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Historia verdadera de la conquista de la nueva España, por Bernal Díaz del Castillo, Ed. Porrúa (colección “Sepan cuantos...”, 5), México, 1974.
(Segunda de cuatro partes)

Sinopsis: Contaba el cronista el abastecimiento que Cortés hizo en Tehuantepec a los dos navíos al mando de Becerra y Grijalva, para la expedición en la búsqueda de Hurtado de Mendoza y de nuevas tierras e islas:
“Y después que salieron del puerto de Teguantepeque, la primera noche se levantó un viento contrario que apartó a los dos navíos el uno del otro, que nunca más se vieron, y bien se pudieron volver a juntar porque luego hizo buen tiempo, salvo que Hernando de Grijalva, por no ir debajo de la mano de Becerra, se hizo luego a la mar y se apartó con su navío, porque Becerra era muy soberbio y mal acondicionado..., y también se apartó Grijalva porque quiso ganar honra por sí mismo si descubría alguna buena isla, y metióse dentro en la mar más de doscientas leguas y descubrió una isla que le puso por nombre San Tomé y estaba despoblada.
“Dejemos a Grijalva y a su derrota y volveré a decir lo que acaeció a Becerra con el piloto Ortuño [Fortún] Jiménez. Es que riñeron en el viaje, y como Becerra iba malquisto con todos los demás soldados que iban en la nao, concertóse Ortuño con otros vizcaínos marineros y con los soldados con quienes había tenido palabras Becerra y dar en él una noche y matarle, y así lo hicieron: que estando durmiendo le despacharon a Becerra y a otros soldados, y si no fuera por dos frailes franciscanos que iban en aquella armada, que se metieron a despartirlos, más males hubiera.
“El piloto Jiménez con sus compañeros se alzaron con el navío y, por ruego de los frailes, les fueron a echar en tierra de Jalisco, así a los religiosos como a otros heridos; y Jiménez dio vela y fue a una isla que la puso por nombre Santa Cruz, donde dijeron que había perlas y estaba poblada de indios como salvajes.
[Aquí sufre Bernal una confusión, ya que realmente fue Cortés quien impuso más tarde aquel nombre a la “isla” descubierta.]
“Y como saltó en tierra y los naturales de aquella bahía o isla estaban de guerra, los mataron, que no quedaron salvo los marineros que quedaban en el navío.
“Y de que vieron que todos eran muertos se volvieron al puerto de Jalisco con el navío y dieron nuevas de lo acaecido y certificaron que la tierra era buena y bien poblada; y luego fue esta nueva a México. Y como Cortés lo supo hubo gran pesar de los acaecido, y como era hombre de corazón, que no reposaba en tales sucesos, acordó de no enviar más capitanes sino ir él en persona.
“Y en aquel tiempo tenía ya sacados del astillero tres navíos de buen porte en el puerto de Teguantepeque, y como le dieron las nuevas que había perlas a donde mataron a Jiménez, y porque siempre tuvo en presentimiento de descubrir por la mar del Sur grandes poblazones, tuvo voluntad de ir a poblar porque así lo tenía capitulado con la serenísima emperatriz doña Isabel..., y los del real Consejo de Indias...”

(Semana próxima: Cortés se decidió a emprender personalmente su quinta expedición al noroeste novohispano, de lo que resultó el encuentro de la tierra descubierta por Jiménez y sus amotinados.)