vitales.
Que fue un excelente sudcaliforniano, de su tierra y de su tiempo, leal a sus orígenes y fiel a sus convicciones.
Responderíamos que fue, en fin, más allá del anecdotario y el refranero a que se ha pretendido limitar su figura, un maestro magnífico cuya cátedra de generosidad omnipresente continúa mostrando caminos de certeza a la educación de esta parte de México.
Contra todas las leyes de la perspectiva, la imagen de longevidad infinita del maestro Carballo Félix se acrecienta a medida que el tiempo pretende, infructuosamente, alejarnos del recuerdo de su enseñanza, de la vigencia de su palabra sabia, y la permanencia, en esta aurora del tercer milenio, de su cátedra que fue lección y es magisterio, que fue paraje y es península, que fue aula y es escuela.
Por todo ello.