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LA OPOSICIÓN EN EL PODER

   El Partido Nacional Revolucionario (PNR, 1929) surgió del requerimiento de convertir el proyecto revolucionario en instituciones y programa de gobierno; una vez en marcha, las etapas sucesivas volvieron indispensable que ese organismo cambiara su denominación por la de Partido de la Revolución Mexicana (PRM, 1938) y finalmente por la de Partido Revolucionario Institucional (PRI, 1946).   
El Partido [de] Acción Nacional (PAN) y el Partido de la Revolución Democrática (PRD) se generaron en la oposición a los gobiernos emanados de aquellos.
   El primero nació en 1939 como fuerza política de centro-derecha, autodefinida como humanista y ubicada en las líneas de la democracia cristiana, principalmente para enfrentar desde la tribuna y los medios de información las transformaciones de toda índole que emprendió el presidente Lázaro Cárdenas, y fue el principal partido opositor a los gobiernos procedentes del PRM-PRI durante el resto del siglo XX.
   El impulso democratizador de la sociedad mexicana condujo a la reforma constitucional que llevó a cabo el presidente Luis Echeverría, y más tarde las cámaras de los estados, para la incorporación de los diputados de partido (hoy de representación proporcional o de minoría).
   De tal manera, el PAN logró ir colocando paulatinamente a varios de sus militantes en el Congreso Federal y en las legislaturas locales, desde donde ejercieron una enérgica posición crítica a los sucesivos gobiernos priistas. Antes había obtenido algunas presidencias municipales, y en 1989 logró la primera gubernatura en Baja California [norte]. Su postura contestataria e ideológicamente congruente constituyó un contrapeso propositivo que reorientó en varios sentidos y en diversas ocasiones el desarrollo socio-político y económico de nuestro país.
   Heredero de los movimientos de inspiración socialista, el PRD emergió en 1989 de las propias entrañas del PRI como empeño renovador encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas (quien fue gobernador priista de Michoacán de 1980 a 1986), Porfirio Muñoz Ledo (ex presidente nacional del PRI) y miembros de la izquierda tradicional. Desde su creación ha sido en la tribuna, la plaza y la calle, opositor enérgico -en ocasiones intransigente y sectario-, factor de equilibrio en la vida política nacional y ha logrado posiciones de gobierno en las entidades de la República.
    Aunque ambos miran la realidad “con anteojeras ideológicas”, según Enrique Krauze (De héroes y mitos), el PAN y el PRD han sido siempre oposición eficiente, de oficio político teórico y discursivo aunque ineficaz en la práctica, como lo ha demostrado el primero en el transcurso de los dos sexenios en que ha estado a cargo de la presidencia del país, y como lo ha hecho evidente el segundo en las responsabilidades gubernamentales, legislativas y municipales que ha alcanzado. Aunque puede decirse que, una vez que han estado en el poder, han descuidado principios esenciales para atender afanes de permanencia en él a costa de lo que sea.
   (El asunto nada tiene que ver con índices de mayor o menor corrupción, pues ésta en modo alguno es privativa de determinado partido, ya que lamentablemente se halla en la naturaleza predadora del género humano; lo que se debe hacer al respecto es poner reglas para contenerla y neutralizarla en la medida de lo posible. En todas partes entran ratas y cucarachas, hasta en nuestra casa, a pesar del desagrado de los miembros del hogar por la irrupción de alimañas indeseables.)
   Lo dicho en párrafos anteriores quizá explica que en la lucha electoral presente, los panistas actúen como opositores aun desde su posición de poder, e igual ocurre con los estrategas del perredismo nacional y local. Ambos están dedicados en cuerpo y alma a cuestionar y agredir, descalificar e incluso difamar a los candidatos del PRI para la presidencia y para legisladores federales.
   Como en los viejos tiempos, el adversario por vencer es el PRI, aunque ahora no esté en el gobierno, y a él enfocan todas sus artillerías. Ello es síndrome indudable de la congoja que les producen los pronósticos que benefician a sus adelantados competidores. Y reaccionan como oposición de un contendiente que apenas pretende alcanzar el poder que el PAN ya posee en toda la nación, y el PRD en algunas entidades incluida la propia capital de ella.
   La conclusión necesaria a que conduce la realidad aquí planteada es que los partidos de los extremos ideológicos del espectro político de México, la derecha y la izquierda, nacieron y conservan una indubitable vocación opositora, y como antagonistas han demostrado invaluable utilidad.
   Desde su trinchera analítica, opinante y batalladora, la oposición histórica tiene mucho que aportar a la actualidad y el futuro de México.
   Ha demostrado que carece de oficio para administrar la vida pública (y Baja California Sur es la mejor prueba en el trecenio reciente), pero está comprometida a continuar cumpliendo el cometido que le impone su naturaleza.
   (Imagen: noticiasdurango.com/)