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                   COMUNICARNOS PARA PERMANECER

El término “transculturación” da idea de traslado, de paso de ciertas manifestaciones de una cultura a otra; pero esto en sentido estricto no constituye problema alguno, porque, como dice Carlos Fuentes, “las culturas aisladas son culturas muertas, son culturas que perecen, y las únicas culturas vivas son las culturas que se comunican.” Y concluye en que “...es gracias a ese contacto y a esa presencia del extraño, del otro, que acaba por enriquecernos.” (Se entiende que enriquecernos culturalmente.)
   Sólo cuando ese fenómeno de transmisión cultural, de proceso “normal” de transculturación tiene lugar en “sociedades de fuerza desigual”, dominante una sobre la otra por razones de orden económico, social y político, es cuando hablamos de “aculturación”, y éste parece el vocablo que mejor describe lo que ha venido siendo motivo de preocupación en Baja California Sur, porque aparentemente nos hallamos indefensos, como la parte más vulnerable en la relación que se está dando entre dos formas de cultura.
   En la continua relación que existe en esta tierra entre los rasgos de la cultura mexicana y la norteamericana, principalmente por las vías del turismo y el comercio, ¿la parte más débil es la nuestra?
   En ese contacto permanente ¿qué tanto hemos perdido de nuestra identidad de sudcalifornianos, de nuestro valores nacionales?, ¿cuánto estamos perdiendo y cuánto estamos en peligro de perder? ¿En qué consiste la Sudcalifornidad y cuáles son los valores que sentimos el deber de custodiar?
   En todo caso, es pertinente decir que todo ello compete en considerable medida al ámbito educativo, porque es mediante la educación (la que tiene lugar en el sistema formal pero igualmente a otras formas de educación como la doméstica y la que resulta de una política cultural congruente) que debe fomentarse el ponderado equilibrio entre nacionalismo e internacionalismo, y simultáneamente fortalecer la identidad propia para el discernimiento y la selección conveniente entre aquello que eleva nuestra esencia y existencia, y aquello que las deteriora.
   De suyo no debe haber oposición alguna entre la afirmación de los valores regionales, nacionales y universales; la hay únicamente cuando en el encuentro con otras maneras de ser, de pensar y actuar sometemos las nuestras. Entonces, la respuesta a los fenómenos de aculturación ha de ser con el vigor de la cultura propia, de los elementos de la cultura propia, del orgullo por la cultura propia.
   “Yo no le tengo miedo a los Estados Unidos y su cultura  --declara Carlos Fuentes--: al contrario, me parece una gran cultura y no le tengo el menor miedo.”
   Nuestra cultura, para perdurar y crecer ha de nutrirse en el contacto con otras, en función de que tenga capacidad y disposición para dialogar con ellas, de ir a su encuentro, de confrontarse con ellas.
   El tono de esta exposición es, desde luego, optimista, en cuanto a la creencia en la riqueza de nuestra cultura e identidad, porque es incuestionable la significación del trabajo de los artistas, intelectuales, científicos y técnicos, del valor de las tradiciones, las costumbres, la gastronomía, el habla, el vestido, en fin, de lo que en esta provincia nos afirma, arraiga e impulsa en la búsqueda de niveles mejores de existencia, pero que tenemos el compromiso de vigorizar todos los que vivimos aquí.
   En esa tarea hemos de quedar inmersos, además del gobierno, la totalidad de los componentes de la sociedad.
   Para que dejemos de considerarnos y de ser –si es que lo somos— la parte endeble del encuentro con las otras culturas. Para que con ellas establezcamos un diálogo fértil y no nos limitemos a escuchar y atender servilmente su monólogo. Para que la comunicación y el contacto con los demás aseguren nuestra soberanía e independencia.
   Para que nos transformemos y podamos, así, seguir siendo nosotros mismos.
   (Imagen: 2rinconartistico.wordpress.com/)