CRÓNICA HUÉSPED


HURACANES EN LA ANTIGUA CALIFORNIA

Por si pudiere servir de consuelo a quienes afectaron los embates de “Odile” en Baja California Sur, a continuación se ofrece un texto breve del padre Miguel Venegas, que forma parte de sus “Noticias de la península americana de California”, en que habla de fenómenos de similar naturaleza desde principios de la ocupación jesuítica de este territorio colonial:   
   “En el otoño del año 1717 sobrevinieron a la California y su golfo, tan terribles y espantosos huracanes por espacio de tres días acompañados de aguaceros tan fuertes y copiosos que, arrebatando y destrozando cuanto encontraban, derribaron la iglesia y casa del padre Ugarte, salvando éste la vida al abrigo de un peñasco, donde se mantuvo expuesto al agua veinticuatro horas: destrozaron todas las demás de las otras misiones: cegaron la zanja y rompieron la presa de San Xavier, y aun robaron la tierra cultivada allí, y en Mulegé casi del todo, quedando cubierto el suelo de pedregales.
   Tal fue la violencia del viento y de las mangas que, cogiendo desprevenido en Loreto a un muchacho español llamado Mateo, le arrebató y nunca más apareció vivo ni muerto, por más que se buscó. El mismo rigor sufrieron algunas embarcaciones de buzos que estaban sobre la costa de California: perdiéronse dos de unos vecinos de Compostela, ahogándose cuatro personas, salvándose las demás en dos balandras mayores que se hallaban surtas cerca, en buen abrigo, amarradas con fuertes anclas y con gruesos cables. Éstas condujeron a los náufragos después de la tempestad a Loreto, donde el padre Ugarte los recibió y alivió con heroica caridad, hasta que pudieron ser conducidos a Nueva Galicia en el barco del virrey, que presto se perdió, a cargo de don Juan Bautista Mugazabal, alférez del real presidio.
   Antes y después han sentido los padres algunos huracanes y aguaceros desde su entrada, mas ninguno tan fuerte y continuo. Si de éstos ha habido muchos en los siglos anteriores en la California, no será maravilla que hayan despojado su suelo de toda la tierra movediza, quedando desnudos los peñascos de las montañas y cubiertos de pedregales sus hondos y llanuras.”
   Eran tiempos más difíciles y las condiciones más precarias que las nuestras, pero también es cierto que estas calamidades han ido forjando el carácter de los californios (nativos e inmigrantes) para enfrentar las circunstancias en franca desventaja por razones de la insularidad y la carencia de casi todo.
   Sin embargo, la decisión de permanecer aquí ha sido mayor que las dificultades. Ello ocurrió a los evangelizadores y lo mismo sucede a los nuevos habitantes de esta península bien amada, como se solaza en llamarla el poeta Jorge Paniagua.


Adenda indispensable: Este martes 30 de septiembre se cumple otro aniversario del paso del ciclón “Liza” por BCS, que en 1976 produjo considerables daños, particularmente a su capital. Dediquemos un recuerdo a sus víctimas.