ACTUALIDAD




SUDCALIFORNIDAD

Cuando se habla de “Sudcalifornidad”, algunas personas se preguntan todavía si la designación correcta debiera ser “sudcaliforneidad” o “sudcaliforniedad”.

A tal duda debe responderse por analogía y pensar, digamos, en vocablos como hispanidad (“Carácter genérico de los pueblos de habla y cultura hispánicas. // Comunidad de los pueblos hispánicos.”), que proviene del nombre latino de España, Hispania, con igual terminación que Sudcalifornia.

Si parafraseamos la acepción del diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (Rae), estaríamos en condiciones de aseverar que Sudcalifornidad es “Carácter genérico de los pueblos que integran a Sudcalifornia (Baja California Sur). // Comunidad de los pueblos de Sudcalifornia.”
Podemos coincidir a continuación que carácter es, en tal sentido y siguiendo la definición de la misma Rae, “Conjunto de cualidades que histórica y culturalmente distinguen de otros al pueblo de Baja California Sur.”

Y por genérico ha de entenderse todo aquello que tienen en común los habitantes de esta entidad mexicana.

Hasta donde sabemos, el primer concepto de “Sudcalifornidad” fue expresado por el gobernador Alberto Alvarado Arámburo en su quinto informe de labores (1986), como “ese sentimiento particular que nos vincula a esta tierra generosa, a sus desafíos y posibilidades, a sus características y a su destino.”

Y si algo distinguió a la administración alvaradista fue, precisamente, su definida e insobornable Sudcalifornidad.

Alguna vez dijimos que ésta constituye un estado de la entraña, de la mente y del sentimiento, inseparable y fraternalmente ligado a un mexicanismo del que nuestra colectividad ha dado y continúa dando no pocas evidencias. (El Eco de California, 27 de agosto de 1986.)

La composición social de Baja California Sur se ha nutrido de sangre proveniente de muchos lugares del mundo y de las varias regiones de este país; por ello, la Sudcalifornidad se enraiza en un nacionalismo bien entendido que tiene origen en su historia, y en la universalidad que es legado de su cultura.

En 2008 tuvimos el agrado de ver decretado a “Octubre, mes de la Sudcalifornidad” por la legislatura local, y durante la mayor parte de sus días hubo recordaciones, en actos de mayor o menor fortuna.


Correo-e: em_coronado@yahoo.com

HISTORIA


EL PILÓN

El “pilón”, grato elemento de la tradición nacional, tiene en su forma más pura hondas raíces en Sudcalifornia.
Pilón es el nombre que en el diccionario se define a lo que conocemos como panocha, cuya acepción es la de “pan de azúcar refinada, de figura cónica”, y al que se da también el diminutivo piloncillo.
El pilón, pues, fue al principio uno de estos dulces (que en gran parte producían los trapiches de Todos Santos, existentes ahí desde la época misional, aunque los hay asimismo en otras partes del estado) o fragmentos de ellos, que el comerciante obsequiaba a los jefes del departamento de compras de la familia, o sea los chamacos que hacíamos los “mandados”.
Era una especie de comisión con que el tendero correspondía al hecho de que prefiriéramos su negocio y no otro para hacer las adquisiciones domésticas.
Así que íbamos a donde daban más pilón, claro.
Se trataba, digámoslo de una vez, de una forma de ingenuo soborno, de una amable “mordida” que el empresario mismo o su “dependiente” nos regalaban siempre con una sonrisa de afectuosa complicidad, y que recibíamos con el mayor placer.
El cohecho tenía igualmente derivaciones a otras golosinas, entre ellas “zurrapas” de pan de dulce (especialmente conchitas, expertas en hacerse desprender el azúcar del lomo), dulces regionales o de fábrica, galletas marías o de animalitos, en fin, lo que estaba a la mano del comerciante y que el apetito pernnemente alerta del comprador consumía de inmediato. Nada de andar guardando el pilón para después canjearlo por otras cosas. De inmediato.
Puede verse todavía esta deliciosa transacción (de donde deriva el nefasto apócope“transa”) en dueños de “abarrotes” que insisten en conservar la costumbre por sus innegables bondades para el negocio, así como en vendedores de mercado que agregan al conjunto de artículos adquiridos por la señora, un ramito de cilantro o hierbabuena, alguna naranja o quizá un tomate... Nada que desequilibre las finanzas del expendio pero que comprometa a la cliente a volver.
Una sana costrumbre, podría decirse.