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D. Gaspar de Portolá, conquistador y primer gobernador de California, por Fernando Boneu Companys, Instituto de Estudios Ilerdenses, Lérida (España), 1970.

Portolá puede ser considerado el primer gobernador de las Californias, pero el ilustre catalán no es, en concepto alguno, “conquistador” de sus porciones peninsular o continental, por más que los esforzados trabajos que llevó a cabo al lado del franciscano Junípero Serra pudieren hacer pensar así.
Gaspar de Portolá y Rovira, capitán de Dragones, llegó a San José del Cabo, en la Antigua California, el 30 de noviembre de 1767, con carácter de primer gobernador, en virtud de que, a pesar de haber transcurrido setenta años de vida misional en la provincia, había sido regida bajo la exclusiva administración de los jesuitas, al margen de cualquier otra concurrencia de autoridad, civil o militar.
En la misión del cabo comunicó al misionero Ignacio Tirsh las malas nuevas que traía consigo de proceder a la expulsión de los religiosos de la Compañía de Jesús, como había estado sucediendo en todas partes del imperio por disposición de la Corona.
Se dirigió luego a Loreto, desde donde despidió a los expulsos el 4 de febrero siguiente (1768), y el 1 de abril entregó los centros de evangelización a los franciscanos.
En julio llegó el visitador Joseph de Gálvez al real de Santa Ana (al sur de La Paz), quien después de entrevistarse con Serra se dedicó a comandar la marcha hacia la ocupación de la Nueva (o Alta) California, con recursos de los establecimientos ex-jesuíticos: “Recurre al veterano capitán Fernando de Rivera y Moncada, le nombra segundo jefe de la expedición y le ordena la pronta reunión de todo el ganado caballar, mular, vacuno, pertrechos y armamento, víveres y provisiones. Para ello se recurre a las misiones, que en pocos días quedan expoliados de la mayor parte de sus cuadras y desde luego de lo mejor que ellas contenían”, según se lee en la página 93.
De este modo se prepararon las expediciones, una por mar y dos por tierra; Portolá encabezó la segunda de éstas junto con fray Junípero.
El 1 de julio llegaron al sitio que dedicaron a san Diego de Alcalá, hoy próspera ciudad del sur altacaliforniano, para echar a andar lo que sería la última gran empresa expansionista de España en América.