FERROCARRILES SALINEROS DE BCS
ISLA DEL CARMEN
Tiene superficie de 15,000 hectáreas, localizada en la costa oriental de la península californiana, y
pertenece al municipio de Loreto, Baja California Sur.
Afirma Kirchner que “De los ferrocarriles
salineros probablemente el más interesante es el de la isla del Carmen,
una salina que tiene sus orígenes comerciales en la época de los jesuitas. La
familia Viosca, de La Paz, construyó un ferrocarril y vía de 762 mm de ancho antes
del año 1875. En 1899 tenía una locomotora de vapor y unos 40 carros para
cargar la sal. En 1908, el control de la operación fue transferida a una empresa
inglesa, la Compañía Salinera del Pacífico, y después de unos años de operación
esporádica mejoró la recolección de sal con un equipo nuevo, incluyendo la
primera de dos locomotoras de tipo Plymouth en el año 1929”.
Subraya Kirchner que “Un detalle muy
interesante sobre la isla del Carmen apareció en una foto en el trabajo sobre
Baja California de Southworth en 1899”, o sea el libro El territorio de la B. C. ilustrada, impreso en San Francisco, y
que pudimos reeditar en 1989.
“El concepto de propulsar un tren o carro de
ferrocarril por el viento no fue tan raro” –dice, y agrega que ha visto dibujos
de carros de este tipo-, pero esa foto de un carro con una vela, en
la isla del Carmen, es el único ejemplar que vio en casi 20 años de investigación
sobre ferrocarriles.
Hace saber el conferenciante que hasta esa
fecha existían varios restos del ferrocarril que se podían apreciar,
“incluyendo una pequeña sección de vía utilizada para cargar el muelle con un
tractor que realizaba las maniobras. Las locomotoras Plymouth quedan como
chatarra y, si se busca un poco más, uno puede
encontrar la caldera de
la locomotora de vapor, una máquina de la fábrica Baldwin más o menos del año
1880, probablemente de segunda mano y del estado de Colorado, EUA.”
*Tercera
de cinco partes de la exposición presentada en el II Congreso Internacional de
Antropología de la Sal efectuado en Cabo San Lucas, California del Sur, el
viernes 13 de octubre de 2017.
FERROCARRILES SALINEROS DE BAJA CALIFORNIA SUR
LAGUNA
OJO DE LIEBRE
La
laguna Ojo de Liebre (anteriormente conocida como laguna Scammon, por el cazador ballenero que la registró en sus
publicaciones; luego el nombre fue cambiado por Hare's Eye Lagoon y finalmente traducido éste al español), es una
albufera o depósito natural de agua en la costa, de menor dimensión que un
lago, situada en el municipio de Mulegé, cerca de la ciudad de Guerrero Negro,
en la parte noroeste del estado mexicano de Baja California Sur. Se encuentra
frente al océano Pacífico y está inscrita como Patrimonio de la Humanidad de la
UNESCO, en la Reserva de la Biosfera del desierto de Sebastián Vizcaíno. Posee
una importante planta comercial de sal
y es un significativo hábitat
para la reproducción
e hibernación de
la ballena gris así como la foca de puerto y otros mamíferos, como el león
marino de California, el elefante marino del norte, la ballena azul y cuatro
especies de tortugas marinas en peligro de extinción. Asimismo es refugio de
aves acuáticas en invierno.
Este
Patrimonio de la Humanidad y la operación de la planta de sal en la laguna Ojo
de Liebre evidencian la delicada coexistencia de un hábitat natural con un
sistema industrial.
“La historia de Ojo de Liebre –explica
Kirchner- incluye la de una operación clandestina durante el siglo XIX,
construida en los 60s para llevar sal a la Alta California; con una vía de 6 km
y con tracción de obreros chinos llevaba sal a un muelle.” Muchos años después,
en los 20s del siglo pasado, otra empresa construyó un ferrocarril en Ojo de Liebre
para la explotación de sal. “Salía de las salinas sobre un muelle muy largo;
hoy se puede ver lo que queda de los postes de madera y rieles casi destruidos
por la oxidación de la sal.”
Segunda
de cinco partes de la exposición presentada en el II Congreso Internacional de
Antropología de la Sal efectuado en Cabo San Lucas, California del Sur, el
viernes 13 de octubre de 2017.
LOS FERROCARRILES SALINEROS DE BAJA CALIFORNIA SUR
POR ELIGIO MOISÉS CORONADO
El Dr.
John A. Kirchner, de la Universidad de California en Los Ángeles, ofreció su
conferencia acerca de los ferrocarriles en BCS, en la III Semana de
Información Histórica de Baja California Sur, en la capital del estado, en
noviembre de 1982.
Esa charla estuvo precedida por la
publicación del texto completo del investigador, cuya edición tuve oportunidad
de promover a principios del mismo año.
Comenzó su exposición advirtiendo que “Pocos
autores han reparado en los ferrocarriles construidos para servicio en las minas,
haciendas, industrias forestales y otras actividades comerciales. En el caso de
BCS –dijo-, todos los ferrocarriles construidos en la entidad eran de esa
categoría, es decir ferrocarriles o tranvías utilizados para usos particulares
y no para carga en general o transportación de pasajeros.”
“Tratando específicamente de BCS –informó-,
es interesante notar que fue la única entidad [del país] que nunca poseyó un
ferrocarril en operación bajo concesión federal mexicana.
“Sin embargo, el número de ferrocarriles
realmente construidos en BCS es notable.” Por supuesto, para los fines de esta
charla nos ocuparemos sólo de los ferrocarriles dedicados a transportar sal, de
los cuales hubo cuatro casos de ferrocarriles ligeros: en la zona de Ojo de
Liebre y las islas Del Carmen, San José y San Juan Nepomuceno.
EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS EN LAS CALIFORNIAS
PERTENENCIA DE
CALIFORNIA *
Las preocupaciones por la proliferación del uso del término
“baja” para designar a nuestra península, y consecuentemente a cada una de sus
dos entidades federativas, ha llevado a la realización de múltiples esfuerzos tendientes
a abolir esa viciosa práctica que cada vez más parece haber tomado carta de
naturaleza en la vida estatal, incluso con el comodino conformismo, la
silenciosa complicidad y la irresponsable indiferencia de muchos de sus propios
habitantes, oriundos y avecindados.
Las acciones
reivindicatorias del nombre California para esta media península tuvieron
culminación legislativa el 31 de diciembre de 1982, hace más de treinta años,
en que el gobernador Alberto Alvarado publicó el decreto número 374 mediante el
cual fue promulgada la “ley para que se utilice el nombre completo de Baja
California Sur, y al mismo tiempo se suprima el calificativo baja”.
A pesar de ello,
la citada disposición no ha tenido vigencia real y se ha propiciado su
infracción mediante la ignorancia o el contubernio con los intereses que
pretenden negar a esta tierra la propiedad original del nombre de California y
adjudicarlo con exclusividad al estado norteamericano que, al fin de cuentas,
fue el que recibió tal denominación en segundo término. Las intenciones son,
pues, obvias.
Se argumenta que
cualquier empresario puede dar a su negocio la razón social que le venga en
gana. Esto es falso porque nadie tiene derecho, por supuesto, a ostentar un
nombre público que atente contra la moral y la dignidad de una comunidad, y que
atropelle los valores sociales. A todas luces, dígase lo que se dijere, el
vocablo baja es denigratorio,
infamante, desprestigioso, injurioso, ofensivo.
Los anglosajones
trasladan baja como lower, eso todo el mundo lo sabe. ¿Y ya
sabe todo el mundo que lower tiene
para ellos el sentido de “más bajo”, “bajar”, “disminuir”, “rebajar”,
“disminuirse”? Así que lejos están de dar esta denominación a nuestra tierra y
a sus pobladores como expresión “de cariño” –como alguien decía tan ingenua
como convencida o convenencieramente--.
Piénsese, digamos,
en la probabilidad de que en uno de estos años tengamos representándonos en
algún certamen nacional a una “Señorita Baja”, o que de pronto nuestro
gentilicio sea “bajeño”.
El nombre de
California data del siglo XI, y sirvió para designar a un sitio literario que
no tuvo realidad geográfica concreta hasta que fue aplicado a un lugar
definitivo, por primera vez, y que resultó ser esta parte sur de la península luego
de la llegada y permanencia de Hernán Cortés en ella por cerca de dos años (de
1535 a 1537), y lo recibieron por extensión todos los territorios que se
hallaban al norte, de modo que nuestra California comprendía desde el cabo de
San Lucas hasta los confines norteños del Continente Americano.
La colonización de
la California continental se efectuó con hombres, bienes y productos de la
California peninsular a partir de 1769. Para diferenciar a una de otra se les
impusieron los respectivos nombres de Antigua o Baja California y Nueva o Alta
California; sólo que al pasar ésta a posesión de los norteamericanos se le
empezó a llamar únicamente California, y a la otra Baja California.
Para que aquélla
quede en propiedad exclusiva de ese nombre literario y mágico, desde hace largo
tiempo se promueve de modo insistente el empleo del adjetivo baja para designar a la primera
California, tanto por parte de los estadounidenses como de muchas instancias
nacionales conectadas con el comercio y el turismo, principalmente, entre las
que se incluyen varias dependencias del gobierno, federales y estatales.
Urge, por tanto,
que no sólo se haga imperar localmente la vigencia del decreto a que se alude,
sino que se efectúen trámites ante la federación mexicana, primordialmente las
secretarías de Relaciones Exteriores, de
Turismo y de Gobernación para lograr que sea negado o cancelado el registro a
asociaciones, empresas y otros organismos que pretendan utilizar en su razón o
sinrazón social el pernicioso calificativo baja
en sustitución de la designación histórica y constitucional de Baja California
Sur, que intereses serviles buscan mutilar agrediendo a uno de los valores más
elevados y respetables de su cultura e identidad: el nombre de California que, como ha quedado dicho, le pertenece en primer
término.
* V y última parte de la ponencia presentada al XL
Congreso Nacional de Cronistas Mexicanos y I Internacional de la Crónica, del 2
al 8 de septiembre de 2017 en Cancún, Q
Roo. El texto in extenso aparecerá en el vol. II de la memoria respectiva.
EL ENCUENTRO DE DOS MUNDOS EN LAS CALIFORNIAS
CALIFORNIA Y LOS CALIFORNIOS
Hernán
Cortés logró establecer la primera
colonia de todas las Californias, en 1535, y la llamó “puerto y bahía de Santa
Cruz”, que a su vez se constituyó en sitio de referencia para las subsecuentes
entradas de europeos al inmenso territorio californiano, que se entendía hasta
los confines norteños del continente americano por la parte del océano
Pacífico.
En ese lugar tomó asiento lo que desde 1596
es llamado “La Paz”, hoy capital del estado mexicano de Baja California Sur o
Sudcalifornia.
A partir del encuentro de los mundos
indígena y europeo en las Californias a partir del arribo de Hernán Cortés, durante
el resto del siglo XVI y casi todo el XVII ocurrieron expediciones
aparentemente infructuosas pero que contribuyeron a ir formando una idea cada
vez más próxima y a dejar “al descubierto la irrealidad de los mitos
medievales” en torno a esa
parte de la Nueva España.
El almirante Isidro de Atondo y Antillón y
los jesuitas Eusebio Francisco Kino, Juan Bautista Copart y Pedro Matías Goñi
exploraron la costa interior del golfo de California y fincaron en su litoral
la misión de San Bruno –llamada así por haber dado fondo en su ensenada el 6 de
octubre de 1683, día de esa festividad católica-, que se hubo de abandonar el 8
de mayo de 1685 pero que tuvo la virtud de acrecentar en Kino la inquietud
evangelizadora hacia los californios, que un poco después prendió en
la vocación misionera de Juan María de Salvatierra, miembro también de la
Compañía de Jesús, para iniciar en definitiva la empresa californiana.
Luego de múltiples empeños obtuvieron ambos
de la Compañía y el virrey la licencia para ello, y se iniciaron así 70 años (1697-1768) de
proceso civilizatorio en las Californias, de los que se conservan testimonios
valiosos, tangibles y aleccionadores de un proceso histórico singular que de
muchas maneras ha marcado el carácter de los actuales pobladores de la
California mexicana, oriundos y avecindados, que el visitante y el nuevo
residente tienen pronto oportunidad de registrar.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)