ACTUALIDAD


EDUCACIÓN DE PRIMER MUNDO


Hace ya muchos años que urge una renovación radical del anacrónico, obsoleto e improductivo sistema educativo mexicano. Intentaré explicar el aserto anterior de la manera más periodística (o sea concisa y clara) posible:

En términos generales (con pocas excepciones, especialmente en el sector privado de la educación) la escuela de nuestro país se ha dedicado, desde la época colonial, a ser simple retransmisora del conocimiento adquirido por otros, sin hacer contribuciones de importancia.

Desde esos lejanos tiempos hasta la actualidad, los maestros han tenido la función casi única de hacer llegar a sus alumnos la información ya digerida de los libros que están a su alcance.

Ahora nótese la precariedad del asunto: Lo poco que se sabe de una disciplina cualquiera está contenido en libros, pero el profesor no tiene acceso a todos los que tratan de ella; de los que están a su alcance, el mentor toma lo que cree que debe enseñar, y de lo que aprende sólo le queda una porción en la memoria; de esta porción suministra a sus pupilos un fragmento; de tan reducido trozo de referencias el alumno aprende una ración pequeñísima, y de ésta recordará, para fines prácticos, algunos átomos.

En términos de inversión de recursos de tiempo, dinero y esfuerzos, ¿cuánto cuesta finalmente que un estudiante adquiera para sí y su desarrollo presente y posterior esos pocos átomos de conocimiento?

El resultado está aquí, a la vista: Por decir algo, constituimos un país de productores de artesanías y consumidores de computadoras; y ahora hasta de “nuestros” productos artesanales nos proveen los chinos.

Desde siempre, nuestro sistema educativo ha privilegiado el aprendizaje memorístico en vez de alentar el razonamiento, la imaginación, la creatividad y el impulso natural de producción del aprendiente. Como consecuencia se ha carecido de aliento a la investigación y, por supuesto, hemos terminado por ser totalmente subordinados en todas las áreas del desarrollo: tecnológica, filosófica, deportiva, industrial, etc.

Aun el ámbito educativo se ha nutrido de pedagogos extranjeros, cuyas enseñanzas ya están olvidadas en sus propios países y continúan vigentes entre nosotros.

Por eso no inventamos la máquina de vapor, ni la radio ni el transistor. No somos autores de ningún sistema filosófico notable. Sólo tenemos dos premios Nobel, uno de la paz, otro de la literatura y ninguno en la ciencia.

Nuestro único astronauta viajó al espacio exterior de “aventón”.

A lo mejor todo esto tiene que ver con las altas tasas delincuenciales, de drogoevasionismo, desempleo y emigración ilegal, gusto antiestético generalizado, hacinamientos urbanos, contaminación y todo el escalofriante conjunto de males que enfrenta nuestra sociedad.

Y hasta aquí esta breve relación masoquista para entrar al terreno de las proposiciones, sintetizando muchas ideas que han expresado otros y del autor del presente texto en este mismo sentido:

La proposición concreta es subvertir el procedimiento a través de una estrategia muy sencilla: que el alumno adquiera por sí mismo el conocimiento, que arribe a él mediante la estimulación que le provoque el maestro y la motivación que se produzca a sí mismo. Que conozca (por todo el espectro de medios a su alcance) y aproveche el saber adquirido por otros, pero que esté en condiciones de enriquecerlo con sus aportaciones personales.

Que el profesor sea un “facilitador” de este propósito.

Como siempre, las escuelas formadoras de docentes estarán más que dispuestas a preparar al nuevo maestro para estos fines, pues se debe tener presente que toda renovación educativa pasa antes por las escuelas normales, donde se prepararán los mentores que la harán posible.

Que el estado mexicano invierta suficientes recursos en la investigación de toda índole. Que le pierda el miedo a los frutos de las infinitas posibilidades del talento, la inteligencia, productividad, competencia y economía de los habitantes de este país.

Con ello festejaremos verdaderamente la independencia, en lugar de los gritos encervezados del 15 de Septiembre.

Para eso, desde luego, requerimos gobernantes con mentalidad del siglo XXI que estén dispuestos a diseñar una política educativa de este tiempo y de las nuevas circunstancias de la nación.

Porque de gobernadores grises y mediocres estamos en la abundancia, eso sí.

El gobierno de la república deberá atreverse a poner así las bases para que México empiece a colocarse en el primer mundo.

Lo merece después de casi dos siglos.


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