OBJETIVIDAD
Uno de los
postulados primordiales de la ética periodística es la objetividad.
“Hay que ser objetivo”, se le demanda al
trabajador de la noticia y del comentario en los medios. El asunto parece
sencillo, pero no lo es. Se trata, nada menos, que de uno de los componentes
fundamentales de un serio problema filosófico: el del conocimiento.
La humanidad se ha dividido en la relación
aparentemente simple de una persona con un objeto al que quiere conocer (y, en
el caso del periodista, al que quiere dar a conocer).
Los subjetivistas sostienen que es el
sujeto (la persona, el individuo pensante) el componente más importante de esa
relación, y que éste da sentido y otorga significación verdadera al objeto. O
sea, para terminar pronto, que el objeto únicamente adquiere realidad y valor
cuando existe un sujeto que quiere conocerlo. Es éste -dicen los subjetivistas, a quienes
comúnmente se afilia en el idealismo- el que tiene la última palabra en el acto de
conocer: el objeto no tiene nada qué decir al respecto; su única función es
dejarse conocer. Punto.
Aquí se encuadra el dicho aquél de que “En
este mundo falaz, nada es verdad ni es mentira, todo es según el color del
cristal con que se mira.” El cristal con que uno mira...
Los objetivistas, por su lado, creen
que, al contrario, es el objeto la parte activa (o más activa), que es decir la
más significativa, en el proceso de conocimiento. Es, afirman, la que concede
razón de ser al sujeto.
Sin el objeto, pues, el sujeto que quiere
conocer no sirve para nada, pues le falta lo principal que es la materia de
conocimiento. Lo anterior también parece muy simple, pero tampoco lo es.
Es el objeto
-aseguran los mismos objetivistas, a quienes comúnmente se afilia en el materialismo- el que tiene la última palabra en el acto de
conocer. El sujeto no tiene nada qué aportar: su sola función es conocer, del
objeto, lo que éste, a su vez, permite que conozca de él. Punto.
Por ello se dice que la opinión es
“subjetiva” cuando parece no ajustarse a la realidad del objeto y sólo toma en
cuenta la apreciación estrictamente personal que de éste tiene el individuo.
De la misma manera se exige objetividad al
periodista en cuanto debe -por mandato del
oficio- ceñirse insobornablemente, pese
inclusive a sus propios criterios, a mostrar la auténtica naturaleza de lo que
pretende mostrar o sobre lo que intenta informar, y con lo cual orientará la
opinión de sus lectores, auditores o televidentes.
En eso consiste la llamada “verdad de las
cosas”, o simplemente (¡!) “la verdad”. Y sobre su existencia absoluta o
relativa vuelven a dividirse los criterios, para preguntarnos enseguida si la
verdad será posible, y cuánto de subjetividad se encuentra en la supuesta
“objetividad” periodística.
Todo lo cual nos da pie para hacer llegar,
por la efeméride del 7 de junio, un afectuoso abrazo a los periodistas
sudcalifornianos.
(Imagen: diariodeunatiza.blogspot.com/)