Obra del ingeniero sudcaliforniano Modesto C. Rolland
ACTUALIDAD
A PROPÓSITO DE UNA VISITA
“Y ojalá
estemos a tiempo de evitar la mexicanización” constituye la frase que expresó en un
correo electrónico particular el argentino Jorge Mario Bergoglio, jefe del
Estado Vaticano: el papa Francisco, pues.
Es la declaración que indignó a buena parte
de los mexicanos y, por supuesto, constriñó a su gobierno a solicitar las
consecuentes explicaciones (diplomáticamente comedidas, desde luego).
“Mexicanización” es la acción y el efecto de
mexicanizar. ¿Y que sería, en esta circunstancia, “mexicanizar”? Una vez en modo
infinitivo será, sin duda, asignar un sentido “mexicano” u otorgar una significación
mexicanística (relativa a lo mexicano) a algo, a algún hecho. En el presente asunto
quedó clara la insinuación peyorativa, que es decir despectiva o insultante,
porque se refirió a los problemas narcodelincuenciales que enfrenta el mundo,
particularmente el latinoamericano.
Es como si cualquier personaje, por
importante que fuere, usara el término “vaticanización” para designar el abuso
sexual de menores, basado en la ocurrencia de múltiples casos de pederastia por
parte de sacerdotes de esa religión, en una connotación genérica que resultaría
obviamente injusta.
Sugiero al lector ver en estos días la película
“En primera plana” (Spotlight, 2015), que describe la pesquisa de un cuarteto
de reporteros del periódico Boston Globe que hizo públicos los escándalos de pedofilia
cometidos durante decenios por curas de Massachussets. La revelación de tales
hechos, que la arquidiócesis de Boston intentó ocultar, sacudió a la Iglesia
Católica como institución.
Pero volvamos a nuestro asunto para decir
que resulta penoso que una figura de tanta jerarquía se manifieste de tal
manera, incluso en el ámbito privado, ya que es inaceptable que diga una cosa
“aquí entre nos” (como dijo quien lo dijo), y exponga otra distinta en público.
Hasta el papa está obligado, por lo menos en
cuanto jefe de Estado, a ser políticamente correcto.
El daño quedó hecho, y bien sabe el
pontífice que “palo dado ni Dios lo quita”, así que ya podemos ver cómo el
sustantivo verbal “mexicanización” pasó a ser un aporte del señor Bergoglio al lexicón de la Academia de la Lengua con la
intención denostativa en que fue originalmente enunciado.
El padre espiritual de los católicos guardó
prudente silencio sobre el hecho, y fue su vocero Federico Lombardini (igual
que Rubén Aguilar como agente de Fox) quien infructuosamente intentó explicar
lo que el supremo jerarca eclesiástico realmente dijo y lo que no quiso decir.
Hubo que acogerse, entonces, a la llamada
infalibilidad papal, dogma de fe impuesto por el concilio Vaticano I en 1870,
para aceptar que, en adelante, “mexicanización” sea acción y efecto de todo lo
malo que cualquiera pueda imaginarse.
HISTORIA
EN
LA SEMANA
El 15 de febrero de 1847, Mauricio
Castro, primer vocal de la Diputación Territorial de la Baja California, tomó a su cargo el gobierno
de la península, y se dio de inmediato a organizar la defensa contra la
intervención norteamericana.
El patriota nació en San José del Cabo
el 22 de septiembre de 1806.
En su Guía familiar de Baja California, 1700-1900, Pablo L. Martínez dice
que a este personaje “corresponde la denominación de héroe bajacaliforniano […]
que se identifica como el promotor y el guía en la defensa de nuestra tierra en
los aciagos años de 1847 y 1848, debido a lo cual adquirió el título que aquí
le estamos adjudicando, basados en la documentación oficial existente.”
Murió en su finca de San Vicente, cercana a San José del Cabo, el 11 de
junio de 1879.
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