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CRONISTAS MUNICIPALES

Ante la próxima renovación de los poderes municipales sudcalifornianos, quizá sea éste un momento apropiado para sugerir a sus respectivas autoridades la pertinencia de designar, desde los inicios del trienio, a sus correspondientes cronistas.

   El cronista ha constituido, desde los tiempos más remotos de las culturas indígena y europea, una figura imprescindible de la colectividad por su carácter de notario histórico y asesor del ayuntamiento (particularmente en materia de nomenclatura y de archivo histórico) y sus conciudadanos en relación al pasado lejano y reciente de la vida comunitaria.

   Sin embargo, sus ocupaciones van más allá y de ningún modo consisten en  publicar loas a la gente del poder (que para ello son los boletines) sino a preservar y acrecentar el patrimonio intangible de la colectividad: cultura, lengua, tradiciones y todo lo demás, que es infinito.

   El encuentro de dos mundos, el nuevo y el antiguo, América y Europa, tuvo cronistas del lado de los vencidos y del campo de los conquistadores. De manera que nuestro país posee una larga tradición en este sentido, que ha hecho posible la custodia, conservación y transmisión de los testimonios que luego servirán para escribir la historia.

    Baja California Sur ha contado con cronistas desde siempre; díganlo si no las pinturas rupestres y los glifos en piedras diseminadas en todo su territorio; ahí están igualmente los diarios de los navegantes y exploradores de los siglos XVI y XVII, los libros de los misioneros del siglo XVIII, los documentos del XIX que se hallan en el Archivo Histórico del Estado, en La Paz, y las muchas obras de la anterior y presente centurias.


   Hace ya 43 años que fue reinstaurado en Sudcalifornia el régimen municipal, y es tiempo más que razonable para pensar ya en la conveniencia de nombrar cronistas municipales, a quienes espera, sin duda, una significativa tarea por realizar.