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ACONTECIMIENTO EXTRAORDINARIO  

Semana de armonía prodigiosa entregó a su creciente público la Sala de Conciertos de la Escuela de Música de La Paz, Baja California Sur, del lunes 19 al sábado 24 de este octubre (2015), con el título de “VI Festival Internacional de Música de Concierto”, bajo la dirección artística del maestro Jósef Olechowsky, con participantes de primer nivel de (en orden alfabético) Azerbaiyán, Cuba, España, EUA, Finlandia, Israel, México, Panamá, Polonia, Rusia y Ucrania.

   La primera noche se desarrolló con el tema de “Pasión por el canto” en que fueron ofrecidas arias de ópera, zarzuela y del cancionero mexicano, a cargo del tenor José Luis Ordóñez y el barítono Carlos Sánchez, de voces privilegiadas y talentos óptimamente cultivados. Un real banquete (o banquete real) para la sensibilidad y la emoción.

   El martes, el cautivado público que colmó cada noche el recinto disfrutó con el programa de grandes “adagios”, con nueve obras de una irreprochable selección de expertos.

   El miércoles fue de espléndido nacionalismo musical mediante el estreno mundial de “Canasta de frutas mexicanas”, de Jesús Echevarría, con cuarteto de cuerdas, jarana –tocada por el propio autor-- y la estupenda soprano Lourdes Ambriz. Fue un obsequio invaluable de nuestros compatriotas huastecos, de México “y de otros lugares del mundo”, ya que el conjunto instrumental estuvo integrado también por maestros de Europa y Latinoamérica.

   Al final de esa noche hubo oportunidad de recordar que el 21 de octubre de 2014, exactamente un año antes, en la misma sala tuvo lugar el estreno de la suite “La Paz”, dedicada a la capital sudcaliforniana por el pianista polaco Jósef Olechowsky, quien acompañado del violinista Kazimierz del mismo apellido, hizo el preciado regalo a los paceños. En aquella ocasión fue puesto a disposición del público el respectivo disco compacto, y quienes deseen disfrutar la obra por primera vez o gozarla de nuevo pueden todavía hacerlo en el sitio olatv.com.mx de la red digital.  

   El jueves fue “Hacia el Oriente” a través de “ragas” de la India y ejecución de composiciones judías; las primeras consistieron en media hora de cítara y percusiones francamente ajenas al oído de muchos de los asistentes, como el de este cronista, pero las segundas (“Klezmer”) lograron levantar el ánimo.

   El viernes se constituyó en halagadora sorpresa: tres paceños veinteañeros formados en la escuela de Música de BCS y con una ya extensa trayectoria fuera del estado y el país, maravillaron con su desempeño; en el piano Rodolfo Henkel Guerrero, y en sendos violines Frangel López Ceseña y Rodrigo Lluch Sicard, mediante interpretaciones impecables de partituras con alto grado de dificultad.

   Y el sábado quedó a cargo de la Orquesta Filarmónica de Baja California Sur, que bajo la dirección del maestro Armando Torres Chibrás llevó al auditorio el genio de Joaquín Beristáin, Antonin Dvorák, Amadeus Mozart y Arturo Márquez. La orquesta, de 26 miembros, tiene entre ellos a nueve damas, curiosamente todas en el grupo de cuerdas, entre violines, violas y violonchelos. El conjunto, que aún se presenta como proyecto, es ya portentosa realidad a los ojos (y oídos) de un público que aumenta en número, que justamente exige y espera cada vez mayor calidad.

   Ese mismo público empieza a exigir también, por ejemplo, que se comience a poner como condición de ingreso a la sala un vestuario y calzado que vaya más allá de los “shorts” y los huaraches, que es con lo que llegan ataviadas algunas personas que en sitios similares de su patria tienen prohibido el acceso. La postmodernidad, en su sentido de “falta de compromiso social”, debe tener limitaciones, quiérase o no.

   En el reverso de los boletos de entrada a la sala puede leerse que “No está permitido apartar lugares”, y en algunas sesiones hallan los asistentes que determinados asientos están apartados, o reservados para personas del mundo oficial, lo cual contradice la norma, a menos que se haga la especificación respectiva: “excepto para funcionarios públicos”. Y todo el mundo conforme.

   Otra disposición expresa que “Sólo se podrá acceder o abandonar la sala durante los aplausos o intermedios”, pero finalmente se ve que cada huésped entra y sale a la hora que le viene en gana, sin que haya quién deba evitarlo. Todo queda, pues, al buen criterio de quienes verdaderamente lo tienen.

   También las directrices del lugar indican: “Límite de acceso a la sala 15 minutos antes de iniciar el evento [sic]”, y se ha visto entrar a ese espacio a individuos que, aparte de llegar tarde y permitírseles entrar (en clara infracción a lo dispuesto), en vez de permanecer con prudencia en espera del intermedio o el aplauso (a los artistas), se ponen ruidosa y desconsideradamente a buscar, escoger y ocupar butacas al son del culposo “con permiso, con permiso”.

   El supuesto es que se concede “Acceso sólo a niños mayores de 7 años”, pero si los chicos carecen de una mínima preparación musical o la simple advertencia de “portarse bien”, se dedican, durante toda la función, a interrumpirla con movimientos y contorsiones fuera de lugar, idas al baño, comentarios al adulto acompañante, empleo del móvil y otras cosas, lo cual es verdadera molestia para los demás.

   Hay gente que parece ir a los conciertos exclusivamente a toser, porque tiene accesos naturales y periódicos (por lo cual se debiera eximir de asistir); porque posee la convicción de que es inmerecida la atención que se concede a la música para ser cabalmente escuchada y alguien debe interrumpirla; o porque sufre rechazo o miedo al silencio, técnicamente llamado sedatofobia.

   Existe otra clase de sujetos que aplaude por todo, y lo hace al primer violín cuando entra simplemente para dar la primigenia nota que guía la afinación, palmea cada uno de los movimientos o partes de la composición, cuando entran los músicos y el director (o sea antes de saber si cumplirán bien su cometido), hasta el esplendoroso final.


   De cualquier manera, procuremos merecer los afanes de Luis Peláez, de Iván Hallal y de Armando Torres por continuar teniendo nuestra Sala de Conciertos en continuo crecimiento artístico, esta prestigiosa Escuela de Música en alta estima social, y la Orquesta Filarmónica para orgullo y prez de Baja California Sur.